24 de enero de 2022

De casta le viene al galgo

Me pidió el otro día uno de mis nietos que dibujara el árbol genealógico de nuestra familia hasta donde llegue el conocimiento que tengo de la secuencia de mis antepasados. De esa forma, me explicaba, él partiría de varias generaciones anteriores a la suya, a las que añadiría la de sus descendientes cuando los tuviere. Afortunadamente, mis padres me dejaron bastante información al respecto, a la que puedo añadir otra que he ido recopilando a lo largo de mi vida, con lo que ponerme a construir lo que se me pide sólo necesita disposición por mi parte.

Ya he empezado a revisar los papeles que tengo guardados, de manera que, si el trabajo de ordenarlos y reescribirlos no me abruma demasiado, es posible que en poco tiempo pueda disponer de algo parecido a un árbol genealógico. No estará completo, por supuesto. porque entre los datos que dispongo hay algunas lagunas; pero como punto de partida para continuar hacia delante puede ser útil.

La verdad es que en esto de la genealogía siempre he tenido sentimientos encontrados. Por un lado, considero que hurgar en los antecedentes familiares tiene muy poco sentido, porque al final lo único que se cosigue es una lista de nombres que nada dicen de los que en su día fueron sus titulares. Pero, por otro, rellenar el vacío que dejaron los que te precedieron, aunque sea simplemente con sus apellidos y con sus fechas de nacimiento y muerte, produce la satisfacción de reconocerse uno como un eslabón más de una larga cadena de seres humanos, cuyas circunstancias vitales dieron lugar, aun sin saberlo ellos, a que hayamos nacido. Si esa secuencia se hubiera interrumpido en algún momento, si alguno de ellos no hubiera nacido o no se hubiera emparejado con quien lo hizo, no estaríamos aquí.

En cualquier caso, lo que no se puede esperar de un árbol genealógico es que te ayude a desentrañar la herencia recibida, no me refiero al estudio cromosómico, sino al análisis de tu carácter comparado con el de los que te antecedieron. Yo he tenido la ocasión de conocer a muchos de los descendientes de uno de mis bisabuelos -de mi misma generación y por tanto primos hermanos o segundos míos-, un interesante personaje que se casó dos veces y tuvo una numerosa prole. A algunos de ellos los he tratado y sigo tratando con cierta frecuencia, y a otros los he visto sólo en contadas ocasiones, pero las suficientes como para que me haya podido hacer una idea de las principales características de sus personalidades. Pues bien, nunca he sido capaz de encontrar rasgos que me hicieran pensar que procedemos de un mismo tronco, más allá de algún pequeño matiz característico de nuestros físicos.

Afortunadamente no somos clones, sino producto del azar genético. Si a eso le unimos que, además de disponer de una herencia cromosómica, disponemos también de la personalidad con la que nos han ido dotando nuestro entorno y nuestras circunstancias personales, podríamos llegar a la conclusión de que, en cuanto nos alejamos un poco de nosotros mismos en el árbol, no encontraremos casi nada que nos identifique con las generaciones que nos precedieron.

Pero a pesar de todo, la simple disponibilidad de un listado ordenado de aquellos a los que te unen lazos de sangre me parece interesante. Por eso le he hecho caso a mi nieto y me he puesto en la labor de recopilar nombres y fechas, de poner orden y concierto en los papeles que guardo con tanto celo. Me da pereza, lo confieso, pero un nieto es un nieto.

Y después que él haga lo que quiera con el resultado de mi trabajo. Yo habré cumplido su encargo y, quién sabe, quizá me alegre de haberlo hecho.

2 comentarios:

  1. A veces, realmente me he preguntado, si entre mis ascendientes habria alguien parecido a mí en cuanto a temperamento y carácter, del cual yo habria sacado lo que soy; pero claro, todo viene condicionado por nuestras circunstancias familiares, sociales, políticas y personales. De todos modos, ponerse a inmvestigar elárbol genealógico, debe de ser todo un trabajo: es acudir a muchos registros civiles de nuestra gografía, imagino.

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    1. Fernando, lo que me propongo hacer no es tan complicado, porque creo que tengo información hasta mis cuatro bisabuelos y algún tatarabuelo. Si me faltara información, el nombre o la fecha se quedará en blanco. No tengo intención de acudir a los registros, porque eso sería demasiado para mi propósito. Si dejo esto hecho, y mis descendientes lo continúan, me daré por satisfecho.

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