23 de abril de 2021

Cariño, siéntate ahí

Ya me han puesto la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus. Además, tengo cita para ponerme la segunda dentro de tres semanas, como aconsejan los investigadores y los virólogos. Lo que sucede es que como ahora algunos políticos pretenden desoír las recomendaciones de los expertos, por aquello de que los pataleos revoltosos les conceden réditos electorales, vaya usted a saber si nos retrasaran esta última sine die. Residir en Madrid trae como consecuencia vivir en vilo. Nunca sabe uno qué saldrá de la cabeza de su mandataria mayor.

Pero no es de esto de lo que hoy quiero escribir, sino del trato a los mayores. La enfermera de turno, ágil y pizpireta -todo hay que decirlo-, cuando me vio entrar en la sala, después de tasar con su mirada inquisidora mi edad, y por tanto sin ninguna duda sobre los años que pesan sobre mis espaldas, me espetó autoritativa; cariño, siéntate ahí y ve descubriéndote el brazo. Como uno a estas alturas de la vida ha sido testigo de tantas y tantas anécdotas, la conmiserativa y cercana bienvenida que recibí me recordó una escena que viví hace más de treinta años, cuando visitaba al padre de un amigo que estaba ingresado en un hospital. Una sanitaria, altiva, arrogante y altanera, le preguntó a gritos desde el quicio de la puerta, “Cariño, ¿has hecho caca?". Los que estábamos allí, amigos y familiares de los dos pacientes que ocupaban la habitación, cuando el otro contestó, con cierto bochorno y una voz que apenas se oía, que sí, que había cumplido con sus menesteres fisiológicos, nos miramos con indisimulada turbación en los rostros. A todos, la falta de respeto a la intimidad del enfermo nos había dejado perplejos.

Yo no me acostumbro a esta cercanía “cariñosa” tan al uso hoy. Son nuevas costumbres, ya lo sé, pero se trata de unas usanzas tan carentes de respeto que me resultan insoportables. Yo a la enfermera de la vacuna tenía que haberle contestado “sí chatita, me siento donde tú me digas, faltaría más, y me descubro el hombro y lo que haga falta”. Pero como no estoy entrenado, me limité a decir “gracias, señorita, es usted muy amable”. Alguna intención había en mi contestación, la de enseñar al que no sabe, que no deja de ser una obra de misericordia. Pero no fue más que una ironía gastada en vano, porque ella ni se inmutó.

Puede ser que sea porque me afecta muy directamente, pero no soporto que a los mayores se nos trate con la misma condescendencia que se utiliza con los niños. Algunos de estos jovenzuelos que así se expresan -mi vacunadora podía ser mi nieta- tratan a las personas mayores como deben tratar a sus abuelos en casa, como a criaturas indefensas y un poco ajenas a la realidad que las rodea, en definitiva, como a seres infantiles. Nadie les ha enseñado que una cosa es el respeto a los mayores y otra muy distinta considerarlos inútiles de cuerpo y mente.

Lo que sucede es que son muchos los que agradecen este trato humillante, que quizá, también por educación familiar, consideren cariñoso. Con lo cual contribuyen a alimentar la falta de consideración y por tanto la impertinencia. Si a esto le añadimos que los que no soportamos los melindres chabacanos no estamos dispuestos a molestarnos en llamarles la atención, entre otras cosas porque no serviría de nada, la rueda de la grosería continúa dando vueltas.

Puede ser que los mayores tengamos que cambiar de actitud y empezar a contestar con el mismo desparpajo que gastan ellos. Por ejemplo, si alguien te llama “cariño”, contestarle “amor”; y si el apelativo cariñoso es “cielo”, responder a su bienintencionado epíteto con el de “firmamento” o el de “paraíso” o el de “edén” o el de "bóveda celeste". Aunque a mí siempre me quedará, como decía arriba, el de “chatita”, mucho más sonoro y expresivo.

4 comentarios:

  1. Aunque sea pasarse de benévolo, pienso que hay que fijarse en la intención de quien se expresa con una familiaridad excesiva. Si intuimos que lo que quiere es que nos sintamos cómodos, pasemos por alto todo lo demás.

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    1. Querido Alfredo: si somos benévolos con la chabacanería, acabaremos todos chabacanos. Yo creo que no es buena intención la que los mueve, sino que equiparan a los mayores con los niños. Sin darse cuenta, por supuesto. Pero lo hacen.

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  2. El problema de estos casos es que conviene humillarse y no protestar o contestar con suma diplomacia ante quien ostenta el poder, en este caso la enfermera. Lo importante es que al final seamos vacunados. Esa forma "cariñosa" de expresarse de la enfermera, la mayor parte de las veces pienso que es bienintencionada. Peor sería que pasaran de ti o que te tuvieran esperando horas en una sala infectada de gente... en fin, el que no se consuela es porque no quiere, jajaja.

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    1. Fernando, lo de la vacuna ha sido un pretexto para hablar del trato "cariñoso". Lamentablemente este comportamiento es bastante habitual y no sólo en el ámbito de la enfermería. Yo no digo protestar, sino cambiar el tono. Cariño yo, pues tú amor. Siempre con amabilidad y la sonrisa en la boca. Si tomaran represalias, sería un delito y existen cauces para denunciarlos.

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