Los telediarios están ocupados casi en su totalidad en resaltar la figura de la reina desaparecida, alternando páginas amarillistas con otras de clara tonalidad rosa. Improvisados comentaristas, convertidos de repente en pregoneros de las intimidades de la familia Windsor, nos cuentan una vez y otra lo mal que lo pasó la extinta dama cuando su sucesor y Diana se enzarzaron en trifulcas conyugales o cuando ésta última murió en un trágico accidente o cuando su hijo Andrés fue acusado de acoso sexual por una víctima del depredador Epstein. "Annus horribilis", fue como la reina denominó a aquel periodo de la vida de la casa real británica, una frase que ahora ha vuelto a las antenas repetida hasta la saciedad, en esa noria de noticias que nadan entre las aguas del cotilleo más furibundo y la frivolidad de determinadas clases sociales.
Algunos al leer estas improvisadas líneas pensarán que me guía mi vena republicana y que aprovecho cualquier ocasión para zaherir a las familias reales. Pero puedo asegurar que esa no es la causa, sino el hastío que me produce que todo un país como el nuestro se vea sometido de repente a un bombardeo de noticias intrascendentes sobre algo que nos toca muy de lejos, por no decir procedentes de un país con el que mantenemos un contencioso de carácter histórico que se llama Gibraltar. Algunos han pasado directamente de reclamar la devolución a España de la soberanía del peñón, a declarar deprisa y corriendo cuantos más días de luto mejor, incluso antes de que los responsables oficiales del protocolo hayan decidido qué hacer. El esperpento más ridiculo cabalga sobre nosotros sin que nos demos cuenta.
Por cierto, entre estas noticias se ha colado la de que Isabel II sólo viajó a España una vez durante su largo reinado, un viaje corto, después de la transición, durante el que visitó Madrid, Sevilla y Barcelona. Para ser una reina tan añorada ahora por los medios de comunicación españoles, no se prodigó demasiado en venir por aquí, lo que no deja de sorprender. Sucede, sin embargo, que el papanatismo tapa con facilidad los recuerdos, para fomentar la exaltación de determinadas figuras, sobre todo después de que estas hayan desaparecido.
Por cierto, de este clima de exaltación no se ha librado ningún medio, no sólo la televisión pública y las cadenas conservadoras, porque algunos canales de carácter claramente progresista han confundido el duelo con la adulación bobalicona. Que unos periodistas habituados a denunciar los abusos sociales se conviertan de repente en adalides de la monarquía británica sorprende. Ni siquiera éstos se han librado de la corriente de papanatismo que nos inunda desde que se conoció el fallecimiento de la reina Isabel II. Entre las condolencias por la pérdida de la monarca británica y los cantos de alabanza a la continuidad institucional que representa el nuevo Carlos III, las noticias de estos días se han convertido en un bodrio insufrible.
Descanse en paz la monarca desaparecida. Pero que nadie piense, como oigo decir a mi alrededor, que la estabilidad de un país tan sólido como el Reino Unido está en peligro. No lo está ahora ni lo estaría si en vez de monarquía hubiera república.
Como decíamos ayer: pan y toros, la España de charanga y pandereta que anunciaba el poeta. Habrá familias que se pasen los díez días que durarán los funerales delante de la televisión admirando lo bello, lo fino y lo elegante de todo lo que vaya pasando por delante de sus ojos.
ResponderEliminarDeplorable.
Pan y circo quería decir arriba, más propiamente.
EliminarFernando, han pasado varios días desde que escribí este artículo y la dedicación de los medios a la muerte y funerales de Isabel II y a la proclamación del nuevo rey británico no cede. A mí lo que más me sorprende es que, en un país como España en el que el interés mediatico sobre nuestra propios casa real sea tan escaso, la de un país extraño llame tanto la atención. ¿Papanatismo?
EliminarLa gente se traga lo que le pongan en la televisión. Al menos en el Reino Unido toda esta parafernalia ayuda a mantener la conciencia de país unido. No se si con una república el país estaría tan unido. Con el régimen monárquico todo es así porque sí; con una república la gente piensa mas y se cuestiona cosas, lo que implica oportunidades de mejorar, pero también riesgos de desmembramiento.
ResponderEliminarSí, ese es el consabido argumento de los monárquicos, quizá porque no encuentren otro. Pero yo no veo riesgos de desmembramiento ni en Francia ni en Italia ni en Alemania ni... Sin embargo, si veo en ellos progreso. El Reino Unido quizá sea una excepción, porque han convertido a sus monarcas en ídolos casi divinos. Pero a la larga, ni siquiera ellos podrán ir contra la razón democrática. En cualquier caso, a mí lo que me sorprende es el papanatismo galopante que estamos sufriendo estos días.
EliminarTal vez ayude al republicanismo inglés los poco elegantes modos de que hace gala Carlos III.
ResponderEliminarFernando
Sí, es verdad. Aparta ls tinteros que le molestan con mucho desdén. ¿Será soberbia inseguridad?
ResponderEliminar