Me escribía el otro día un asiduo lector del blog que en esto de las tribulaciones del PSOE no me mojaba. En realidad lo que sucede es que quizá no haya tenido las ideas claras, lo confieso, como supongo que le estará ocurriendo a muchos de los que suelen votar al partido socialista, porque me parece un disparate permitir con la abstención que gobierne Rajoy, pero se me antoja una temeridad ir a una nueva repetición de elecciones, no ya pensando en los intereses del país -como pregonan los patriotas de vía estrecha-, sino en los del propio PSOE, el único partido que en España representa a la socialdemocracia. Por eso intento acercarme al problema siguiendo día a día la evolución de los acontecimientos, sin demasiados prejuicios, procurando formarme una opinión coherente. Y en ese proceder, en el análisis de las circunstancias que concurren, lo que sí he conseguido hasta ahora es desbrozar en parte el terreno. Me explicaré.
Con absoluto y total respeto a los militantes de cualquier partido, incluidos por supuesto los del partido socialista, lo que no se puede ni se debe hacer es recurrir al asambleísmo para tomar las decisiones del día a día. Las militancias son necesarias porque crean opinión, alimentan desde la base las ideologías de los partido y sirven de cantera para la extracción de sus líderes; y también, al menos en el PSOE, para elegir en primarias al secretario general. Pero no para acordar las tareas del día a día ni para enmendar la plana en situaciones de conflicto a los órganos de dirección, en los que hay que suponer que están representadas todas las tendencias. Me sorprende la miopía cortoplacista de algunos líderes socialistas, que no contentos con el espectáculo que entre todos –TODOS- montaron hace unos días, sigan insistiendo en la necesidad de consultar ya a las bases y en la conveniencia de celebrar en estos momentos un congreso extraordinario. Consulta sí, congreso también, pero no bajo la presión de las circunstancias. Hacerlo ahora sería un suicidio.
Por otro lado, la disciplina -no la obediencia ciega, que son afanes muy distintos- es un valor irrenunciable. La derecha lo sabe muy bien y así le van las cosas. Cuando ahora oigo voces discrepantes dentro del grupo parlamentario socialista, que proclaman a voz en grito que decida lo que decida el Comité Federal ellos votarán no en la investidura de Rajoy, se me altera el ritmo cardiaco. Algunos se han empeñado en cargarse el PSOE desde dentro y es posible que lo logren, porque aliados externos ni les faltan ni les van a faltar. ¿No sería más sensato esperar a las decisiones que adopte el órgano de dirección del partido, en cuya próxima reunión se supone que habrá un debate en profundidad? Pues no: siempre ha habido más papistas que el Papa.
Yo sigo confiando en que la cordura se imponga. De momento, Javier Fernández, un hombre que goza del respeto de una gran parte de la militancia y de la dirección, está haciendo en mi opinión las cosas bien desde la gestora del PSOE, sin precipitaciones innecesarias, a pesar de que el calendario apremia. Parece que sus propuestas van encaminadas a la abstención, previo acuerdo con el PP para depurar los presupuestos. Bruselas aprieta los tornillos, y para los socialistas siempre será preferible que las medidas a adoptar se pacten previamente. Es el mejor servicio que dadas las circunstancias pueden aportar en defensa de los más necesitados. Es posble que no lo vean así algunos militantes y algunos dirigentes, pero así lo vemos muchos votantes o simpatizantes. Porque el mundo no se acaba con esta investidura, hay mucha tela todavía que cortar.
Creo que algo más sí me he mojado. ¿O no?
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