No suelo repetir tema en tan poco espacio de tiempo como lo estoy haciendo ahora, pero es que el carrusel de estupideces al que estamos asistiendo estos días como consecuencia de funerales y coronaciones regias lo justifica. Me decía el otro día alguien que le sonaba muy mal el nombre de Carlos III, porque para esa persona no había más que uno, el de la Puerta de Alcalá, quería decir el de la conocida canción de Ana Belén y Víctor Manuel. Pero curiosamente no le había llamado la atención durante setenta años que la extinta monarca se llamara Isabel II como nuestra reina, nada más y nada menos que la causante de la supresión de la Ley Sálica, cuya coronación provocó varias guerras civiles en España. Hija de Fernando VII y madre de Alfonso XII, fue una reina de tronío a decir de los cronistas de la época.
Seguramente esa persona no sabía que a lo largo de la Historia se han producido con mucha frecuencia coincidencias de nombre y numeral entre los reyes de distintos países. Una de éstas es la de Alfonso II de Asturias y Alfonso II de Aragón, los que para mayor inri recibieron el mismo sobrenombre, el de ”el Casto”. Ni siquiera en este caso se les apodó de forma distinta, lo que supongo que para más de un estudiante habrá sido motivo de confusión. La persona que he citado se hubiera indignado y hubiera cargado contra los aragoneses por usurparle el nombre, el número y el mote al asturiano, porque al fin y al cabo éste reinó varios siglos antes que el otro.
Bromas aparte, este espantajo de situación “royal” al que estamos asistiendo trae consigo que muchos aprovechen la ocasión para sacar a relucir nuestra propia realidad dinástica, como si en algo se pareciera a la británica. Bueno, tampoco voy a exagerar, porque sí hay una similitud, la de que en los dos casos se reina por la gracia de Dios. Pero quitado este detalle -que no es de menor importancia- las diferencias son sustanciales. Lady Camilla, la mujer de Carlos III –el británico, para que no haya confusiones- parece ser que es aceptada por los monárquicos británicos sin rechistar. Mientras que aquí es frecuente oír mencionar a doña Leticia con el despectivo diminutivo de Leti, no digo por la gente progre, porque ya sabemos cómo está el rojerío, sino por la gente de derechas de toda la vida, esos que ahora son más monárquicos que el rey.
El otro día una amiga mía, de derechas de toda la vida y por tanto ahora monárquica, me decía que ella a la mujer de Felipe VI no la llamaba reina, sino simplemente señora, una sutileza lingüística que da mucho que pensar, porque pone de manifiesto cómo perciben algunos su fervor monárquico. No han aceptado en su fuero interno que doña Leticia no tenga títulos nobiliarios, sino que proceda del pueblo llano. Les indigna un atropello de esta envergadura, porque va contra sus principios.
No, la percepción monárquica de los monárquicos españoles nada tiene que ver con la de los británicos. Aquí se es monárquico siempre y cuando los reyes y las reinas se atengan a los convencionalismos al uso. En el Reino Unido, esa percepción está más cerca de la idea de continuidad y vertebración de una realidad política muy compleja como es la británica, que de la anécdota clasista. Es curioso observar como hay independentistas escoceses que estarían dispuestos a admitir tras la independencia a los reyes del Reino Unido como sus propios jefes de Estado, algo que en España pocos entenderán. Si alguien lo duda, que se lo pregunte a algunos independentistas catalanes o vascos.
La Historia demuestra que nuestra monarquía, aun sin pretenderlo, ha desunido a lo largo de su existencia más que unido. Sólo hay que echarle una ojeada a los textos para comprender de qué hablo.
No me entusiasman las monarquias como sistema político, pero daba por hecho que servían para unir a los ciudadano; sin embargo la reflexión final del artículo va en dirección contraria ... y, después de pasar revista a la historia, creo que esa reflexión es bastante correcta. Nunca es tarde para poner en cuestión las propias ideas.
ResponderEliminarAlfredo, se suele decir que la Historia ayuda mucho a entender el presente. Cuando uno ha estudiado la nuestra con cierto detenimiento, llega a la conclusión de que entre sucesiones discutidas, destronamientos violentos y otros conflictos dinásticos, España ha pasado siglos inmersa en luchas internas y guerras civiles provocadas por el sistema monárquico. Por eso, cuando oigo defender a los reyes basándose en que vertebran el país, me hago cruces. No hay mejor vertebración que la democracia y la sucesión monárquica no es democrática.
EliminarMe alegro de tu reflexión final.
Estoy de acuerdo en que parece ser que la monarquía de los británicos está más asentada sobre recios pilares que la de los españoles (a no ser que Carlos III -el inglés- venga a estropearla con sus desmanes).
ResponderEliminarEn lo que no estoy de acuerdo es en que la canción La Puerta de Alcalá, que cantaron y la hicieron muy popular Ana Belén y Víctor Manuel, sea de ellos, sino del grupo Suburbano, compuesto por Bernardo Fuster y Luis Mendo, los que acompañaron durante toda su vida artística al cantautor Luis Eduardo Aute.
Perdón, consideré importante apostillar esta cuestión, importante desde el punto de vista de tus lectores melómanos.
Fernando, gracias por tu lección de historia de la música. En cualquier caso, como tú dices, quienes popularizaron la canción fueron Ana Belén y Víctor Manuel.
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