22 de febrero de 2021

Los tocapelotas

Reconozco que el título que he escogido para este artículo resulta algo chabacano, vulgar en cierto modo e incluso un pelín grosero. Pero es que no se me ocurre a bote pronto otro adjetivo mejor para calificar a los que, pudiendo alcanzar sus pretensiones por los cauces que aconsejan la prudencia y la inteligencia política, se dedican a insistir una y otra vez en temas polémicos, convencidos de que así consiguen mayor  beneficio. Por cierto, es un apelativo que aplico cariñosamente de vez en vez a algunos de mis amigos, cuando su insistencia en algún asunto manido me resulta chocante por repetitivo. Por tanto, que nadie lo tome aquí como un insulto. Nada más lejos de mi intención.

Pablo Iglesias lleva una temporada en una actitud de refunfuño constante que llama la atención. A mí me da la sensación de que no ha entendido el objetivo de la alianza estratégica que firmó en su día con el PSOE, a bombo y platillo, por cierto, para que no faltara lucimiento alguno. Yo entonces opiné aquí que este pacto podría funcionar, siempre y cuando Unidas Podemos entendiera las reglas del juego no escritas necesarias para que la unión de dos partidos tan dispares funcione. Daba también por hecho que la inteligencia dominaría los impulsos, porque los antecedentes de las relaciones entre las dos formaciones no avalaban el éxito de un acuerdo tan cogido con pinzas como es éste.

He oído la opinión de algunos politólogos que sostienen que, a pesar de los pesares, la sangre de la desavenencia entre los dos partidos no llegará al río, y yo comparto este análisis siempre que se refiera a la actual legislatura. La ruptura de un gobierno de coalición como el actual sería un desastre de proporciones tan mayúsculas para la izquierda, que tardaría mucho tiempo en recuperar la credibilidad ante muchos de sus votantes. Los números obligan a las dos partes a mantener la alianza a toda costa, porque sus rivales nadan en círculo a su alrededor como los tiburones alrededor de las balsas de los náufragos o como vuelan los buitres sobre los animales moribundos. Porque sucede que estas desavenencias o, dicho de otra forma, esta manera de exteriorizar los desacuerdos, alimentan las expectativas de los partidos de la derecha, no a corto plazo, pero sí a medio y largo. Arañan la imagen de la izquierda y pone en tela de juicio su capacidad de gobierno.

Le oí decir el otro día a Miguel Sebastián, exministro de Rodríguez Zapatero, que en su opinión las dos partes que forman el gobierno creen sacar provecho de estos enfrentamientos. Unidas Podemos, porque realza ante la opinión pública su "progresismo inquebrantable”, y el PSOE al transmitir por contraste una imagen de moderación y de partido de gobierno. Sin embargo, y en mi opinión, aunque el rédito que obtienen los socialistas pueda tener algunos tintes positivos, no estoy tan seguro de que no les esté perjudicando, porque la oposición se encarga de culpar de las salidas de tono de Pablo Iglesias a Pedro Sánchez. En cuanto al líder de Podemos, no tengo ninguna duda de que, habiendo estado en sus manos la oportunidad de demostrar ante la opinión pública que posee mimbres de estadista, ha perdido la ocasión en beneficio de una imagen de activista callejero y de político antisistema.

No es bueno lo que está pasando, al menos desde la óptica de la izquierda. Una vez más surgen las discrepancias, al parecer irreconciliables, entre mentalidades de corte filocomunista y el socialismo democrático. Es una vieja historia que desde siempre ha perjudicado el avance del progreso social. Mientras que aquellos pretenden conquistar los cielos sociales por la vía rápida, la socialdemocracia sabe muy bien que los caminos que conducen a las reformas profundas son tremendamente tortuosos. Es la utopía versus el realismo político, el avance social continuado frente a los frenazos y retrocesos.

La vida política es muy larga y continuada, de manera que en cuanto queramos darnos cuenta se habrá acabado la legislatura y volveremos a las urnas. Será entonces cuando surgirán las consecuencias de lo que está sucediendo, porque tantos dimes y diretes y tanta salida del guion de la moderación de los tocapelotas pasarán factura a los dos partidos que ahora gobiernan. A unos por haber provocado con sus constantes desavenencias un clima de inestabilidad política que a nadie gusta y a los otros por haberlo permitido. Los errores se terminan pagando.

2 comentarios:

  1. Los comportamientos que parecen absurdos desde una perspectiva pueden tener sentido desde otra. Elucubrando: Sánchez, buen estratega, puede estar considerando que, dado el bajo momento del PP y de Ciudadanos, podría tener un resultado muy favorable si convocase elecciones anticipadas, resultado que le permitiría descartarse del incómodo UP. Tiene mucho riesgo, pero Sánchez ha demostrado que el riesgo “le pone”. Las expectativas de UP son malas en cualquier caso (se lo han ganado a pulso), pero serán menos malas si se distancian del PSOE y se hacen así con el electorado de la izquierda relativamente radical; el electorado radical - radical es suyo sin discusión.

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  2. Es cierto que PP y Ciudadanos no gozan de buena salud en estos momentos. Pero no podemos olvidar el apoyo de Vox. Creo que convocar elecciones ahora supondría un gran riesgo para el PSOE. Como creo que UP, si no es en coalición con los socialistas, nunca conseguirá gobernar en este país. El tiempo de los radicalismos pasó. Lo único que consiguirían "por libre" es perjudicar a la izquierda en su conjunto.

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