Siempre me ha gustado la frase que hoy he elegido para ponerle título a esta reflexión, quizá porque contenga dos palabras en desuso y yo sea un romántico del idioma. Se trata de una expresión coloquial que significa con grandes dificultades, pero también que, a pesar de los obstáculos y aunque sea con lentitud, se progresa. Es más, si me propusiera exprimir el aforismo hasta sus últimas consecuencias, es posible que encontrara en su espíritu la consideración de que la elegida es la única manera de alcanzar el objetivo propuesto. Pues bien, eso es lo que está sucediendo estos días con las negociaciones poselectorales del PSOE, que avanzan a trancas y barrancas, aunque no siempre se consiga abrir las primeras y salvar las segundas.
Las conversaciones entre los partidos son tantas y tan variadas, que no voy a entrar en pormenores de todos conocidos. Me limitaré a intentar encontrar el común denominador de todas ellas, o al menos algunas características que distingan la estrategia escogida por los socialistas de las que están siguiendo otros partidos durante estos días. Estrategia que, en mi opinión, en ningún caso implica que el PSOE se haya impuesto rígidas normas a seguir, ni mucho menos dibujado líneas rojas inamovibles. Estas autolimitaciones en política sólo caben en los muy estrechos de miras.
Pedro Sánchez y los suyos pretenden en primer lugar gobernar con independencia programática y sin ataduras ni servidumbres con otros. De ahí que los socialistas no quieran hablar de ministros de Podemos en el gobierno. Es cierto que esta formación política es imprescindible para que el presidente en funciones logre la investidura, pero no lo es menos que representa una izquierda muy escorada hacia las reivindicaciones radicales y que, además, en estos momentos no goza precisamente de un gran prestigio político. El candidato a la presidencia sabe que no puede ni debe enfrentarse a los poderes económicos nacionales ni internacionales, inmersos como estamos en un mundo globalizado, y algunos ven a Pablo Iglesias y a sus más preclaros colaboradores como cruzados anticapitalistas.
Tampoco quieren lo socialistas llevar adelante su programa con la colaboración de los independentistas de cualquier signo. Una cosa es el diálogo para encontrar soluciones políticas que satisfagan a todos y otra muy distinta aparecer como aliados de grupos cuyas reivindicaciones sobrepasen los límites constitucionales. El PSOE no cedió ante las presiones de los separatistas durante el interregno que transcurrió entre la moción de censura y la convocatoria de elecciones –a pesar de las reiteradas y falsas acusaciones que lanzaban las tres derechas al unísono- y no parece que esté dispuesto a ceder ahora.
En cuanto a Ciudadanos, El PSOE no está pidiendo su cooperación, porque sería algo así como intentar cazar liebres en el mar, cuando ya sabemos que es mentira tra-la-rá. Los socialistas tienen claro que este partido no sólo es conservador, sino que además está dispuesto a aliarse con la ultraderecha con tal de gobernar. Por eso se limitan a lanzarles advertencias para que no obstruyan la formación de gobiernos socialistas donde hayan sido los más votados, argumentando que lo contrario contradice completamente sus pretensiones centristas. Lo que sucede es que, no nos engañemos, Ciudadanos no es de centro. De manera que un pacto global entre los socialistas y los de Rivera está totalmente descartado.
Con estas consideraciones tácticas y estratégicas, a nadie puede sorprenderle que las negociaciones que está manteniendo el PSOE para obtener apoyos suficientes estén yendo a trancas y barrancas. Lo que sucede es que no hay otra manera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cualquier comentario a favor o en contra o que complemente lo que he escrito en esta entrada, será siempre bien recibido y agradecido.