13 de octubre de 2018

Hoy las costumbres adelantan que es una barbaridad

Conozco a pocos que no consideren que en esto de los modales o de las costumbres sociales cualquier tiempo pasado fue mejor. Oigo tanto decir que el trato entre las personas está perdiendo calidad, que me he preguntado muchas veces si no se tratará de un tópico más, sin fundamento alguno que lo respalde. Como soy un escéptico impenitente, llevo un tiempo tratando de observar a mi alrededor lo que en realidad sucede y estoy llegando a la conclusión de que al emitir juicios sobre este asunto se utilizan patrones inadecuados. Dicho de otro modo, creo que se juzgan las conductas sin tener en cuenta la evolución de las costumbres.

Cuando yo andaba por los treinta, en el ambiente que por entonces frecuentaba se tenía por costumbre besar la mano a las señoras casadas cuando te las presentaban por primera vez, una leve inclinación del cuerpo, tan sólo un amago de lo que en otros tiempos quizá fuera una completa genuflexión versallesca. Ahora no se me ocurriría semejante ceremonia, no porque me haya vuelto un maleducado, sino porque las costumbres sociales han cambiado.

En las últimas semanas he tenido ocasión de asistir a dos bodas muy diferentes entre sí, pero las dos paradigmáticas de sus respectivos entornos familiares, que por cierto, aunque de mentalidades muy distintas, respondían a categorías sociales muy parecidas, a esa que algunos llaman de clase media acomodada. En las invitaciones de las dos figuraba una tarjeta con el número de cuenta corriente de los novios, para que de ese modo los invitados tuviéramos claro qué tipo de regalo se esperaba.

Cuando yo me casé, recuerdo que remitir a una lista de bodas resultaba cuanto menos chocante, por no decir de mal gusto. Más tarde se generalizaron, hasta el extremo de convertirse en depósitos bancarios disimulados, porque los titulares podían cambiar cada regalo por el que a ellos más les interesara. Y ahora un paso más, dinero contante y sonante y dejémonos de hipocresías. No me extrañaría que dentro de unos años el regalo nupcial se convierta en una tarifa a cobrar en ventanilla cuando se acceda al banquete. Más democrático e igualitario imposible.

Otro ejemplo. Yo me eduqué en el convencimiento de que había que limitar el uso del tuteo a los entornos más íntimos. En el colegio y en la universidad los profesores se dirigían a nosotros de usted. Respecto a las personas mayores, a nadie se le ocurría bajo ningún pretexto utilizar la segunda persona antes de recibir la correspondiente venia, salvo que hubiera suficiente confianza o proximidad familiar acreditada. Ahora el tuteo gana cada día gana más terreno. Confieso que a mí me está costando mucho acostumbrarme a esta nueva forma de relación personal. A veces, llevado por la terquedad, contesto de usted para defender “mi costumbre”, aunque reconozco que cada vez me voy rindiendo con más facilidad, entre otras cosas para no encontrarme con la ridícula situación de continuar hablándole de usted a una dependienta de 20 años, mientras ella, inamovible en sus convicciones,  continúa con el tuteo.

¿Son éstos síntomas de deterioro de la educación? Yo creo que no. Me parece que lo que sucede es que las costumbres sociales cambian constantemente hacia posiciones cada vez más prácticas y transparentes. Y es conveniente adaptarse a ellas si uno no quiere quedarse fuera de juego.

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