19 de abril de 2021

Terrazas y cerveza

Tengo un amigo que odia las terrazas de los bares. Nunca me ha explicado sus razones, pero sospecho que considera que tomar una cerveza al aire libre mientras contempla el ir y venir de la gente no le supone ningún atractivo y además lo considera una pérdida de tiempo. Yo confieso que, por el contrario, las adoro. Por supuesto que tengo mis preferidas, algunas de las cuales ya se han colado de rondón alguna vez en este blog. Pero me sirve cualquiera, de cualquier pueblo o ciudad, dentro o fuera de nuestras fronteras. El entorno es importante, claro está, pero hasta la más recóndita me sirve, siempre y cuando se ofrezca en ella buena cerveza, con su correspondiente tapa, y su situación me permita observar el bullicio local.

Con esto de la pandemia ha resultado que la temporada de terrazas se ha ampliado. Como las autoridades sanitarias recomiendan no frecuentar lugares cerrados, de repente estos espacios abierto han surgido por todas partes, para permitir que en cualquier época del año, con frío, con lluvia o con nieve, el amante del aperitivo sosegado no tenga que renunciar a sus acrisoladas costumbres. Además, para evitar el contagio, las mesas están bastante separadas unas de otras, de manera que, por si fuera poco, las conversaciones de los de al lado no interfieren tu ensimismamiento.

Digo ensimismamiento, porque la terraza te permite algo de introspección, la que procede de analizar con detenimiento qué hacen los paseantes, cómo se comportan los que te rodean y de qué manera va cambiando el ritmo del lugar. Porque los espacios abiertos, como si se tratara de seres vivos, tienen un compás y una cadencia que varían en función de la luz solar. A un observador meticuloso no le pasan desapercibidas estas variaciones, como a un cardiólogo no se le ocultan las alteraciones del pulso de sus pacientes. Sólo es preciso mirar y, si acaso, oír con atención los rumores callejeros.

Mi amor por las terrazas ha llegado al extremo de que, cuando alguien me recomienda que viaje a cualquier lugar del mundo, lo primero que hago es preguntar por sus terrazas. Sé que con este extraño interés me pueden mirar de arriba abajo como quien mira a un bicho raro sin catalogar. Pero no me importa. Si el lugar de su recomendación, además de catedrales góticas, fuentes monumentales y museos de arte, dispone de buenas terrazas, lo consideraré un buen destino. De otra manera, le faltaría ese toque de calidad que sólo aportan estos insustituibles lugares.

Decía antes que la pandemia ha sido causa de que se abran muchas terrazas que antes no existían. Además, sus propietarios se han visto obligados a dotarlas de algún sistema de calefacción, de manera que, aunque estemos en pleno invierno y la climatología sea adversa, se pueda disfrutar de ellas. Hace unos años hubiera sido imposible, con estas condiciones, encontrar alguna abierta, porque los interiores estaban disponibles y a nadie se le ocurría quedarse en el exterior a pasar frío. Yo espero que cuando la pandemia haya pasado las terrazas invernales continúen. Entonces podremos decir aquello de que no hay mal que por bien no venga. 

Se me olvidaba decir una cosa muy importante. Si además de una buena cerveza, una suculenta tapa y una interesante visión del movimiento ciudadano dispone uno en la terraza de la compañía de unos amigos, no hay nada en el mundo capaz de superarlo. Lo malo es que si éstos las odian, será difícil lograrlo.

4 comentarios:

  1. Comparto el amor a las terrazas. Mi único matiz es que, a veces, en invierno prefiero un vino a una cerveza.
    Solo pongo pegas a las que están demasiado cerca de la calzada en calles de bastante tráfico, por el ruido y la contaminación de los coches.

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  2. Totalmente de acuerdo en todo, incluido el tema de las terrazas en los viajes, y, cuanto más silenciosa y despejada de tráfico se encuentre la terraza, mejor. Para mí lo fundamental es la combinación de cerveza más sol. En primavera y otoño mejor que en verano e invierno.

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    1. Fernando, lo del sol en Galicia lo tienes difícil, En Cadiz, tu patria chica, mucho mejor. Por eso digo que lo de las estufas es un gran invento. Permiten disfutar de las terrazas estés donde estés.

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