Desde mi punto de vista, la vocaciones no existen, al menos tal y como las entendemos. Suponer que un joven de diecisiete años elige una carrera porque su vocación se lo pide, es dar por supuesto que a esa edad se tiene criterio suficiente para tomar tan firme decisión en un asunto tan trascendente. Una cosa es decidir estudiar medicina porque tu padre es médico y otra muy distinta tener claro que lo que de verdad quieres hacer en la vida es dedicarte a cuidar la salud de las personas. De la misma manera que no se puede decir que quien elije la carrera militar por tradición familiar lo haga por vocación.
Los rumbos que se toman en la vida por lo general responden a circunstancias que nada tienen que ver con “la inclinación o el interés”, como la Academia define la vocación, sino a condiciones personales que recomiendan u obligan a elegir una dirección en concreto y no otra. Después, el resultado de la decisión dependerá de las coyunturas que aparezcan en el trayecto y de las veredas que se atraviesen durante la vida, más que del propósito inicial. Porque, como escribe Paul Auster en una de sus novelas ("La casa cerrada"): En última instancia, una vida no es más que la suma de hechos contingentes, una crónica de intersecciones casuales, de azares, de sucesos fortuitos que no revelan nada más que su propia falta de propósito.
En esto de las vocaciones sucede algo parecido a lo que acontece con los lugares donde vivimos, cuya elección por lo general es el resultado de la suma de unas circunstancias que nada tienen que ver con nuestras preferencias. Porque, en realidad, vivimos donde podemos o donde los azares nos han obligado a fijar nuestra residencia, no donde hubiéramos elegido si las cosas hubieran sido de forma distinta. Otra cosa es que luego nos sintamos satisfechos, porque por lo general convertimos con mucha facilidad la necesidad en virtud, algo que sucede también a veces con la trayectoria que hemos seguido en la vida. Si las cosas te han ido bien dirás que tu vocación no te engañó y, si mal, que te equivocaste por no haber hecho caso a lo que ésta te aconsejaba.
De todas formas, como no me gusta ser aguafiestas, el que crea que tiene muy claro cuales son sus vocaciones que las siga. Pero yo, que soy un escéptico incorregible, no creo que las vocaciones existan, sino que se van creando a medida que la vida avanza.
Aunque estoy de acuerdo con el contenido del artículo, tal vez haya algunas personas que, casi desde su infancia, muestran hacia ciertas actividades esa inclinación innata que es la vocación. Me refiero a los artistas y a lo mejor ... hasta los políticos.
ResponderEliminarPero fíjate en que muchos de los artistas lo son por tradición familiar y otros porque o el físico o la voz les aconseja que por ahí podría estar su camino (circunstancias personales).
EliminarEn cuanto a los políticos, yo creo que más que una vocación es una incursión en algo para lo que se ven capacitados, en algunos temporal y en otros más permanente. Como se dice coloquialmente, pasaban por allí. Pero vocación, en el sentido que le damos a esa palabra, no. Aunque por supuesto los haya vocacionales.
A mí también me gustó siempre mirar en el diccionario las etimologías de las palabras. Vocación tiene que ver con la declinación latina "vocativo", que significa: invocar, llamar, por ejemplo "¡oh diosa!".
ResponderEliminarMás que vocaciones, desde que somos infantes empezamos a sentir inclinaciones un tanto difusas: por la literatura, la geografía, las ciencias, el campo, el monte... que dependen, en gran medida de la educación familiar y luego de la escolar. Mas no creo que se pueda distinguir desde tan jóvenes si te gustan más las "letras" o las "ciencias", porque hoy día tengo claro que me gusta todo, siempre que esté bien explicado.
En cuanto al lugar de la vivienda, tuve muy claro desde bastante joven que me gustaba vivir en una tranquila y silenciosa aldea cercana al bosque, lugar en donde he acabado viviendo y de lo cual me alegro.
No me extraña de que te alegres de vivir en donde vives, porque creo que responde perfectamente a lo que siempre has querido.
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