Es curioso observar la cantidad de disfraces bajo los que se puede ocultar la fobia al feminismo, una actitud ésta que no deja de ser una especie de machismo encubierto. Por sorprendente que parezca, una de ellas es considerar que los hombres y las mujeres estamos dotados de características intelectuales diferentes, lo que se traduce -según ellos- en que cada sexo está más capacitado para ejercer unas profesiones que para practicar otras.
Los que así piensan mantienen que, si el porcentaje de mujeres que estudian carreras técnicas es pequeño con respecto al de los hombres, se debe a que aquellas no disponen de la misma predisposición intelectual para las matemáticas que éstos. Por el contrario, si hay más mujeres que hombres que estudian medicina, es consecuencia de una mayor disposición de aquellas a los cuidados de la salud humana, como si se tratara de una especie de prolongación del instinto maternal. No son más que dos ejemplos, que desde mi punto de vista ilustran perfectamente de qué estoy hablando hoy.
Naturalmente, defender esta hipotética diferencia de capacidad intelectual entre sexos supone considerar que nuestros cerebros son anatómicamente distintos, con capacidades neuronales diferentes y puede que con los pliegues desiguales. De otra forma no se entendería la supuesta divergencia. Dicho en palabras de ahora, creen que los hombres y las mujeres disponemos de un hardware cerebral diferente, el de las mujeres, femenino, el de los hombres, masculino. Una auténtica patada a lo que defiende la comunidad científica internacional.
Desde mi punto de vista, lo que sí es distinto en cada sexo es el software que tiene cargado en su cerebro cada uno de ellos, la educación familiar, la presión cultural y el entorno social, una influencia que, aunque afortunadamente va evolucionando con el tiempo, todavía mantiene una diferenciación sexista en perjuicio de las mujeres. Porque, volviendo al ejemplo de las profesiones, la cultura que nos rodea hace que muchas de ellas renuncien a estudiar carreras técnicas, quizá porque crean que las tablas de logaritmos y el manejo de planos sea cosa de hombres, mientras que el ejercicio de la medicina, con bata blanca y fonendo, es muy femenino.
Somos exactamente iguales desde el punto de vista de las capacidades intelectuales, pero con cargas culturales distintas, aunque vayamos avanzando poco a poco hacia la igualdad. Los niños siguen jugando con pistolas y mecanos y coches de carreras, y las niñas con muñecas y cocinas y trapitos de colores. Sin embargo, basta con que uno eche un vistazo atrás para que comprenda que nada tiene que ver la situación actual de la mujer en el terreno de las oportunidades intelectuales con el de sus abuelas. Las de los de mi generación no pisaban la universidad porque estaba mal visto, mientras que ahora las cifras de universitarias y universitarios están muy igualadas. Y poco a poco, aunque con lentitud, las mujeres van mirando con mejores ojos las carreras que hasta hace poco estaban casi vedadas para ellas.
Lo que digo nada tiene que ver
con la listeza o la torpeza individual, porque tontos y listo los hay en todas
partes, entre los hombres y entre las mujeres. Tiene que ver con el conjunto de
cada uno de los sexos, a los que los enemigos del feminismo niegan igualdad
de capacidad intelectual entre ellos. Quizá de esa manera dejen más tranquilas sus conciencias. Pero ese
pensamiento no deja de ser un prejuicio machista o, como decía arriba, una
reacción visceral contra el feminismo, un prejuicio que por cierto no sólo se da en algunos hombres, también en muchas mujeres. Porque a veces son éstas las mayores enemigas de la equiparación de derechos entre unos y otras.
Hay que ver lo que dan de sí las discusiones durante los largos y calurosos días del verano.
Jajaja. Da de sí, da de sí. Un problema que hay es cuando dices algún comentario y enseguida te responden: ¡eso es machista! ¡hay que tener un cuidado! Por ejempplo: hay cosas que yo hago mejor que mi mujer y viceversa, pero ¡ojo! Parece que estuviera mal decirlo.
ResponderEliminarFernando, tu ejemplo es bueno. Lo que tu mujer haga mejor que tú y lo que tu hagas mejor que tu mujer nada tiene que ver con el sexo, sino con vuestras respectivas capacidades como persona.
ResponderEliminarEn cuanto a lo que se dice o no, creo que todos deberíamos poner un poco de cuidado, porque, aun sin darnos cuenta, se nos escapan latiguillos machistas que demuestran que todavía queda mucho por hacer en este terreno.
Parece que hay algunas pequeñas diferencias entre el hardware del cerebro masculino y el femenino: mínimas, y que en nada influyen en la capacidad.
ResponderEliminarSobre las matemáticas y la mujer, una anécdota. Sophie Germain, vivió entre los siglos XVIII y XIX. Era hija del gobernador del Banco de Francia y desde muy pequeña mostró afición y valía para las matemáticas, actividad que, por razones sociales, tenía que llevar a escondidas. Es por eso que seguía las clases que el matemático Lagrange daba en la Universidad escuchándole desde detrás de la puerta. Culminó algunos trabajos importantes (estudio de las ecuaciones diferenciales que gobiernan la deformación de las membranas elásticas) y quiso mostrárselos Gauss, probablemente uno de los tres matemáticos más importantes de la historia, pero temiendo no ser atendida por él, usó un pseudónimo masculino y recibió respuesta muy estusiasta de Gauss. Se enteró éste del engaño y dicen que se enfadó mucho. Pero debió reconsiderar su comportamiento y al final se hizo amigo de Sophie. Un poco largo el comentario, pero creo que es esclarecedor.
Gracias Alfredo por traer al blog esta interesante anécdota, que demuestra que en las capacidades intelectuales no hay absoutamente ninguna diferencia entre la de los dos sexos, aunque los machistas encubiertos y enemigos del feminismo mantengan que no somos iguales.
EliminarLuis, te cito a Cristina de Pizán:
ResponderEliminar“…que si la costumbre fuera mandar a las niñas a la escuela y enseñarles las ciencias con método, como se hace con los niños, aprenderían y entenderían las dificultades y sutilezas de todas las artes y ciencias tan bien como ellos. Además, como la mujer tiene el cuerpo más delicado y débil, no puede emprender tantas tareas y así aplica mejor su mente, la tiene más libre y más aguda”.
Y esto es del 1404.
Un abrazo
Angel
Ángel,una cita, ilustrativa como suelen ser las tuyas, que remonta nada más y nada menos que al siglo XV la preocupación por la igualdad. Ahora, algunos llamarían a Cristina de Pizán feminista radical, una calificación que oigo últimamente con cierta frecuencia a los que no se atreven a condenar abiertamente al feminismo.
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