24 de marzo de 2021

Dogmas de fe y dogmáticos de buena fe

La primera vez que oí la palabra dogma debió de ser en una lección de la asignatura de religión, en alguno de los colegios donde estudié las enseñanzas primaria y secundaria. Sin embargo, fue mucho después cuando tomé conciencia de su verdadero significado. Al principio relacionaba el concepto que encierra este vocablo con las innumerables doctrinas religiosas que se profesan en el mundo, hasta que me di cuenta de que hay dogmáticos en lo sagrado, pero también en lo profano, porque algunos laicos convierten sus prejuicios, sus manías y sus predilecciones en auténticos principios indiscutibles.

He encontrado la siguiente definición de dogma: “Postulado que se valora por su condición de firme y verídico y al cual se reconoce como una afirmación irrefutable frente a la que no hay espacio para réplica”. Existen otras muchas, soy consciente, pero ésta viene bien para iniciar la reflexión de hoy. Contiene las expresiones firme y verídico, afirmación irrefutable y no hay espacio para réplica, tres aseveraciones que me propongo analizar una por una.

Empezaré por firme y verídico. A esta clase de conceptos metafísicos la firmeza se la otorgan sus defensores, porque se trata de una cualidad que no puede ser inherente a una idea discutible. Y, ¿son verídicos los dogmas? Si lo fueran, lo serían todos. Sin embargo, cada doctrina, religiosa o laica, tiene los suyos, muchos de ellos enfrentados en abierta contradicción. Por tanto, no lo son ni en el ámbito religioso ni en el laico. Todos los credos basan sus doctrinas en dogmas, de manera que en cada materia puede haber tantos como religiones haya. En cuanto a lo profano, no hay más que analizar las ideologías de distintas tendencias para comprobar que lo que para unos es verídico, y por tanto indiscutible, para otros no es más que el origen de todos los males. En definitiva, dos dogmas contrapuestos, posiblemente falsos los dos.

Sigamos con afirmación irrefutable. ¿Puede haber afirmaciones irrefutables? Una vez más diría que no. Toda afirmación puede y debe ser refutada. Digo que puede, porque las afirmaciones no dejan de ser opiniones; y digo que debe, porque si no hay debate intelectual nos alejaremos cada vez más de la verdad. También aquí, no sólo son las religiones las que basan sus creencias en afirmaciones irrefutables, porque las sociedades civiles están construidas sobre determinados principios indiscutibles, sobre líneas rojas que no se pueden traspasar. Lo que sucede es que en este último caso -a veces, no siempre- se trata de acuerdos necesarios para la convivencia (leyes, normas, ordenanzas), mientras que en el ámbito de las creencias religiosas lo único que se pretende es mantener la unidad del grupo mediante ideas indiscutibles (irrefutables) y evitar así la indisciplina y la desaparición del colectivo.

Por último, no hay espacio para la réplica. En una sociedad libre, formada por hombres que poseen la capacidad de razonar, a nadie se le puede pedir que deje de replicar aquello que su inteligencia no admita. Los dogmas son, en definitiva, ideas preconcebidas, y por tanto nadie debería estar obligado a aceptarlas sin discutirlas, a renunciar a su capacidad de razonar y por tanto a su libertad intelectual. Una vez más hay aquí diferencias entre lo sagrado y lo profano, porque mientras los dogmas religiosos son inamovibles por su origen -supuestas revelaciones de carácter espiritual-, los profanos suelen aceptar su revisión.

El mundo está lleno de dogmas y dogmáticos de toda clase. De los dogmas religiosos nada voy a decir, porque cada uno es muy dueño de elegir los que quiera -por lo general los que le han enseñado de pequeño- y hacerse la ilusión de que está en posesión de la verdad. Las religiones son un fenomeno que nació con el origen del hombre como un intento de explicar lo desconocido y que, al cabo del tiempo, se han convertido en instituciones sociales que perduran precisamente porque se basan en unos postulados firmes y verídicos, en afirmaciones irrefutables que no dejan espacio para la réplica.

En cuanto a los dogmas laicos, sólo me cabe asegurar que, en la medida que mi capacidad intelectual me lo permita, no estoy dispuesto a admitir sin discusión previa aquellos que no me convenzan, porque muchos de ellos no son otra cosa que corsés para la libertad de pensamiento.

4 comentarios:

  1. Si dijese que ninguna afirmación dogmática debe ser aceptada, sería una afirmación dogmática y por tanto, en virtud de la misma afirmación, no debería tenerse en cuenta.
    Bueno, bromas aparte, me vienen a la cabeza los nombres de algunos de los muchos que sufrieron las consecuencias de poner en entredicho las afirmaciones dogmáticas de otros más poderosos. En la historia de las religiones, y en particular de la Iglesia, sin ir más lejos, hay muchos casos.

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    1. Los dogmas siempre han sido un freno al progreso. Todos, sin excepción.

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