Circulaba en televisión un anuncio publicitario con un eslogan que me llamaba la atención cada vez que lo oía: somos el país de no sabemos lo que tenemos. Supongo que la autocrítica despectiva no es una señal de identidad exclusiva de España, pero sí es cierto que en nuestro entorno se prodiga con exageración masoquista. A veces parece como si nos reconfortaran las deficiencias que observamos en nuestro país y disfrutáramos sacándolas a relucir, algo que sería menos censurable si al mismo tiempo reconociéramos las cosas buenas que nos rodean. No se trata de patriotismo, sino de objetividad.
Digo esto, porque cada vez que recorro las carreteras españolas me quedo sorprendido positivamente al observar el cambio tan radical que ha sufrido nuestra red viaria en los últimos años, no sólo las autopistas, sino todas en general. En las comarcas más intrincadas se encuentra uno con secundarias y terciarias -las que antes denominábamos comarcales y locales- de muy alta calidad. No pretendo generalizar, porque no ignoro que aún queda mucho por hacer. Ejemplos de carreteras en mal estado y con el mismo trazado que tenían hace un siglo persisten todavía, pero desde mi punto de vista son las excepciones que confirman la regla. Como también es cierto que hay zonas en nuestro país que están esperando autovías planificadas desde hace tiempo, pero que no acaban de llegar por razones presupuestarias. Sin embargo, el balance general es muy satisfactorio.
España es un país con una orografía muy abrupta, circunstancia topográfica que dificulta tremendamente las comunicaciones, razón por la que las carreteras son imprescindible, no sólo para el tráfico de personas, sino sobre todo para el de mercancías. Otros países, formados por enormes llanuras atravesadas por grandes ríos navegables, las necesitan menos que nosotros. Disponer de una extensa red viaria significa, no sólo comodidad, también y sobre todo progreso económico.
Quien ha vivido ya muchos años
recuerda perfectamente aquellos trazados de los años 80, cuando se iniciaron
los planes de modernización de la red con el desdoblamiento de algunas de las
carreteras nacionales. Fueron unos comienzos lentos de un proyecto a largo
plazo, que poco a poco fue cobrando brío. Después vinieron frenazos como
consecuencia de las distintas crisis que hemos ido atravesando, pero a lo largo del
tiempo el avance ha sido tan espectacular que lo traigo hoy aquí para que sirva como ejemplo del fenómeno no sabemos lo que tenemos. Nos hemos educado en la crítica de lo español, bajo el curioso complejo de que admitir lo bueno que hay entre nosotros
resulta una falta de personalidad. En vez de fijarnos en lo positivo y en lo
excelente, tendemos a magnificar lo negativo y deficiente.
Quizá las carreteras españolas actuales no llamen la atención a los que no han conocido tiempos peores. Pero los que iniciamos nuestros primeros viajes al extranjero por carretera en los años sesenta del siglo pasado recordamos con cierto sonrojo el contraste que se producía al cruzar los Pirineos. Mientras que en España denominábamos pomposamente autopista de Barajas a los primeros kilómetros en las cercanías de Madrid de la que luego se convertiría en autovía del noreste (no había otra), Italia gozaba de una extensa red de autoestradas que provocaba la envidia de los turistas españoles. Y también la confusión, porque, como no estábamos acostumbrados a los peajes, dudábamos a la hora de entrar en ellos.
Nunca me ha parecido mal la
autocrítica, pero sí el empeño en denigrar lo nuestro. Por eso digo que hemos avanzado mucho en el desarrollo de nuestra red de carreteras en los últimos años, tanto en calidad como en cantidad, algo que me parece justo
reconocer, entre otras cosas porque somos el país de no sabemos lo que tenemos.
Es muy del carácter español ( y no sé si del resto del mundo también) tender a ver lo negativo en todo más que lo positivo. Por muy bien que nos vayan las cosas, tendemos a fijarnos más en lo que nos falta que en lo que ya hemos conseguido. Claro que ello se debe también a nuestro espíritu de superación personal, que también es importante.
ResponderEliminarRespecto a las carreteras, tengo experiencia por la cantidad de viajes que he tenido que hacer entre Pontevedra y Cádiz: La Autovía de la Plata es una auténtica maravilla.
Fernando, también utilizo yo con frecuencia esa autovía, la A-66 por más señas. Estuve durante años "inaugurando" un tramo nuevo cada vez que me trasladaba al sur, hasta que por fin pude hacer todo el trayecto sin necesidad de pisar la antigua carretera.
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