Los elogios de ahora a Felipe Gonzáles van dirigidos a Pedro Sánchez o, mejor dicho, contra Pedro Sánchez. El odio y la animadversión de algunos hacia el actual presidente del gobierno da que pensar. No se trata de una actitud de rivalidad política, que sería admisible, sino de un rencor y de una mala leche que se les escapa por todos los poros del cuerpo. Ni forma parte del debate civilizado, sino de una chabacana manera de entender la confrontación. Ni se trata del lógico enfrentamiento entre ideologías políticas. Suena a patio de colegio, a chiquillería callejera, a falta de madurez.
Lo repito: da que pensar. Porque cuando personas a las que se le supone un cierto nivel de conocimiento del quehacer político dicen “es usted el peor presidente de gobierno que ha tenido España”, uno se pregunta si les mueven razones de confrontación ideológica o motivos de índole personal, en los que las vísceras pueden más que la razón. Tal incontinencia verbal provoca la sospecha de que en realidad lo que les motiva es el despecho y el odio, en vez del desacuerdo político.
Yo supongo que estas actitudes proceden del complejo que les provocó haber sido desalojados de La Moncloa por causa de la corrupción insoportable y descarada que arrastraban, mediante el triunfo de un voto de censura hasta ese momento inédito en nuestra democracia. Tengo que reconocer que se trató de un golpe duro, porque no poder aguantar una legislatura completa porque prácticamente todo el parlamento estaba en contra escalda a cualquiera.
Lo que sucede es que en política no se puede actuar como en los patios de colegio a la hora del recreo: y tú más. En un líder de carácter nacional como es Pablo Casado encaja mal el agravio descarnado y ramplón que utiliza con frecuencia, porque al fin y al cabo está optando a presidir el gobierno de la nación, algo que a todas luces parece incompatible con la llaneza barriobajera. La mujer del césar no sólo debe ser honesta, además debe parecerlo.
Es posible que a partir de ahora cunda el ejemplo y se abra la veda de la vulgaridad. Los españoles no estamos acostumbrados a oír en los políticos insultos abiertos y desprovistos de ingenio, porque suelen poner en evidencia la falta de solidez de quien los profiere. Pero como las sociedades se acostumbran muy pronto a las corrientes de mal gusto, mucho me temo que a partir de ahora haya un antes y un después.
En cualquier caso, a mi me parece que ese no es el camino para recobrar la credibilidad perdida. O sí, como diría Rajoy.
Entiendo que Sánchez suscite antipatía. Prometió que no se aliaría con Podemos, pero no cumplió y sin esa alianza, no sería presidente. Eso da lugar a la animadversión de la derecha y a los reparos de muchos simpatizantes del PSOE, por ejemplo Felipe González, que para muchos es el mejor presidente que hemos tenido.
ResponderEliminarPero bueno, Sánchez ganó legalmente las elecciones y a partir de ahí se le puede criticar dentro de los límites normales, pero sólo eso. Lo que no se puede hacer es ir contra sus decisiones de manera sistemática, porque eso perjudica a España, como también la perjudica el fomento de la agresividad y el odio.
Mucho me temo que ese odio visceral no provenga de que la aritmética parlamentaria le obligara a formar un gobierno de coalición, sin el cual no podría gobernar y por tanto ejecutar su programa. Ese odio, desde mi punto de vista, tiene otro origen, el del complejo de haber sido desalojados por la corrupción.
ResponderEliminarComo tú dices, esa actitud perjudica a España. Pero parece no importarles.
Es horroroso en España hablar de política: enseguida empiezan los gritos e insultos, y eso se aprende de las tertulias televisivas, donde el negocio del insulto siempre fue muy lucrativo, y ahora se extiende a muchos de los parlamentarios de la oposición ¡qué pena no tener una oposición elegante! Y sin embargo, hay parlamentarios de derechas que están en la oposición que son personas cultas y moderadas y que hacen política con moderación y elegante estilo ¿no hay en el PP nadie así?
ResponderEliminarEn cuanto a Pedro Sanchez, no le quedó otro remedio que aliarse con Unidas Podemos para formar gobierno.
En cuanto a Felipe González, acabo de leer esta mañana que en el 40ª Congreso del PSOE ha prometido no interferir en la política si no le preguntan. Menos mal, a ver si es verdad.
Una cosa es la crítica y otra el vocerío. Lo primero es necesario en democracia; lo segundo descalifica a los voceros, aunque es cierto que tienen sus fanes.
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