24 de noviembre de 2017

Hacer de la necesidad virtud

Parece ser que algunos de los más destacados defensores de la independencia de Cataluña empiezan ahora a dejar a un lado sus posiciones radicales y nos anuncian un cambio de estrategia. Dicen que abandonan el unilateralismo para ensayar otras formas con las que alcanzar sus objetivos. Y como esto es una dicotomía binaria –valga la enfática redundancia-, en realidad lo que deben de querer decir es que acatan las leyes. Bienvenidos a la sensatez, al seny, que nunca debieron haber abandonado.

Como no creo que estemos en una situación de vencedores y vencidos, y como no es mi estilo hacer leña del árbol caído, considero que los demócratas, separatistas o no, deberíamos alegrarnos de este cambio de actitud, que no es otro que pasar de la rebeldía a aceptar el imperio de la ley y a defender las legítimas aspiraciones políticas de cada uno dentro de las normas de convivencia que nos hemos dado entre todos. Fuera de ellas no cabe nada, no hay subterfugios ni atajos para alcanzar metas políticas. Eso lo deberían haber sabido los líderes secesionistas, si es que no lo sabían, y otro gallo nos cantara. Serán los ciudadanos de Cataluña los que, mediante su voto, valoren la decisión que algunos de sus dirigentes tomaron en su día de poner el país entero patas arriba.

Una pregunta recurrente ahora entre los independentistas es si los constitucionalistas acatarán los resultados de las elecciones del 21-D. Pregunta recurrente y tendenciosa, que no admite más que una respuesta: faltaría más. Lo que sucede es que el resultado de las elecciones lo que permitirá es conformar un gobierno autonómico, sea del color que sea, pero no volver a las andadas del unilateralismo. Si lo abandonan ahora, que lo dejen a un lado para siempre, y que sigan trabajando, si así lo quieren, en favor de sus tesis soberanistas, pero dentro del respeto a la ley. Es difícil que consigan sus objetivos, qué duda cabe, pero es que la realidad de un Estado que tiene cinco siglos de existencia es muy dura de roer. No han sido los políticos de ahora los que han creado España, ha sido el devenir histórico, y en él estamos todos.

Si abandonar las vías unilaterales significa aceptar otras formas de encaje de Cataluña en España, bienvenidos sean al redil de la cordura. Las tesis federalistas se abren paso día a día y la reforma de la Constitución para dar cabida a sus aspiraciones ha empezado a aflorar. Los conservadores no están muy por la labor, porque su ADN lleva implícito el miedo a cualqier cambio, pero en el mundo de los constitucionalistas hay muchos, catalanes o no, que sí apoyarían una reforma de esas características, un reconocimiento de la identidad catalana dentro de la unidad del Estado. Es por ahí por donde se debería seguir avanzando, por una revisión profunda de la organización territorial que deje satisfechos a cuantos más mejor. Porque, dicho sea de paso, los catalanes no son los únicos que requieren modificaciones.

Referéndum  pactado sí, pero de todos los españoles para modificar la Constitución y sólo de los catalanes para refrendar un nuevo Estatuto de Autonomía dentro de una Carta Magna actualizada. Una vía democrática, legal y solidaria por la que ya son muchos los que están trabajando, una hoja de ruta que yo miro con complacencia, una solución que cierre las heridas para siempre. La sangría que supone la falta de cohesión interna no puede seguir debilitando nuestro país.

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