A veces los títulos de las películas me vienen a huevo para encabezar alguna de estas reflexiones. Hemos oído tantas afirmaciones rotundas a lo largo de la campaña electoral, que deberíamos prepararnos para asimilar lo que va a suceder a partir de ahora, la articulación de unos inesperados pactos que pondrán al rojo vivo las hemerotecas, aunque seguramente no alterarán el pulso de los que caigan en contradicción con sus declaraciones anteriores. Como el panorama de este fenómeno de aparentes contradicciones entre lo dicho y lo hecho promete ser muy amplio, hoy voy a limitarme al entorno del PSOE, cuyos militantes cuando celebraban la victoria en las elecciones generales le pedían a gritos a su secretario general que de Ciudadanos “ni mijita”.
La llamada aritmética parlamentaria es muy extravagante y caprichosa, mucho más ahora con tanta fragmentación del voto. A Ciudadanos, que no ha logrado ninguno de los objetivos que se había marcado -entre ellos superar al PP-, los resultados sin embargo lo han convertido en un partido central –que no centrado-, capaz de decidir el color de muchos gobiernos municipales y autonómicos. Lo cual significa que puede pactar con las derechas, y dar lugar a gobiernos y ayuntamientos del PP, o con el partido socialista, y permitir así que sean éstos los que gobiernen, y en los dos casos apuntarse las contrapartidas oportunas
Para resolver el entuerto han organizado un comité de sabios que analice la situación y proponga lo que más interese a la gobernabilidad -dicen ellos- o lo que más interese a su partido –dicen otros-, porque las dos cosas no tienen por qué ser coincidentes, aunque tampoco necesariamente dispares. Pero esta maniobra, que en principio parecería fácil, no lo es tanto. En realidad se trata de un puzle de muchas piezas, en el que si te equivocas al colocar una no acabas de terminarlo o lo acabas mal. Pero es que además los de Ciudadanos han proclamado con tanta insistencia que con Vox ni a la vuelta de la esquina y que a Pedro Sánchez hay que negarle el pan y la sal, que ahora torcer el rumbo requiere dar muchas explicaciones.
Lo que sucede es que estamos hablando de política y ya se sabe que en política todo es relativo. No lo digo peyorativamente, sino todo lo contrario, porque cuando se ejerce aquella se precisa flexibilidad y capacidad de diálogo. Las defensas numantinas de los principios ideológicos son contraproducentes y los cordones sanitarios demenciales. Se debe poner los pies en la tierra, templar el ánimo y muchas veces, por qué no decirlo, hacer de tripas corazón.
Manuel Valls, un político con más tablas que Queta Claver, ha propuesto que Ada Colau gobierne el ayuntamiento de Barcelona con el apoyo del PSOE, sin pedir contraprestaciones a cambio. Su objetivo es evitar que los separatistas accedan a la alcaldía. Al mismo tiempo en Madrid, Íñigo Errejón sugiere que Ciudadanos y el partido socialista se pongan de acuerdo para gobernar el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, también sin exigir compensación alguna. En este caso al exdirigente de Podemos le guía la intención de evitar que la ultraderecha entre de la mano del PP en las instituciones madrileñas.
No sé hasta dónde llegarán estas maniobras, que cuentan con innumerables obstáculos que vencer; pero de lo que no tengo la menor duda es de que nunca se debe decir nunca jamás.
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