3 de mayo de 2022

Algo se mueve en la izquierda

La fragmentación del voto en tendencias parecidas, que sólo se diferencian en pequeños o no tan pequeños matices, es un hecho consumado. El PP y Vox son un caso y el PSOE y lo que se conoce por Podemos otro. A estas alturas de la legislatura, no creo que haya nadie que no esté de acuerdo en que cualquier posibilidad de que el PP vuelva a gobernar pasará por sus alianzas con la ultraderecha de Vox, como ha sucedido en Castilla y León; de la misma manera que estoy convencido de que pocos dudan de que, si los socialistas quieren seguir gobernando tras las próximas elecciones, tendrán que ir necesariamente de la mano de los situados a su izquierda. Tanto en un caso como en el otro, a los votantes de los partidos “genuinos” les gustaría que las cosas fueran distintas, pero negar la evidencia es engañarse.

Sin embargo, desde mi punto de vista existen diferencias sustanciales entre los dos casos, entre la alianza de los conservadores y la de los progresistas. En el primer caso, Vox aspira a la supremacía y no cederá hasta conseguirlo. Ha crecido mucho en poco tiempo y sus líderes deben de estar convencidos de que conseguir el “sorpasso” está muy cerca. En el de los progresistas, el gobierno de coalición ha provocado una interesante catarsis, sobre la que pretendo reflexionar hoy. Se han producido desencuentros, sí, y seguirán produciéndose, pero están gobernado en conjunto y llevando adelante todo un programa de medidas de carácter social, fruto del entendimiento entre lo básico de sus programas, lo cual a los votantes de izquierda, tanto a los de un partido como a los del otro, les permite considerar que el pacto no está siendo tan malo como algunos vaticinaban.

Pero la principal diferencia entre la alianza de derechas y la de izquierdas es otra. A mi entender consiste en que entre los progresistas se ha producido un acercamiento, porque la radicalidad de Podemos, al menos en algunos de sus dirigentes -no en todos-, ha disminuido, y la “timidez” progresista del PSOE ha bajado en intensidad. Los primeros ya no hablan de asaltar los cielos, y los segundos le han perdido el miedo a meter el bisturí en temas en los que antes no se atrevían. Ha habido un sutil acercamiento, que no se le debería escapar al electorado progresista.

En política, muchas veces, por no decir todas, hay que leer entre líneas. Tengo la sensación de que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz han entendido perfectamente el juego que puede volver a permitirles repetir la actual coalición, porque deben de ser conscientes de que por separado no lo conseguirían. La moderación en los discursos de la líder de Podemos, junto a un escrupuloso cuidado para  no crear fricciones con el presidente del gobierno, pone de manifiesto que la vicepresidenta segunda ha asumida perfectamente las cartas que debe jugar, las de los matices diferenciales, pero sin caer en el enfrentamiento abierto. Sus mensajes están medidos milimétricamente, lo que a mi entender demuestra toda una estrategia para el futuro.

En cuanto a Pedro Sánchez, sin dejar de ejercer su autoridad en ningún momento como presidente del gobierno, está dando cancha a sus aliados, evitando en todo momento decir una sola palabra que pueda ser interpretada como reproche hacia ellos. Se trata de un equilibrio muy difícil de mantener, pero ya sabemos que si algo caracteriza al secretario general del PSOE es su cintura política y su pragmatismo. Conoce bien el terreno que pisa y no está dispuesto a dejarse sorprender.

Al final todo dependerá, por supuesto, de la aritmética parlamentaria, porque está por ver si esta manera de hacer las cosas gusta o no gusta de verdad al electorado progresistas. Obstáculos no van a faltar, entre otros los ataques de la derecha denunciando esta estrategia, pero también los de los radicales que todavía quedan en Podemos, algunos de cuyos líderes no van a admitir con facilidad que Yolanda Díaz les quite la autoridad sobre su electorado. Las salidas de tono de Ione Belarra demuestran con claridad que los radicales de siempre están dispuestos a seguir presentando batalla, aunque con su actitud faciliten la llegada de la derecha pura y dura.

 

 

3 comentarios:

  1. Algunos pensamos que la moderación es en general conveniente. La necesidad de que los partidos fuertes y moderados, de izquierda y derecha, PSOE y PP, tengan que aliarse con partidos radicales, como Podemos y Vox, polariza la sociedad. Pero esa es la realidad. Sigo pensando que, como decía Alfonso Guerra, algún día echaremos de menos el bipartidismo.

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    1. Alfredo, el bipartidismo, en mi opinión, es cómodo, pero no estoy tan seguro de que evite la polarización. Estados Unidos es un prototipo de sistema bipartidista y está más polarizado que nadie. Lo que desvirtúa el modelo pluripartidista es que los "segundones", dicho sea sin ánimo de ofender, aspiren más a la primacía de sus siglas que a llevar adelante programas políticos afines a los suyos. Y eso está pasando aquí y ahora.

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