Y me gusta leer novelas o ensayos por igual. En cuanto me sumerjo en los argumentos o en las argumentaciones de las primeras páginas de un libro, ya no soy capaz de abandonar su lectura hasta el final. También es cierto que aquí soy algo más selectivo que con el cine, porque mientras que con éste me basta con echar un vistazo a la oferta disponible para seleccionar la película que me interese en un momento determinado, la elección de un libro me lleva bastante tiempo de brujuleo entre las estanterías de las librerías que frecuento. Me sucede algo así como si con el cine no me importara demasiado equivocarme en la elección, mientras que con la lectura tuviera temor a perder el tiempo entre las páginas de un argumento o de una tesis que careciera de interés para mí. Por eso atiendo poco las recomendaciones cinematográficas que se me hagan y mucho los consejos de los lectores.
Lo que no llevo bien es la mezcla de estos dos medios. Quiero decir, para que nos entendamos, que no suelen gustarme las adaptaciones cinematográficas de las novelas. Supongo que se debe a que mientras que con la lectura es mi mente la que pone cara a los protagonistas, construye los escenarios y compone la sintonía general, el cine me lo da todo hecho y sólo tengo que prestar atención a lo que veo y a lo que oigo. En la lectura soy colaborador necesario del escritor y en la contemplación de una película mero receptor de la creación de otros.
Por eso, me resulta bastante incómodo ver una adaptación cinematográfica después de haber leído el libro sobre cuyo argumento esté basada. Suelen quedarse cortas o desdecir las ideas que yo había formado en mi mente con la lectura del libro. Por el contrario, son muchas las películas que me han llevado a buscar el libro adaptado, para así encontrar el desarrollo completo de las ideas del autor, aunque me encuentre lamentablemente condicionado por la previa visualización de la película. Creo que se trata de dos géneros tan distintos, de dos entretenimientos tan dispares, que difícilmente soportan la simbiosis.
Lo que me pregunto muchas veces es dónde encontraran distracción aquellos a los que no les gusta ni la literatura ni el cine. Aunque ya sé que siempre hay un roto para un descosido.