23 de junio de 2019

El sombrero me lo quito y me lo pongo

Oír estos días a los líderes de las tres derechas dar explicaciones sobre sus pactos y alianzas resulta, además de desconcertante, divertido.  Vi el otro a Begoña Villacís, la flamante vicealcaldesa de Madrid, hacer verdaderas contorsiones dialécticas para explicar que Ciudadanos no ha pactado ni pactará con Vox, sino exclusivamente con el PP. A preguntas de los periodistas explicaba que si los populares llegaban a acuerdos con los de la extrema derecha era un asunto que no les concernía.  Es más, cuando la pregunta se concretó en si al señor Ortega Smith y a sus compañeros de filas se les iba a dar algún cargo de responsabilidad política en alguno de los distritos de Madrid, contestó que bueno, que quizá, que no sabía, pero que en cualquier caso dispondrían de poca capacidad de decisión. Y se quedó más ancha que larga, a pesar de que ya goza de buena estatura.

Ciudadanos está insultando la inteligencia de sus votantes, porque no creo que haya uno sólo que en el fondo se crea tanta patraña, tanto embuste pergeñado con la exclusiva intención de ocultar que lo que quieren es tocar el poder, no importa a costa de quién y de qué. Se han convertido en cómplices necesarios para que Vox se introduzca en las instituciones españolas y, a pesar de la evidencia, lo niegan. Lo que sucede es que con tanta negativa, con tantas explicaciones para demostrar que ellos tienen las manos limpias, cada vez se enfangan más.

Si Macrón fuera un sustantivo común en lugar de un nombre propio, uno de sus diminutivos sería “macronito”. Albert Rivera pretendía ser un político a la medida de Macrón y se está quedando con sus esperpénticas maniobras poselectorales en un simple aspirante a segundón del PP por culpa de la carencia que padece de ideas propias. Si hay que meter a Vox en las instituciones qué más da y si hay que decir que el presidente francés respalda sus alianzas pues se dice. Luego vienen los categóricos desmentidos del Palacio del Elíseo y se capea el temporal como se puede. No, no fue el gobierno francés quien lo dijo, sino el partido que lo sustenta.

Pero de todos los tropiezos que está teniendo Ciudadanos por culpa de sus propias contradicciones, quizá la contundente respuesta que le ha dado Manuel Valls a Albert Rivera ante su errática deriva sea la más categórica. No creo que en España, en los últimos años, ningún político en activo haya recibido un castigo tan demoledor como han sido las declaraciones del señor Valls, en su día presentado a bombo y platillo como el gran fichaje de la formación naranja y convertido hoy en denunciante de la incoherencia de sus líderes, acusaciones que no han terminado y ya veremos cómo acaban. Lo veía venir, pero confieso que nunca llegué a pensar que la dureza de la respuesta llegara a estos extremos.

Yo también pensé en algún momento –muy breve por cierto- que Ciudadanos pudiera suponer una reforma necesaria a la corrupción institucional que se había instalado en la derecha española. Pero ya ha llovido lo suficiente como para no haberme despertado de aquellas ilusas ensoñaciones.

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