17 de diciembre de 2020

La dramaturgia y la oposición

A modo de simple y llano entretenimiento, de inocente divagación intrascendente, he intentado catalogar el género literario que acostumbran a utilizar los líderes de la actual oposición en sus comparecencias en público. Después de darle bastantes vueltas he llegado a la conclusión de que se trata del dramático. La narrativa no la usan, quizá porque tengan pocas cosas que contarnos. Ni la lírica, ya que es muy difícil encontrar entre sus palabras alguna que recuerde remotamente los sentimientos o las emociones de las personas.  Todo lo contrario, suele haber en ellas una ingente dosis de crudeza, de animadversión e incluso de odio. Tampoco la didáctica, porque hasta ahora no he descubierto en sus intervenciones ni una sola recomendación, ni un solo intento de enseñar al que no sabe.

Como no me he quedado satisfecho con el hallazgo, he dado un paso más y me he adentrado en el terreno de los subgéneros, a ver si era capaz de encontrar el que corresponde a unos mensajes tan repetitivos y a veces tan obscenos. Y me ha parecido que el que más encajaba, dado su habitual argumentario, era el de la tragicomedia, con una mezcla de elementos trágicos y cómicos, dejando huecos para la parodia y el sarcasmo.

Recomiendo a los aficionados a la literatura que elijan un texto cualquiera de Casado, de Arrimadas o de Abascal y lo analicen desde un punto de vista exclusivamente literario, sin concesiones a la parcialidad política. Ya sé que es difícil, porque unos se dejarán llevar por las emociones que les transmiten sus líderes y abandonarán enseguida el análisis para aplaudir, mientras que otros empezarán enseguida a cuestionar sus argumentos y, por consiguiente, se apartarán del ejercicio académico que propongo. Pero, si alguno lo consigue, estoy seguro de que terminará clasificando el texto como perteneciente al género dramático, subgénero tragicomedia.

Pongamos algunos ejemplos de sus discursos. Usted es un traidor, una frase que oigo con frecuencia en estos próceres y que contiene una acusación muy calderoniana. O usted es un cobarde, mensaje grandilocuente de desprecio al estilo de las tragedias griegas. O aquella otra de abandone la Moncloa, a la que sólo le hace falta que el que la increpa señale con el dedo al increpado para que se convierta en una escena "shakespeariana". Otras veces las palabras rozan el esperpento, como las que acabo de oír hace unos días, ni siquiera nos ha felicitado usted la Navidad, cuando se celebra el nacimiento de Jesús y España es un país cristiano.

Y ya que he mencionado el esperpento, es decir la deformación de la realidad con propósitos literarios, hay que reconocer que muchas de las expresiones que acostumbran a utilizar los mencionados líderes son más propias de los personajes de Valle-Inclán que de políticos europeos del siglo XXI. Suenan grotescas y desatinadas. Sin embargo, como hay quien está dispuesto a creer lo que le digan sus ídolos políticos, pues "esperpenta" que algo queda.

Por último, he encontrado en este entretenido análisis de los discursos de la oposición un gran contenido de farsa, es decir de caricatura de la realidad, unas veces con humor, pero la mayoría con intención de convertir la parodia en reflejo de la realidad. Cuando oigo lo de bolivariano o lo de social-comunista o lo de traidores a la patria me entra la risa floja, porque me resulta imposible pensar que estas expresiones tan alambicadas estén pronunciadas con seriedad. No son más que esperpénticas distorsiones de la realidad que ni ellos mismos se creen.

Lo dicho, recomiendo dejar a un lado por unos momentos la política y hablar de literatura. A mí el ejercicio me ha resultado muy constructivo y bastante entretenido.

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