13 de diciembre de 2022

No hay que confundir el culo con las témporas

Pido de antemano disculpas por haber incluído en el título la palabra témporas, que parece ser que procede del latín con el significado aquí de sienes, muy alejadas éstas de la otra parte de nuestra anatomía que figura en el conocido proverbio. Pero vayamos a lo nuestro y dejémonos de circunloquios introductorios.
 
Si decidiéramos boicotear con nuestra simple actitud personal a los países que incumplen la Declaración Universal de Derechos Humanos, ni podríamos viajar donde quisiéramos ni escoger la ropa que nos gusta vestir en cualquier tienda ni utilizar determinadas fuentes de energía. Muchos de estos bienes, que forman parte de nuestro consumo habitual, proceden de estados con dictaduras opresoras, que no guardan ningún respeto hacia la dignidad de sus ciudadanos, en los que se cometen verdaderas atrocidades. Sin embargo, dejar de comprar sus productos no va a cambiar la indignante realidad que los rodea. Para eso existen otros mecanismos, que por cierto no están en nuestras manos, sino en las de la comunidad internacional.

A mí siempre me ha parecido algo absurdo por inútil dejar de consumir cava catalán o vodka ruso, por aquello del independentismo en un caso y de la invasión de Ucrania en el otro. Son sólo ejemplos, pero si me dejara llevar es posible que no me quedara espacio en este artículo para citar otros muchos. Lo digo porque he oído decir que ver en televisión los partidos del mundial de Catar realimenta la vulneración de los derechos humanos en aquel país, en el que de los dos millones y medio de habitantes sólo doscientos cincuenta mil tienen la ciudadanía catarí. El resto de los que viven allí son, como consecuencia, ciudadanos de segunda. Además, con un sistema  patriarcal que mantiene a las mujeres bajo la absoluta tutela de los hombres, sean estos sus padres, sus hermanos o sus maridos. Y todo lo anterior sin mencionar a los centenares de trabajadores que han muerto durante la construcción de las infraestructuras para el campeonato mundial de fútbol.

Como yo sí he visto los partidos que me interesaban, es decir, los que jugó nuestra selección, me he puesto a pensar si con este gesto habré contribuido a fomentar la constante vulneración de los derechos humanos en Catar; y, de la misma manera que nunca he dejado de brindar con cava catalán y de tomar algún chupito de vodka de cuando en cuando, he llegado a la conclusión de que no hay que confundir el culo con las témporas ni las churras con las merinas.

Este examen de conciencia me ha dejado muy tranquilo, porque significa que tampoco voy a plantearme dudas a la hora de utilizar en mi coche gasolina elaborada a partir de petroleo importado de Arabia Saudita, por proyectar algún viaje a Oriente Próximo, donde el terrorismo por un lado y la represión contra los palestinos por otro causan un auténtico genocidio, o por comprar prendas de vestir elaboradas en Bangladés por trabajadores sometidos prácticamente a la esclavitud. Es decir, voy a continuar mi vida como antes de que me alertaran sobre la inconveniencia de ver los partidos del mundial.

Por cierto, ya que menciono el futbol, una cosa es ver algún partido y otra muy distinta sumarse a la estupidez mediática que se ha organizado alrededor de este acontecimiento deportivo, una especie de catarsis que parece haber alienado a una parte de la población mundial. Cuando, como en mi caso, el futbol es un espectáculo entretenido y pare usted de contar, todas estas zarandajas sobran. Yo, cuando termina un partido, me olvido enseguida. El espectáculo ha terminado y a otra cosa. Si España hubiera continuado en la liza, mejor que mejor, porque así seguiría disponiendo de una distracción más. Pero no ha podido ser.

Volviendo al asunto que hoy me ocupa, nunca me he sumado a campañas que no conducen absolutamente a nada, lo que no significa que no me preocupe la constante vulneración de los derechos humanos en tantos lugares del mundo, entre ellos, y muy destacado, Catar. Pero en política internacional, donde tantos intereses contrapuestos se mueven, no voy a enarbolar banderas reivindicativas a título personal, aunque sí procuraré defender la dignidad de las personas y el respeto a los derechos del hombre allá donde se me dé voz. 

A mi entender, para ello hay cauces entre los que no figura dejar de ver  los partidos de futbol.

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5 comentarios:

  1. Luis, pues te recomiendo el vodka lituano Stoli que “ha lanzado una botella de edición limitada en apoyo al pueblo ucraniano. Los beneficios obtenidos con ella se donarán a World Central Kitchen (WCK), la organización sin ánimo de lucro fundada por el chef José Andrés”, aunque esto vaya en contra de todo lo anterior. ¿O no?
    Una botella te está esperando en mi casa.
    Angel
    PS
    Sobre el fútbol no tengo una opinión excepto que hay que tenerlo en cuenta para llamar a los amigos.

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    1. Ángel, el vodka se ha colado de rondón en mi artículo (venía a huevo), pero no es una de mis bebidas. No obstante, acepto encantado tu invitación.
      En cuanto al futbol, en realidad nada tiene que ver con mi reflexión, salvo el pretexto que me ha dado para reflexionar sobre los boicots al consumo.

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  2. Totalmente de acuerdo con lo expuesto. Sería de locos andar pensando si compro o no compro esto o aquello por el asunto de la vulneración de los derechos humanos. Recuerdo una vez que le preguntaron a Gabriel Rufián, el famoso político catalán de ERC, que si tan en contra estaba de las políticas empresariales de Amancio Ortega, por qué razón llevaba puesta ropa de Zara. El político creo que contestó en un sentido parecido a lo que expones, no sé si conocerás la anécdota que menciono.
    Con respecto al fútbol, sólo vi un partido del Mundial de Qatar: el primero de España, y no necesité ver más. Normalmente soy poco o nada futbolero.
    Y por cierto: cuidado con el vodka con naranja, que se cogen unos "pedos" de alucine.

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    1. Fernando, gracias por el consejo, pero el vodka lo tomo solo y ahora como es por una buena causa, pues doble.
      Angel

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    2. Fernando, si no te gusta el fútbol es lógico que sólo hayas visto un partido. Yo, como soy un aficionado "de colores", sólo he visto los que jugaba España.
      No conocía la anécdota de Rufián, pero abunda en lo que sostengo, que no hay que confundir la gimnasia con magnesia.
      Por cierto, lo del vodka con naranja ni probar. No por los posibles "efectos etílicos", sino simplemente porque no me gusta.

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