5 de junio de 2019

La paranoia climática


Desde que tengo uso de razón no hago otra cosa que oír la conocida frase de “el tiempo está loco”, una expresión que manifiesta la sorpresa que inexplicablemente produce en algunos un hecho cierto y bien conocido, que el clima varía constantemente, sometido como está a infinidad de factores, todos ellos aleatorios. Los que así se expresan vienen a decir algo así como, “si toca llover por qué no llueve”, “si en esta época debería hacer calor por qué hace frío” o “si estamos en primavera a cuento de qué nieva en Navacerrada". Dan por cierto que el clima debe comportarse de acuerdo con unas leyes elaboradas con precisión matemática y que las desviaciones respecto a la norma significan que algo raro está sucediendo.

En mis tiempos universitarios estudié una asignatura que se llamaba Climatología. Allí aprendí, de forma estructurada y con rigor científico, que nunca se repiten con absoluta precisión las mismas condiciones climatológicas, porque el conocido efecto mariposa impide la duplicación exacta de cualquier estado atmosférico que se haya dado con anterioridad. Entre los ejercicios que como estudiante tuve que desarrollar figuraba la recopilación de los datos climáticos de una determinada zona geográfica, a lo largo de un periodo de varias décadas, para después realizar con ellos estudios estadísticos. De ese análisis se deducía lo que acabo de decir, que la previsión atmosférica no puede determinarse con gran anticipación porque el comportamiento del clima es absolutamente impredecible.

Pero también, por medio de aquellas prácticas,  supe que cualquier situación atmosférica, por atípica que pueda parecer, ya se ha dado con anterioridad en algún momento. Es decir, ni el clima responde a normas matemáticas preestablecidas, por lo que no podemos extrañarnos de lo que suceda en un momento determinado, ni deberíamos alarmarnos ante las condiciones extremas que se den en otro cualquiera, porque seguro que en líneas generales ya se habrán producido en el pasado e indefectiblemente volverán a repetirse en el futuro.

No estoy hablando hoy del cambio climático debido al deterioro medioambiental que está originando un lento, indiscutible y preocupante proceso de cambio a largo plazo. Me estoy refiriendo a las sorpresas que muchos ciudadanos dicen sentir cada vez que se levantan y el tiempo no responde a sus expectativas. Estoy pensando en todos aquellos a quienes extraña que nos entre por el noroeste una borrasca en mayo, y las temperaturas bajen diez grados de repente, o en los que se sorprenden cuando en estas fechas se estabiliza sobre nosotros un anticiclón y los termómetros se disparen a temperaturas estivales.

Yo a este comportamiento ciudadano de sorpresa diaria ante las situaciones atmosféricas lo llamo paranoia climática, porque no deja de ser una obsesión. En primavera avanzada, cuando en general siempre ha hecho buen tiempo, los informativos nos sorprenden con bañistas en las playas, si las temperaturas han subido un poco por encima de lo esperado, o con los últimos esquiadores, si ha caído alguna nevada tardía; y nos presentan la noticia como sorprendente, como si nunca hubiera ocurrido antes. Una manera quizá de llenar los telediarios "hablando del tiempo", pero que en cierto modo alimenta la idea de que el clima se ha vuelto loco.

No, el tiempo no se ha vuelto loco. Lo que sucede es que tenemos muy poca memoria climática.

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