Confieso que fui y sigo siendo un gran admirador -ahora se dice fan- de aquel conjunto musical de la movida madrileña que se denominaba Gabinete Caligari. Entre todas sus canciones, había una que me ha inspirado el título de este artículo, en la que se culpaba al cha-cha-chá de ser el culpable del principio de una relación sentimental, intensa y apasionada, de la que por cierto no se conoce el final, o al menos yo no lo conozco. En su momento llegué a aprenderme la letra, pero al cabo de tantos años sólo retengo en la memoria el sonoro estribillo que le da título: “ La culpa fue del cha-cha-chá”.
Pues bien, parece que ahora, para el neoliberalismo económico, brioso, rampante y rebosante de vigor, la culpa de todos los males que asolan España procede de la subida del salario mínimo, por un lado, y de los vergonzosos ERTE, por otro. Los empresarios se arruinan -dicen- porque tienen que pagar más a sus empleados y -continúan- como consecuencia el paro sube; y los trabajadores -erre que erre- se refugian en las cómodas subvenciones del Estado y no dan un palo al agua.
Asistí el otro día a una conversación -de la que me inhibí porque así me lo dictó mi siempre en alerta sentido de la prudencia-, en la que algún que otro convencido conservador defendía el manido argumento de la derecha que sostiene que los salarios altos terminan perjudicando a los trabajadores; mientras que otros contertulios, de tendencia progresista, sostenían lo contrario, que si no se fuerzan las subidas salariales los trabajadores seguirán perdiendo poder adquisitivo y los empresarios mejorando sus ganancias. Me hizo gracia que algo tan antiguo en las discusiones entre progreso y reacción se pusiera sobre la mesa en el transcurso de un aperitivo veraniego, aunque es cierto que de algo hay que hablar, aun en verano y con calor.
Precisamente, en esta cuestión tan
elemental, pero tan trascendental, está la distinción entre mentalidad de derechas o de izquierdas, en
lo que se crea y defienda sobre la siempre inevitable tensión entre trabajo y
capital. Todas las restante argumentaciones que se suelen poner sobre la mesa, el orden, la
patria, la defensa de los valores religiosos, etc, etc, no son más que alegatos
interesados, más o menos extravagantes, para desviar la atención sobre lo
importante, quizá porque algunos no se atrevan a reconocer su verdadera posición
en la defensa o, mejor dicho, en la no defensa de los derechos de los
trabajadores. Lo periférico es llamativo, lo sustancial compromete demasiado.
Patriotas y no patriotas, religiosos y laicos, creyentes y ateos, gentes de orden y facinerosos hay en todas partes, en la derecha, en la izquierda y entre los mediopensionistas, porque son características que tienen más que ver con la personalidad individual que con las ideologías políticas. Lo que sucede es que resulta más fácil atacar al contrario por estos asuntos que por la defensa de la igualdad de oportunidades o de los derechos de los más necesitados. Nadie en su sano juicio mostrará ante sus electores que lo que de verdad pretende es suprimir los ERTE o congelar los salarios. Si lo hiciera, no lo votaría ni el Tato.
Dejémonos de monsergas y llamemos al pan pan y al vino vino, y no culpemos de las dificultades del país al cha-cha-chá.
Parece incuestionable que los ERTE son beneficiosos. Lo de la subida del salario mínimo es discutible. Su subida puede en muchos casos reducir los beneficios de muchas empresas, lo que no sería grave, pero puede ser la puntilla de otras que lo estén pasando mal. Tenemos un paro muy elevado y al final la mayor desigualdad la sufre el que está en el paro. Creo que la desigualdad debe atacarse con el Impuesto de Sociedades y el IRPF. De esa forma aportarán a la lucha contra la desigualdad los que están en condiciones de hacerlo. El Estado debería entonces destinar el aumento de recaudación en subvencionar los sueldos bajos.
ResponderEliminarAlfredo, las subidas anteriores no han perjudicado el empleo, según dicen los expertos. En cuanto a subir impuestos, no parece que a la oposición le guste mucho. No quieren ni ERTE ni subvenciones. Es el neoliberalismo en su pura esencia.
EliminarYo creo que el dinero que hay es el que hay y no hay más. El problema es el del dinero quieto o en manos sólo de unos pocos. La diatriba consiste en qué es preferible: pagar más al trabajador y pagar luego menos impuestos o pagar menos al trabajador y pagar luego más impuestos para que sea el Estado el que tenga que pagar ayudas. Me parece más eficiente el primer sistema: se paga más al trabajador, éste,con más dinero, puede comprar más cosas, con lo cual se siente más feliz y optimista, las empresas venden más, reina más optimismo, la economía, por consiguiente, crece, el dinero se mueve, ¡y empieza de nuevo el chá chá chá!
ResponderEliminarEn cualquier caso, las subidas del salario mínimo no deberían disminuir las ayudas del Estado a los más necesitados. Aunque los trabajadores en su conjunto mejoren, económicamente hablando, siempre habrá quien necesite ayuda.
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