21 de diciembre de 2020

Felices Navidades de manos limpias, con mascarilla y a distancia

Desde que escribo en este blog he dedicado un capítulo al año a la Navidad. En realidad se trata de un pretexto para felicitar a mis amigos, sobre todo a los que se mantienen en la lectura de estas desenfadadas reflexiones, que como he dicho en alguna ocasión no tienen otra intención que la de contar en cada momento lo que los acontecimientos me inspiran. Nunca he pretendido convencer a nadie de nada, entre otras cosas porque doy por hecho que somos inconvencibles. Cuando cambiamos de ideas lo hacemos por lo general como consecuencia de un proceso de reflexión interna y nunca porque alguien nos haya dicho lo que debemos pensar. ¿O no?

Este año han sucedido muchas cosas relevantes, aparte por supuesto de la dichosa pandemia. Precisamente una de las muchas consecuencias del virus ha sido que su repercusión ha eclipsado u oscurecido otros acontecimientos o, con mayor frecuencia, los ha convertido en sus satélites, en marionetas a su antojo. Del señor Trump, por ejemplo, sólo se ha hablado y mucho de su renuencia al uso de la mascarilla, pero muy poco del muro con Méjico o del desmantelamiento del Obama Care o de la profunda y preocupante división que ha provocado en la sociedad americana, que algún analista americano ha comparado con el clima de enfrentamiento anterior a la guerra de secesión en los Estados de Unidos de América. Parece ser que se va a ir por fin a su casa, pero la huella de su mandato lamentablemente perdurará por algún tiempo.

En España, también la pandemia ha hecho sombra a otros acontecimientos o, como decía arriba, se ha apoderado de ellos. Las derechas, desnortadas por su aparente incapacidad de hacer oposición útil, no hacen más que hablar de víctimas, por supuesto achacando la responsabilidad de la catástrofe a la mala gestión del gobierno central. En el carrusel de su argumentario, que no deja de traernos todos los días nuevas sobre los desmanes de Pedro Sánchez y sus ministros, en estos momentos está en la cima la acusación de haberse desentendido de la situación y haber pasado la patata caliente a las comunidades autónomas. Hace poco era al revés, la de acaparar el poder y no respetar las competencias transferidas. Pero, cuando se trata de atacar a la defensiva, todo vale, hasta la incoherencia manifiesta.

La noticia buena, porque también las hay, quizá haya venido de Europa. No voy a negar que se han oído algunas salidas de tono, unos cuantos discursos de insolidaridad y no pocos movimientos que demuestran la inmadurez del proyecto europeo. Pero la realidad ha sido que desde Europa, desde el conjunto de los veintisiete, van a llegar importantes cantidades de dinero a los países más afectados por la crisis. La pregunta que habría que hacer ahora a los euroescépticos es, ¿cómo creen ustedes que saldríamos de ésta si no perteneciéramos a la Unión Europea?

Ha sido un año rico en acontecimientos, pero ha sido el año del coronavirus, un hito que pasará a la Historia, aunque todavía no sepamos con qué final. Se ha hablado y se sigue hablando tanto de remedios y de soluciones, de medidas de precaución y de restricciones, que uno ya no sabe a que atenerse. Porque sucede que, entre que los científicos todavía andan muy despistados, los políticos han aprovechado la ocasión para arrimar la brasa a su sardina y los ciudadanos somos poco amigos de renunciar a nuestras arraigadas costumbres, está resultando muy difícil domeñar la situación. Confío, sin embargo, en que las vacunas nos saquen de ésta. Si no, apaga y vámonos.

¿No había dicho yo que este artículo era para felicitar a mis amigos? Pues volvamos a lo nuestro. Muchas felicidades a todos y mucho cuidado con las celebraciones navideñas, que las zambombas las carga el diablo y los turrones provocan caries.

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