No quisiera ser muy negativo en mis apreciaciones sobre las futuras consecuencias de la pandemia que estamos sufriendo, pero, si quiero hacer honor a mi compromiso de escribir aquí lo que pienso y no andarme con paños calientes, no tengo escapatoria. Por eso me atrevo a vaticinar que el coronavirus ha llegado para quedarse. Creo, por consiguiente, que a partir de ahora muchas cosas van a cambiar entre nosotros, lo que no significa que todo vaya a ser peor.
Le oí decir el otro día a un amigo que la Covid-19 se convertirá con el tiempo en una gripe vulgar y corriente. Seguramente lo que quiso decir es que las víctimas mortales se reducirán a las seiscientas cincuenta mil que este último virus causa al año en el mundo, en vez del más de millón y medio contabilizados a la fecha por coronavirus, número que por cierto no deja de crecer. Pero incluso haciendo un cálculo tan benévolo, el asunto no deja de ser preocupante.
El mundo entero está pendiente de la disponibilidad de la vacuna, que debería suponer un alivio para todos. Las últimas noticias que van llegando son alentadoras, aunque quedan muchas incógnitas por desvelar, sobre todo las relativas a la fase de vacunación. El gobierno asegura que está preparando un detallado plan para toda la población, pero mucho me temo que, como los recursos sanitarios son escasos, cuando llegue el momento surjan multitud de dificultades, desde la falta de dosis suficientes, hasta la adecuación de los centros sanitarios donde vayan a administrarse. Además, y esto quizá sea lo más preocupante, nadie sabe cómo se controlará el orden de vacunación en función de los factores de riesgo. Quisiera equivocarme, pero me temo que, por mucho que se hayan previsto todas las contingencias, al final surjan problemas de difícil solución.
Sin embargo, no todo va a ser negativo. Algunas costumbres, impuestas por la obligación que tenemos de evitar el contagio, se quedarán entre nosotros. La sociedad se estaba acostumbrando a pasos agigantados a soportar las aglomeraciones. Los aeropuertos, los conciertos musicales, los estadios deportivos, las celebraciones festivas, etcétera, cuyo acceso está ahora limitado gracias a las medidas sanitarias que se han ido tomando, no creo que vuelvan a convertirse en promiscuos hervideros de muchedumbre. Los que sufrimos la pandemia estamos desarrollando sin darnos cuenta un instinto “antisocial”, que supongo que no desaparecerá con la pandemia. A partir de ahora es muy posible que surjan regulaciones normativas para impedir los hacinamientos. Puede ser, no lo voy a negar, que el ansia de ganar dinero, por un lado, y la terquedad de los usuarios de determinados espectáculos y de ciertas celebraciones por otro, remen en sentido contrario. Pero el miedo colectivo ahí está y hará que seamos muchos los que huyamos del contacto indiscriminado con el gentío. Por cierto, hace unos días oí un chascarrillo que circula por algunos países centroeuropeos: están deseando volver a mantener la distancia de cinco metros con sus congéneres, porque la de metro y medio impuesta por la pandemia les resulta agobiante.
Las mascarillas, que antes veíamos de vez en vez en los grupos de turistas japoneses, a quienes señalábamos con el dedo para tacharlos de paranoicos, tardaremos mucho en perderlas de vista, si es que alguna vez dejamos de verlas. Ahora ha sido este virus, pero mañana pueden ser otros. Y si a eso le unimos que la contaminación atmosférica cada vez está más incontrolada, nada tendría de particular que la venta de esta prenda se convierta en algo tan frecuente como la de calcetines o medias. A mí esto me ha cogido un poco tarde para tomar iniciativas empresariales, pero creo que invertir en esta nueva oportunidad que se abre ante los emprendedores no sería ninguna tontería.
Y no quisiera olvidarme del aseo personal.
Al principio de la pandemia, cuando todo el mundo explicaba cómo había que
lavarse las manos, me quedaba perplejo, porque era algo así como si se
reconociera que la gente no sabía asearse. Bueno, la verdad es que no está mal
que de vez en cuando se recuerde la conveniencia de mantener el cuerpo limpio. Espero que esta pandemia nos traiga un mayor interés por la limpieza en general, algo que a veces se echa de menos alrededor.
Ya he dicho que no todas las consecuencias de esta pandemia van a ser negativas.