Llamo así a doña Isabel Díaz Ayuso para abreviar, pero que a nadie se le ocurra pensar que utilizo las iniciales de su nombre con perversas intenciones peyorativas. Nada más lejos de mi intención, porque en cierto modo siento admiración por ella, sobre todo por la osadía y desparpajo con los que se enfrenta a diario a los medios de comunicación, muchos de los cuales parecen empeñados en ponerla en situaciones incómodas. El otro día, cuando inspeccionaba las obras del nuevo hospital de emergencias que se está construyendo en los alrededores de Madrid, tocada con un elegante casco blanco de albañil y en pose de capataz de obras, una periodista se interesó por los médicos que se necesitarán para atender tan flamante centro hospitalario, que según parece albergará 1.000 camas. Qué pregunta, por favor, dijo doña IDA con el ceño fruncido. La presidenta de una comunidad autónoma no puede estar al corriente de estos pequeños detalles, propios del personal subalterno. Es cierto que balbuceó un poco, que explicó algo dubitativa que se trasladaría al personal sanitario desde otros centros médicos de Madrid, que su mirada erró durante unos instantes buscando apoyo en alguien, pero en definitiva salió airosa de la encerrona, con la altivez y donosura dignas de una gran dama.
La construcción de este nuevo hospital está dotada de un presupuesto de 51.706.443, 76 €, nada más y nada menos. Se está construyendo a una velocidad sin antecedentes en los anales del desarrollo de las obras públicas, ya que corre prisa. Si a doña IDA el simple hecho de visitar las obras le procura réditos políticos, no quiero ni pensar qué sucederá el día de la inauguración. Los pequeños detalles de la disponibilidad de personal sanitario ya se resolverán, y si hiciera falta dinero para hacer frente a este pequeño detalle, que ya sabemos que no entra dentro del área de su responsabilidad directa, se detraerá de otras partidas presupuestarias, como por ejemplo del dinero asignado al funcionamiento de los actuales hospitales de Madrid. Algunos a esta solución la comparan con desnudar a un santo para vestir a otro, pero quizá la presidenta piense que al fin y al cabo sólo se trata de imaginación financiera y de eficacia en la gestión.
Una de sus últimas decisiones ha sido confinar a la Comunidad Autónoma de Madrid unos días sí y otros no (pinto, pinto, gorgorito), cuando los expertos -también los suyos- recomiendan con insistencia que haya continuidad en la limitación de las causas de contagio, si de verdad se quiere ser efectivo. Es difícil entender qué pasa por la cabeza de doña IDA cuando dicta estas medidas, porque sabe muy bien que los madrileños no pueden beneficiarse de su generoso goteo, ya que toda España está confinada o, al menos, la movilidad de las personas muy limitada. Puede que quiera notoriedad, aparecer ante los suyos como una heroína enfrentada al tirano y que se la vea como defensora irreductible de los derechos constitucionales de los madrileños. Lo importante es que hablen de ella, aunque, como decía aquel, sea bien.
El PP de Casado ha escogido a doña IDA como mascarón de proa de su navío, mientras navega por los incómodos mares de la oposición, supongo que porque necesite asirse a uno de los pocos reductos de poder que mantiene en estos momentos. El Congreso y el Senado no le son demasiado afines, por lo que en las cámaras poco tiene que hacer. Sin embargo, una Agustina de Aragón disparando cañonazo tras cañonazo contra los intrusos invasores puede ser útil en la estrategia que ha elegido, un perfecto complemento del griterío que se utiliza en las Cortes. Los restantes presidentes autonómicos de su partido no se prestan a estas jugadas, incluso las critican cada vez con menos disimulo. Por tanto, al presidente de los populares sólo le queda la intrépida IDA.
Parece ser que el gobierno ha decidido dejar que la presidenta de Madrid campe por sus respetos, quizá porque haya llegado a la conclusión de que con tanto enfrentamiento lo único que se consigue es envalentonarla. Es posible que desde un punto de vista político no sea una mala decisión. Lo que sucede es que los que vivimos en Madrid estamos muy alarmados ante tanto disparate.
Cuando era joven e inexperto y observaba el comportamiento descaradamente equivocado de algún alto cargo, pensaba que había alguna profunda razón, fuera del alcance de mi comprensión, que explicase ese comportamiento. Ahora que ya no soy joven, creo que cuando alguien parece tonto, la mayor parte de las veces lo es. Y eso me pasa con IDA, candidata al podium en la olimpiada de los idiotas. ¿PERO ES QUE NO HABÍA NADIE EN EL PP MÁS CAPACITADO PARA PRESIDENTE DE LA COMUNIDAD DE MADRID?
ResponderEliminarPues no sé... Puede ser que no hubiera.
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