Al recordar la conversación que mantuve hace algún tiempo con unos padres que rondarían los cincuenta sobre el comportamiento de sus hijos veinteañeros, me he puesto a pensar en el intrincado y complejo asunto de los cambios generacionales y, en consecuencia, en el no menos complicado de la educación familiar. Es cierto que no soy pedagogo, y por tanto quizá vaya a meterme una vez más en un jardín desconocido, pero también lo es que soy padre veterano y también abuelo ya avanzado, lo que creo que me da licencia para hablar sobre el tema. En esto de la educación integral de los hijos a mí me salieron las cosas razonablemente bien y observo que a mis hijos les están saliendo muy bien. Dos cambios generacionales que he vivido muy de cerca, lo que me otorga, como digo, el derecho a opinar.
Existe la tendencia en algunos padres a creer que los cambios sociales han sido y siguen siendo tan impresionantes en los últimos tiempos que hay que dejar a los hijos en manos de las nuevas corrientes y no interferir en su desarrollo personal. Si ahora está de moda que los novios y las novias se metan en casa, se encierren en sus habitaciones y allí hagan lo que cualquier pareja haría en semejantes circunstancias, consideran que hay que dejar que se comporten como las costumbres dictan y no intervenir ni con prohibiciones ni mucho menos con reprimendas. Estos padres creen que si hicieran esto último sería contraproducente y además dañaría su imagen de personas modernas.
Los hijos, ante una actitud tan condescendiente, consideran que ancha es Castilla y toman el silencio como señal de que lo que hacen es lo que se debe hacer. No serán ellos los que pongan freno a sus instintos naturales en presencia de sus padres, porque pensarán que no sólo las tendencias imponen la moda, sino que además papá y mamá están encantados. Sin darse cuenta, los padres con su concesión están apoyando la iniciativa de sus hijos, sin reparar en la conveniencia o inconveniencia de lo que éstos hacen.
Lo anterior no ha sido más que un ejemplo tomado al vuelo de la conversación que he citado arriba. Pero podría poner muchos otros, como el de los horarios incontrolados o el de la ausencia de explicaciones de dónde han estado y con quién. Esto algunos ni lo preguntan ni por supuesto esperan contestación, porque creen que sería algo así como cercenar la libertad de sus hijos, algo que según ellos está en contra de los nuevos tiempos.
Desde mi punto de vista, lo que algunos toman como cambios inevitables en las costumbres son modas, no demasiado extendidas, que siguen algunos, pero no todos, y que no se deben tomar como tendencias sociales inevitables y de obligado cumplimiento. Lo que sucede es que resulta muy cómodo bajar la guardia en la vigilancia de la educación de los hijos, algo que al fin y al cabo exige un gran esfuerzo.
Los cambios generacionales siempre han existido y ante ellos hay que comportarse con flexibilidad, por supuesto, pero sin menoscabo de la autoridad paterna. Yo recibí una educación vigilante, de tal manera que, aunque viera en mi círculo de amistades algún que otro desmadre, no se me ocurría poner en tela de juicio las recomendaciones y las normas que se dictaban en casa; y doy por seguro que mis hijos nunca vieron en nuestra vigilancia y en nuestra exigencia de cumplimiento de determinado comportamiento ninguna intromisión en sus vidas, sino la natural preocupación porque su educación fuera la mejor posible; y tengo la seguridad de que a mis nietos les está sucediendo con respecto a sus padres lo mismo.
Lo he dicho y lo repito: educar a los hijos exige esfuerzo y dedicación, desde el primer momento y sin interrupción. Es mucho más fácil desentenderse y permitir que hagan lo que les da la gana, al amparo de que los tiempos han cambiado. Después, cuando ya no haya remedio, vendrán los lloros.
Totalmente de acuerdo
ResponderEliminarY además otra cosa: mientras los chicos vivan en casa de sus padres, aunque sean mayores de edad, deben respeto a las costumbres y normas establecidas en esa casa.
ResponderEliminarAsí lo veo yo. Lo contrario, que los hijos hagan de su capa un sayo,implica mala educación.
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