4 de febrero de 2018

Lo políticamente incorrecto y la autocensura

Empieza a preocuparme la cantidad de sucesos políticamente incorrectos que se denuncian todos los días a nuestro alrededor. Mejor dicho, lo que me alarma no son los hechos denunciados sino la cantidad de denunciantes o censores que nos advierten sobre los peligros que nos acechan si no ponemos orden entre tanta incorrección. Cuidado con los anuncios sexistas -nos avisan-, con los chistes de tinte racial, con las historias pasadas de tono o con llamarle chucho a un perro. Son actitudes -insisten- incorrectas y por tanto censurables. Y añaden: hay que acabar con ellas.

¡Pero qué exageración! Yo no digo que no haya que cuidar las formas, que no sea de mal gusto cierta publicidad, algún chiste malintencionado, determinado exhibicionismo pornográfico o la falta de atención a los animales. Pero de eso a decir que con una modelo escotada en un anuncio se fomenta el machismo o que con la lectura de “Cincuenta sombras de Grey” se bordea la perversión sexual hay un abismo.

Me pregunto a veces que haría hoy mi admirado Gila en una sociedad tan mojigata como sería la que pretenden alcanzar estos censores. No podría contar aquello de me habéis matado un hijo pero lo que nos hemos divertido -porque lo acusarían de exaltar el terrorismo-, ni lo de que él nació en su casa cuando su madre no estaba -porque lo tacharían de atentar contra los fundamentos de la familia tradicional-, ni lo de decirle al enemigo que no sea molesto y no ataque a la hora de la siesta-, porque le caería encima el sambenito de antisistema-, y ni siquiera podría repetir los chascarrillos pueblerinos -porque lo culparían de antisocial-. Posiblemente se negaría a cambiar el discurso transgresor que le dio fama y del que emanaba su talento como humorista, y gracias a su rechazo a tanta gazmoñería mantuviera el nivel de genialidad que siempre tuvo.

No estoy en contra, sino todo lo contrario, de las luchas reivindicativas de las minorías discriminadas. Las apoyo intelectualmente y nunca se me oirá decir algo que contradiga su discurso. Pero cuando  oigo chistes de esos que empiezan por iban un judío, un musulmán y un cristiano, o un negro, un chino y un blanco, o cualquier otro de índole comparativa, suelo reírme por el mensaje tópico que encierran y no pienso en ningún caso que se estén vulnerando derechos de minorías ni mucho menos hiriendo sensibilidades. Un chiste es un chiste y nada más.

Me preocupa que detrás de tanta defensa de lo políticamente correcto se esconda el intento de implantar una nueva forma de censura, o mejor dicho de autocensura, que nos obligue a pensar con mucho detenimiento lo que vamos a decir, no vaya a ser que hiramos la susceptibilidad de alguien. Me intranquiliza que, bajo el pretexto de defender los legítimos derechos de algunos, se socave uno de los que considero irrenunciables, el de la libertad de expresión.

Sin perjuicio de que no me gusten ni la vulgaridad ni la chabacanería ni la falta de consideración hacia nadie, prefiero la incorrección política a esta autocensura sobrevenida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario a favor o en contra o que complemente lo que he escrito en esta entrada, será siempre bien recibido y agradecido.