Supongo que no soy el único a quien la pandemia le haya impedido durante los dos últimos años mantener la buena costumbre de salir de vez en vez al extranjero y, como consecuencia, haya sustituido aquellos viajes por otros más cercanos y menos ajetreados, como son los recorridos por nuestros pueblos, comarcas y ciudades. Opino que hacer turismo fuera de nuestras fronteras no es incompatible, sino todo lo contrario, con viajar por España, de manera que siempre he procurado hacer las dos cosas. Lo que sucede es que, cuando una de ellas está vedada, queda más tiempo y más presupuesto para la otra. Y ese está siendo mi caso este verano.
Pero como viajar es siempre, además de una expansión del espíritu, la oportunidad de aprender cosas nuevas, de conocer hábitos y costumbres, de pulsar el sentir de los lugareños, estoy poniendo especial interés en observar con detenimiento el mundo rural y el de las pequeñas ciudades, quizá mayor que el que hubiera puesto hasta ahora. Por eso me he dado cuenta del peso tan importante que la inmigración extranjera ha tenido y continúa teniendo en los pueblos, porque el poder de absorción de éstos permite la integración cultural con mayor facilidad que en las grandes ciudades. He conocido restaurantes en los que la totalidad de los camareros eran de origen extranjero, los cuales, si no fuera por los rasgos faciales o los acentos lingüísticos, podrían pasar perfectamente por españoles.
Esta circunstancia me permite confirmar algo que en las grandes ciudades es muy difícil de apreciar, que la inmigración resulta absolutamente necesaria para el desarrollo sostenido de sociedades tan envejecidas como la nuestra. En un mundo rural que se está despoblando a una velocidad de vértigo, muchos servicios hubieran ya echado el cierre si no se contara con esa mano de obra de inmigración, cierres que contribuirían aún más al empequeñecimiento de la población. Las administraciones públicas deberían tener esta circunstancia en cuenta y contribuir con sus políticas a canalizar de manera ordenada el flujo de inmigrantes hacia los pueblos. Ésta es una más de las medidas que hay que fomentar para frenar la despoblación de determinadas comarcas.
He tenido ocasión este verano de cambiar impresiones con una joven universitaria que entre sus trabajos de campo está realizando un estudio sobre el candente tema de la despoblación rural. De sus numerosas entrevistas con personas que pudieran aportar ideas, está sacando la conclusión de que ni los poderes públicos ni los ciudadanos de a pie tienen ideas claras sobre las medidas que haya que tomar para frenar la huida masiva hacia las ciudades y, lo que todavía es peor, ha detectado un cierto espíritu de resignación y conformismo, como si se estuviera llegando a la conclusión de que nada se puede hacer para evitar la despoblación. El estudio no está todavía terminado, pero todo le hace pensar a la autora que el descorazonamiento y la desilusión acaben matando la vida en muchas de nuestras comarcas del interior.
Como éste, el de la despoblación rural, es un asunto que requeriría un extenso artículo, hoy me voy a limitar a señalar que en mi opinión una canalización ordenada de la inmigración hacia el campo es un asunto digno de tenerse en cuenta por aquellos que se preocupan de mantener los pueblos vivos. Tengo la sensación, porque lo estoy viendo en mis recorridos veraniegos, que políticas responsables de inmigración pueden ayudar en gran medida, no sólo a sustituir a los que ya se hayan marchado, sino además a asentar a los que todavía no lo hayan hecho.
Aunque para ello haya que vencer prejuicios, que tanto en el campo como en las ciudades son muchos los que los padecen.
Nunca entendí la despoblación rural ¡con lo bien y tranquilo que se vive en los pueblos pequeños! Eso sí, por supuesto,siempre que cuenten con los servicios básicos sanitarios, alimentación, transportes...
ResponderEliminarFernando, no es lo mismo buscar tranquilidad y reposo al llegar a cierta edad, que tener la vida por delante y no encontrar ni atractivos propios de la juventud ni oportunidades de trabajo. Es un asunto muy complicado, al que de momento nadie le encuentra solución.
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