Siempre he pensado que los conflictos sociales ayudan al colectivo humano a progresar, sean aquellos de la índole que sean, pacíficos, tumultuosos, violentos o incluso revolucionarios, Constituyen expresiones de disconformidad que ponen de manifiesto que algo no funciona apropiadamente y que por tanto es preciso corregir. A veces producen reacciones en contra que pueden llegar a entorpecer el avance, pero al final las cortapisas se vencen y la evolución positiva continúa hacia adelante. En este orden de cosas, en el conflicto para progresar, se inscribe la huelga de mujeres del día 8 de marzo, una protesta que lo que pretende es llamar la atención sobre la discriminación entre hombres y mujeres.
No es la primera vez que traigo aquí este tema, la lucha social para acabar con la diferencia de oportunidades entre mujeres y hombres. Digo, y repito, diferencia de oportunidades, porque estoy convencido de que las desigualdades tienen origen en ellas. Eliminadas las causas se eliminarán los efectos. Muerto el perro se acabará la rabia. Por eso, estoy totalmente de acuerdo con la celebración de esta huelga, que más que un paro absoluto –que también- persigue hacer oír la voz de las mujeres, su reclamación ante la injusticia y el atropello discriminatorio.
El machismo, del que confieso no sentirme del todo ajeno, es la primera de las razones de la desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, por no decir la única. Y el machismo, ¡ojo!, no es privativo de los hombres, porque muchas mujeres caen en sus redes, víctimas de la presión ambiental, y educan a sus hijos varones de manera distinta que a sus hijas. El erróneo instinto machista les hace considerar que ellos y ellas no han de desenvolverse igual en la vida y, de forma inconsciente, contribuyen a mantener las diferencias.
Es curioso observar cómo se están manifestando las distintas tendencias políticas durante estos días respecto a la oportunidad o inoportunidad de la huelga de las mujeres. La derecha reaccionaria está en contra, no sé si porque consideran que no hay nada que reivindicar -lo que me sorprendería- o porque crean que cualquier protesta social tiene siempre el sello revolucionario de la rebeldía, y sabido es que las alteraciones del estatus establecido los pone nerviosos. Su sentido conservador de la vida los inclina a conservar lo existente, incluso las discriminaciones sexistas.
La izquierda, por el contrario, la apoya sin tapujos. El sentido progresista que inspira su ideología no encuentra reparos a una iniciativa como ésta, en la que lo único que se persigue es poner el foco sobre una histórica reivindicación social, la de que los hombres y las mujeres somos iguales. Otra cosa es el mayor o menor énfasis que ponga cada uno, porque hasta en esto de las protestas por la injusticia hay diferencias de matiz entre unas izquierdas y otras.
Desde mi punto de vista, esta huelga es uno más de los hitos reivindicativos de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, y como tal estoy a su favor. Protesta que algo queda, podría ser el eslogan.
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