22 de octubre de 2018

Predecir el futuro

Con este título alguien podría pensar que hoy me he propuesto escribir sobre pitonisas o sobre adivinadores de lo que está por venir. Nada más lejos de mi intención. Lo que en realidad pretendo es reflexionar sobre ese tópico tan extendido que proclama que el conocimiento de la Historia ayuda a predecir el futuro. Lo he oído tan a menudo, que incluso llegué a creérmelo en algún momento. Pero, como estoy a tiempo de rectifica mis erroresr, voy a hacerlo. Y no sólo eso, también a justificar por qué me desdigo de lo que en algún momento defendí como una verdad incuestionable.

El desarrollo de la humanidad a lo largo del tiempo, que es en realidad la materia que estudia la Historia, obedece al efecto mariposa, ese según el cual el aleteo de uno de estos insectos en algún lugar del planeta puede ocasionar huracanes en las antípodas. De igual forma, la evolución del comportamiento social a lo largo de los siglos se debe en gran medida a efectos aleatorios, es consecuencia de la suma de infinidad de razones impredecibles y no de causas recurrentes a lo largo del tiempo, como el tópico da a entender.

¿Alguien hubiera podido suponer antes de que surgieran las sufragistas a principios del siglo XX que el feminismo iba a estar con el tiempo en la cresta de la ola como está en estos momentos? ¿Podría alguien haber imaginado en el Toledo medieval de las tres culturas que el yihadismo causaría en el siglo XXI el terror que está causando? ¿Hubieran podido pensar los padres de la constitución americana en el siglo XVIII que con el tiempo tendrían un presidente como Trump? ¿A los combatientes en Verdún se les podría haber pasado por la cabeza que los descendientes de los que en ese momento les disparaban desde las trincheras de enfrente serían algún día ciudadanos de la misma Unión Europea a la que pertenecerían los suyos? Mi respuesta a las preguntas anteriores es que ni por asomo.

Este tópico tiene además varios inconvenientes o, mejor dicho, trae aparejados mensajes negativos o pretextos sectarios. El primero es el fatalismo: si las cosas fueron mal en algún momento, seguirán yendo mal y nada ni nadie podrá evitarlo. El segundo, ahora muy en boga con tanto nacionalismo de todo tipo, la manipulación de la Historia con fines sectarios: debemos ir por este sendero, porque ya lo hicieron nuestros antepasados.

El futuro no existe, se hace día a día. Nada hace pensar que las cosas deban suceder como evolución lógica de cualquier pasado. Cada mañana aparecen nuevos factores, nuevas causas, nuevos gérmenes para el desarrollo futuro de la humanidad, que arrasan los anteriores, les quitan vigencia y les hacen perder validez. En definitiva, los anulan como elementos sobre los que basar nuevas predicciones. Las acciones individuales de millones y millones de personas en cualquier rincón del mundo forjan día a día, sin que ellos lo sepan, el futuro de la humanidad. Y como la resultante del conjunto de esas manipulaciones es impredecible, también lo es el devenir de la Historia. No tenemos ni la menor idea de adónde vamos a corto plazo, ni mucho menos a largo. Cualquier especulación no será más que eso, un puro invento.

De las tres supuestas consecuencias que acarrea el estudio minucioso de la Historia -conocer el pasado, entender el presente y anticipar el futuro-, me quedo con las dos primeras. La tercera no es más que un tópico sin fundamento alguno.

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