2 de mayo de 2016

¡Cuidado con las mezclas explosivas!

Me decía el otro día un buen amigo -catalán por más señas- que en política no hay nada peor que una mezcla de demagogia e ingenuidad, la demagogia que aportan algunos políticos y la ingenuidad que prestan determinados ciudadanos. Conversábamos sobre el llamado “problema catalán” –uno más de los eufemismos a los que tan aficionados somos los españoles-, pero muy pronto hicimos extensivas nuestras reflexiones a la situación general en España, en la que a nuestro entender –el de mi amigo y el mío- las cosas transcurren por senderos muy parecidos. En Cataluña la demagogia se basa en presentar la independencia como la panacea universal, disfrazándola de una simple operación de cambio de nombres, de traslado de responsabilidades y de poco más; y la ingenuidad procede de parte del electorado, que acepta las promesas de los líderes separatistas sin considerar la repercusión que pueda llegar a tener en sus vidas. Mientras que en el resto de España la demagogia la proporcionan los que se presentan como defensores de los necesitados, regeneradores de la nación y gestores de una nueva economía al servicio del pueblo, y todo ello, por si fuera poco, nada menos que en el seno de la Unión Europea, respetando la economía de mercado y sin abandonar el euro; y la ingenuidad la ponen los que dan por bueno que tales propósitos estén al alcance de la mano con tan sólo depositar una papeleta que respalde a los salvadores.

Yo confío, sin embargo, en que todo este proceso, o mejor interregno entre elecciones, haya servido para al menos atemperar la ingenuidad; pero no tengo ninguna esperanza en que logre disminuir la demagogia, que tan buenos resultados ha dado hasta el momento a determinados líderes políticos. En cualquier caso, mucho me temo que al final suceda lo que hace tiempo vengo sospechando, que la ingenuidad inicial se transforme en desconfianza generalizada hacia las fuerzas del cambio, emergentes o tradicionales, y que los de siempre sigan en sus poltronas. Los demagogos, y por supuesto los ingenuos, habrán hecho un flaco favor a los que desde hace años aspiran al cambio, ciudadanos que no ignoran que las transformaciones de calado llevan tiempo, no se improvisan, y no olvidan el escenario en el que hay que actuar.

Esta mañana he oído en la SER la habitual intervención de Iñaki Gabilondo, un hombre nada sospechoso de defender ideas conservadoras. Entre otras cosas, ha pronosticado la victoria de la derecha, justificando su vaticinio en que el electorado valora la claridad de ideas. Los votantes del PP, los de siempre y los que se sumen ahora, pueden perdonar la corrupción en su partido, pero nunca la deriva programática. Y el Partido Popular ha demostrado que su rumbo es inalterable y ha mantenido coherencia en su discurso, algo que agradecen muchos electores, les guste o no a los que no le votan.

Por el contrario, la izquierda ha dado más palos de ciego que en las comedias picarescas. No sólo los que han venido a asaltar los cielos, también los de toda la vida, el partido socialista con Pedro Sánchez a la cabeza. Es cierto que a estos últimos nadie les ha puesto las cosas fáciles y que la irrupción de los rompedores de lo viejo ha obstaculizado su rumbo; pero a mi juicio a la socialdemocracia en esta ocasión le ha faltado cintura, o puede que visión de futuro. Cuando la política se mira a corto, se corre el riesgo de no ver nada. En ocasiones hace falta distanciarse de lo inmediato y contemplar el panorama a largo plazo. Eso suele separar el polvo de la paja.

Nos aguarda una campaña rompedora, en la que ya han empezado a utilizarse nuevos eslóganes, recién extraídos de los últimos avatares políticos. Las actitudes que se hayan mantenido durante el periodo que acaba de terminar pasarán factura a algunos y sabrosos réditos a otros.

Pero qué le vamos a hacer. Tenemos lo que nos merecemos. Agradezcámoselo a la demagogia de unos cuantos y a la ingenuidad de otros muchos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario a favor o en contra o que complemente lo que he escrito en esta entrada, será siempre bien recibido y agradecido.