2 de diciembre de 2022

Las viejas circunvalaciones de nuestras ciudades

Supongo que ya he confesado aquí en alguna ocasión que siempre me ha interesado el urbanismo, aunque sólo sea a título de entretenimiento o hobby. Por eso, desde hace tiempo me preguntaba que lógica numérica se escondería detrás de los nombres de las circunvalaciones de las grandes ciudades, es decir, en el caso de Madrid, de las denominaciones M-30, M-40 y M-50. A falta de que algún docto en la materia me corrija y me dé otra explicación más convincente, he llegado a la conclusión de que procede de considerar a las rondas más antiguas, las que rodean los cascos históricos, como la primera circunvalación; las que delimitan los ensanches que se edificaron durante los siglos XIX y XX, como la segunda, y los corredores circulares que absorben y distribuyen el intenso tráfico de las últimas décadas como el tercero. Elemental, querido Watson, como diría nuestro amigo Sherlock Holmes.

Pues bien, de acuerdo con esta lógica de clasificación numérica, en el caso de Madrid, la M-10 coincidiría con el trazado de la Real Cerca de Felipe IV, construida en 1625, perfectamente identificable hoy por haber dado lugar a una serie de importantes avenidas actuales. Para no aburrir, diré que los antiguos Bulevares, desde Colón hasta Alberto Aguilera, formarían parte de esta circunvalación, así como las calles que rodean el Retiro, desde Atocha hasta la confluencia de Menéndez Pelayo con O´Donell. Tengo identificadas las demás, pero insisto en que no quiero ser pesado.

La M-20 coincide casi en su totalidad con las llamadas rondas, Doctor Esquerdo, Francisco Silvela, Joaquín Costa, Raimundo Fernández Villaverde y Reina Victoria.  En cuanto a la M-30, nada tengo que explicar aquí, porque todos la hemos sufrido y la seguimos sufriendo con frecuencia. Y de las que vienen a continuación, M-40 y M-50, ídem de ídem.

Una buena manera de saber a qué distancia del centro de nuestra ciudad vivimos cada uno de nosotros es relacionar la ubicación de nuestra casa con las circunvalaciones. No es una medida rigurosa, ni mucho menos, porque ni sus trazados son concéntricos ni son perfectamente circulares. Pero resultan una buena indicación de la "centralidad" o “extrarradialidad” del barrio en el que nos movemos. Yo por ejemplo resido entre la M-10 y la M-20, concretamente entre las calles de Menéndez Pelayo (M-10) y Doctor Esquerdo (M-20). Animo a los lectores de estas líneas a que sitúen sus casas dentro de las circunvalaciones de la ciudad en la que viven, si es que viven en una ciudad con circunvalaciones. Aunque en estos tiempos casi todas las grandes y medianas cuentan con alguna.

La primera vez que yo me encontré con una circunvalación como conductor fue en Roma, cuando todavía era un joven a quien no le daba miedo adentrarse en coche en una gran ciudad desconocida. Aquella primera ronda romana se conocía por Vía Anulare y la utilicé, no sin dificultades de orientación, para dirigirme desde la autopista por la que llegaba -la de Florencia- al barrio donde estaba mi hotel, cerca de la estación Termini. Estoy hablando de principios de los setenta, cuando aquí, en Madrid, sólo contábamos con la M-30 -el arroyo de El Abroñigal-, todavía sin concluir. Cuento esto, porque no me cabe la menor duda de que los cinturones de las grandes ciudades constituyen un auténtico reto para los visitantes que no los conozcan con detalle. Es más, por lo general suponen un factor disuasorio para los automovilistas foráneos.

Sin embargo, las circunvalaciones son la única solución para aliviar los efectos del desmesurado tráfico que soportan nuestras ciudades. Distribuyen la circulación entre barrios sin necesidad de atravesar el centro y, por tanto, descongestionan el movimiento interior. Sus detractores argumentan que contribuyen al imparable crecimiento de las grandes urbes, pero yo estoy convencido de que, con ellas o sin ellas, no hay quien le ponga límites al aumento de población de las metrópolis.

Pero esto sería objeto de otro artículo.

2 comentarios:

  1. En cuanto a mí, Pontevedra no tiene aún rondas de circunvalación, no las necesita de momento. Yo vivo bastante alejado de la ciudad, más cerca de otro pueblo llamado Puente Caldelas.
    Respecto al último tema sugerido, y del que te extenderás otro día, la primera de las soluciones para evitar el continuo crecimiento de la ciudad y la consiguiente descongestión, es la descentralización.

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    1. Aunque conozco Pontevedra, no lo suficiente como para asegurar que exista alguna circunvalación histórica. Sé que no hay una PO-30, pero te animo a que busques la que podría haber sido la PO-10, es decir alguna ronda que envuelva el casco antiguo, a partir de la cual se produjeran en su momento los posteriores ensanches.

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