26 de octubre de 2016

El parto de los montes (fábula de Esopo)

Después de un gran ruido mediático, de muchas elucubraciones –algunas bienintencionadas y otras no tanto-, de demasiadas explicaciones innecesarias, de un gran alboroto previo, hace unos días tuvo lugar el Comité Federal del PSOE en el que se decidió la posición oficial del partido socialista con respecto a la investidura de Rajoy, que, como ya era sabido, o al menos sospechado, no fue otra que la de que su grupo parlamentario se abstuviera en la segunda votación. Lo que queda por saber ahora es que harán con su voto los diputados disconformes con la decisión, si acatarla con disciplina o mantenerse en el No es No. En cualquier caso, parece claro que, por muchas discrepancias que haya, la investidura saldrá adelante.

No voy a entrar en este momento a analizar si se trata de un gran error o de un gran acierto, porque a estas alturas muy poco sentido tiene volver a las andadas, que han sido muchas y muy tormentosas. Lo que de verdad importa ahora es lo que los socialistas vayan a hacer a partir de haber tomado esta decsión. En mi opinión, sus primeras obligaciones son recomponer la figura, preparar su congreso, elegir una nueva dirección y empezar a hacer una oposición firme, responsable e inteligente desde el primer día. Firme frente a la injusticia con la que ha estado gobernando el PP durante la legislatura anteriior; responsable ante la difícil coyuntura económica en la que seguimos instalados; e inteligente para conseguir del gobierno en minoría los mayores beneficios posibles para la ciudadanía de este país. Y todo ello sin ignorar el espacio que España ocupa en Europa y en el mundo, porque Bruselas nos va a seguir exigiendo sacrificios.

En contra de lo que algunos opinan, el PSOE no ha firmado ningún cheque en blanco al PP, todo lo contrario. Si Mariano Rajoy quiere llevar adelante sus propuestas no tendrá más remedio que contar con el visto bueno de los socialistas. Entraremos en una nueva dinámica, inédita en España, en la que un gobierno conservador, con un pedigrí antisocial y autoritario –además de lacrado por la corrupción institucional-, se tendrá que ver las caras con una oposición que no parece que esté dispuesta a permitir que las cosas vuelvan a ser como han sido. Una experiencia nueva en España, a la que deberíamos asistir al menos con cierta expectación. No ha sido posible que el PSOE articulara una alternativa, por muchas razones que hoy no viene a cuento recordar por ser de todos conocidas, pero sí está a su alcance instrumentar una oposición eficaz.

Sin embargo, podría suceder que las diferencias que han surgido durante estos meses en el seno del partido continuaran hiriendo a los socialistas si no inician inmediatamente una política de conciliación interna. Verdugos externos no les van a faltar, no sólo los que proceden de la derecha de siempre, también los de esa nueva izquierda que parece obsesionada por finiquitar al PSOE en vez de emplear sus energías en combatir al neoliberalismo antisocial del PP. Por eso, ya que se van a ver obligados a navegar en un mar plagado de tiburones hambrientos, no deberían caer en la tentación de iniciar una guerra fratricida, por muchas e importantes que hayan sido las discrepancias. Si lo hacen, si no cierran las heridas cuanto antes, si no concilian posiciones ideológicas con urgencia, si no salen de la contemplación de su ombligo y recapacitan sobre la posición que la socialdemocracia representa en España y en toda Europa, obligada a mantenerse entre dos extremos cada vez más hostiles, se desangrarán y morirán exangües.

Yo no deseo que eso ocurra, pero no está en mis manos evitarlo. A mí sólo me quedaría continuar dándoles mi confianza en las urnas, siempre que a mi juicio siguieran mereciéndosela.

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