No debería mostrarme tan escéptico, porque quizá los más jóvenes o los más optimistas se escandalicen. Pero la realidad me ha enseñado que cuando uno debería establecer propósitos firmes es al principio de su existencia, cuando todo está por suceder. No se trataría entonces de fijar pequeños objetivos, sino de elegir un modelo de comportamiento, de intentar saber qué quieres hacer con tu vida, hasta dónde pretendes llegar. Establecido este teórico marco de actuación, aunque no sea más que a modo de propósito general, lo demás debería venir por añadidura, sin necesidad de renovar propósitos todos los años mientras se toman las uvas y se saborea el champán. Los empeños anuales no serían más que movimientos operativos para continuar hacia la meta propuesta.
No quisiera que alguien
interpretara que me estoy refiriendo exclusivamente a los aspectos materiales
de la vida, aunque es evidente que sería absurdo que los dejara a un lado.
Nunca he compartido las teorías que sostienen que hemos venido a este mundo a
sufrir, sino todo lo contrario, porque creo que cuanto menos dura nos resulte
la existencia, mejor. El ascetismo, esa escuela filosófica que proclama que hay que renunciar
a los placeres materiales con el fin de adquirir unos hábitos que conduzcan a
la perfección moral y espiritual, nunca me ha atraído demasiado. Estoy reñido
con la austeridad que no redunde en beneficio de terceros. Las privaciones automortificantes
no forman parte de mi estilo. Me parecen una forma de masoquismo.
De manera que, dejando claro que los aspectos materiales están incluidos en el modelo de vida a alcanzar, aunque no sean los únicos a tener en cuenta, lo que se debería hacer desde mi punto de vista no es establecer nuevos propósitos a principios de año, sino revisar el estado de consecución de los objetivos generales, aquellos que se establecieron cuando todavía se podía, es decir, cuando se tenía la vida por delante. Y en cualquier caso corregir, si todavía se está a tiempo, las desviaciones.
Lo que sucede es que la mayoría de las personas nos vemos obligadas a construir nuestro modelo a trompicones, a base de lo que la realidad de la vida nos va imponiendo, sin contar con un “plan director”, con una línea de actuación a seguir. De tal manera que, carentes de directrices, de vez en cuando apetece establecerlas, y qué mejor momento que cuando llega el año nuevo. Año nuevo, vida nueva, porque la de hasta ahora no resulta demasiado convincente.
Quizá me esté poniendo demasiado serio -y nada más lejos de mi deseo-, aunque quien me conoce sabe que en cuanto me descuido tiendo a filosofar. Filosofía de andar por casa, es cierto, pero al fin y al cabo filosofía. Y es que escribir bajo el influjo de un nuevo año tiene a veces esta consecuencia, la de que te dejas llevar confiado en que las musas te inspirarán, cuando en realidad no se puede confiar en ellas.
Por eso, para no dejar mal sabor de boca en los lectores, acabaré recomendándo a los que lo hacen habitualmente que continuen confeccionando sus listas de propósitos. Pero, eso sí, si luego no los cumplen que no se lleven un disgusto. Esas listas están hechas para ser incumplidas.
Normalmente no espero al año nuevo para revisar mis planes y proyectos de futuro, sino que, normalmente, los reviso cada vez que surge la ocasión, y, si acaso, más que en año nuevo, suelo plantearme o replantearme mis objetivos en cada cumpleaños personal: ¡vaya, teinta y siete ya! ¡Cómo se pasa la vida! Lo cierto es que cada año que pasa se va tomando uno las cosas con más calma, disfrutando de las pequeñas cosas y las rutinas de cada día, sabiendo, como sabemos por la experiencia, que los grandes proyectos,cuanto más discretos sean, mejor son para el espíritu.
ResponderEliminarNaturalmente que hay que tener planes y proyectos y revisarlos constantemente. Sin ellos la vida estaría hueca. Yo los tengo, pero trascienden el año. No son "propósitos" de uvas y champán, que es a lo que me he referido con ironía en el artículo.
Eliminar¿Listas de buenos propósitos? Claro que sí. No solo al principio del año, también al principio de cada mes, de cada semana y de cada día. Aún sabiendo de antemano que no se van a cumplir los planes más allá de un pequeño porcentaje, la experiencia -al menos la mía - es que sin la lista se harán aún menos cosas positivas. La pereza acecha. Ahora bien, estoy de acuerdo con el artículo: no hay que flagelarse si al revisar el cumplimiento de los objetivos, resulta que sólo se han alcanzado unos pocos.
ResponderEliminarAlfredo, creo que me vale la contestación a Fernando. Sin planes, sin proyectos la vida no tendría demasiado sentido. Mi divagación -que no reflexión- se refiere a esas minucias que algunos se proponen todos los años nuevos.
EliminarMe imagino que supondrás que no tengo una lista que reviso todos los años y la vuelvo a guardar. Ha sido un divertimento literario
estoy de acuerdo con Alfredo que una persona continuamente tenga ideas para proyectos que quiere hacer, no sólo al principio del año.
ResponderEliminarEl único propósito del año nuevo que he hecho -inspirado por un artista en una galeria de arte en Madrid, que ha llenado un cuaderno con un dibujo cada dia durante un año - era hacer un dibujo cada dia del año en mi tablet ( un Samsung galaxy tab ). Una tarea casi imposible a cumplir! En mi caso, he terminado 365 dibujos, pero tal vez un dia he hecho tres o cuatro y los siguientes cuatro dias ninguno. Al fin del año he tenido un sentido de enorme satisfacción que se ha mantenido durante los años siguientes y no he necesitado hacer mas resoluciones!!!!!!
Michael
Michael, qué serios os habéis puesto todos. Lo que tú cuentas de tus dibujos entra dentro de otra faceta distinta a la de los propósitos navideños, la del arte, en este caso CAD (diseño asistido por ordenador). En tí no me extraña, porque como ya te he dicho en alguna ocasión eres un auténtico renacentista.
EliminarEstupendo primer artículo del año. Confío que entre tus propósitos esté el continuar con este blog.
ResponderEliminarMe ha quedado una duda en cuanto a tu mecánica de repasar la “relación de metas a conseguir”.
Dices que “saco la del año anterior, la pongo encima de la mesa, la releo, me río un poco de mi ingenuidad y la vuelvo a guardar hasta el año que viene”.
¿Desde cuando haces esto? Porque puede que estés mirando la lista de hace 27 años o quizás 38.
¿Realmente haces esto o es una licencia poética? Si es así me sugiere un parecido a la escalera de Penrose (que yo llamaba de Escher hasta que la he buscado en la Wikipedia).
De todas maneras ¡feliz año!
Angel
Ángel, en primer lugar gracias por lo de estupendo primer artículo. Sí, de momento me propongo continuar, al menos hasta que note que las neuronas empiezan a "cortocircuitear".
EliminarLo de la lista, ya lo he dicho antes, no es más que, como tú dices, una licencia poética.