7 de junio de 2022

Asturias patria querida

Se lo había prometido a alguno de los lectores habituales de este blog y voy a tratar de cumplir con mi palabra. Acabo de hacer un viaje de seis días con mi mujer al Principado de Asturias y, aunque de manera apretada, me propongo contar algunas de mis vivencias. Por razones obvias no puedo extenderme demasiado, pero trataré de resumir lo que más me haya llamado la atención.

Como ya he contado en alguna ocasión, intento salir de vez en vez a recorrer aquellos rincones de España que nunca había visitado antes o que, de haberlo hecho, fue un poco de pasada. Entre ellos estaban los Picos de Europa, ese imponente macizo de la cordillera cantábrica que se asienta sobre tres provincias españolas, las de León, Asturias y Cantabria. El lugar elegido como campamento base ha sido el parador de Cangas de Onís, un lugar situado junto al río Sella, abrigado por uno de sus meandros.

El tiempo ha sido bueno, aunque los nubarrones y las tormentas nos hayan acompañado en ocasiones, pero sin impedirnos hacer ninguno de los itinerarios programados, entre ellos los desfiladeros del río Cares y el impresionante Parque Natural de Ponga. En el primero nos detuvimos en Carreña, un pequeño pueblo perteneciente al concejo de Cabrales, donde hicimos un alto en el camino para comer, además de darnos tiempo para caer en la tentación de comprar el consabido queso. En el restaurante, una camarera, a la que empecé tratando de usted, me reprendió por ser tan etiquetoso, cuando yo era mayor que ella. Una curiosa observación que, a partir de ese momento, me llevó a tutear a todo aquel a quien superara en edad -es decir, a casi todos-, dejando a un lado mi costumbre de utilizar el usted. El mundo avanza en una dirección, aunque nos empeñemos en mantenernos en nuestras arraigadas costumbres.

Al Parque Natural de Ponga, un paraje de los que impresionan por su majestuosidad, llegamos otro día desde Cangas, siguiendo el curso del río Dobra, un afluente del Sella que desciende majestuoso desde la provincia de León. Una simpática señora, a la que habíamos conocido dos días antes cuando visitábamos la recóndita aldea de Vis, nos había explicado que se trata de uno de los ríos mas “verdes” de España, al que todavía no le llegan vertidos de ningún tipo. Lo cierto es que lo contemplamos desde alguno de los numerosos miradores por los que pasamos y comprobamos que la limpieza de sus aguas ofrecía una completa transparencia, sólo rota por la espuma que se formaba al romper el agua contra las rocas.

En Beleño -la capital del concejo de Ponga-, la responsable del centro de interpretación del parque nos recomendó un par de rutas senderistas, acordes con nuestras ya mermadas capacidades físicas. Elegimos una de ellas -la del mirador de las Bedulas-, que, a través de una pista poco recomendable para mi coche, nos llevó a un lugar enclavado entre los grandes picos del macizo, que ese día se podían contemplar sin que las nubes lo impidieran. En las praderas que recorrimos a pie durante más de una hora trotaban manadas de caballos salvajes completamente sueltos, retozando a su antojo sin que nuestra presencia los inquietara, aunque a mi mujer no le hiciera demasiada gracia la suya.

Otro día, cuando caía la tarde, contemplamos en el Sella a un grupo de niños que daban clases de piragüismo, si es que así se le llama a esta afición. El río bajaba caudaloso, aunque con grandes remansos que permitían descender sin demasiados sobresaltos. La presencia de grupos de colegiales en este viaje ha sido bastante frecuente, lo que demuestra que las actividades extraescolares cada día están más extendidas. En Covadonga, un enclave entre montañas que navega entre la realidad y el mito, vimos otro grupo de niños y niñas de 8 o 9 años de edad, absolutamente disciplinados, siguiendo al pie de la letra las indicaciones de sus profesores. Estas escenas a mí me llenan de satisfacción, porque me hacen pensar en un futuro esperanzador basado en una educación que vaya más allá del enciclopedismo memorístico. Un tema, por cierto, candente en la actualidad.

Por cierto, en una oquedad dentro de la gruta de Covadonga se puede contemplar la supuesta tumba de don Pelayo, con una inscripción en un castellano arcaico, en la que a trancas y barrancas pude leer que fue quien inicio "la restauración de España". Todos los pueblos del mundo tienen derecho a conservar e incluso a presumir de sus leyendas históricas. Pero lo menos que se puede pedir es que los vestigios que intentan justificarlos contengan un mínimo de rigor. La sepultura de Covadonga espanta por su falsedad. He consultado el origen de la losa y parece que data de finales del XVIII o principios del XIX. Un insulto a la inteligencia de los visitantes.

En este viaje, me ha llamado la atención que en la mayoría de los restaurantes en los que comimos los camareros fueran casi todos extranjeros, africanos, sudamericanos o centroeuropeos. Incluso en los pueblos más apartados, oír acentos o dejes de otras latitudes ha sido una constante. Buenos profesionales, eso sí, porque, tratándose de un lugar tan turístico, la exigencia de calidad es extrema. Gente amable, servicial e integrada, otro asunto muy interesante, sobre todo ahora cuando se intenta poner orden en las condiciones laborales de tantos trabajadores de origen extranjero que nos ayudan a crear riqueza.

Aunque tuvimos tiempo para explorar la costa este del Principado -Rivadesella y Llanes- y la más occidental de Cantabria -San Vicente de la Barquera y Comillas, con visitas en esta última localidad al antiguo seminario de los jesuitas y a El Capricho de Gaudí, una de sus obras de juventud, hoy no me queda espacio si quiero cumplir con mis propias restricciones de extensión. Supongo que, como no me gusta dejarme nada en el tintero, y este viaje ha sido rico en experiencias y descubrimientos, otro día volveré a retomar el hilo. En cualquier caso, como muestra un botón, al menos de momento.

10 comentarios:

  1. Luis, deduzco por tu post que hicisteis la llamada "ruta del Cares desde Poncebos a Caín (o viceversa) y no le dedicas ni una línea. Yo la hice hace años y daba bastante miedo en algunos tramos.
    Angel

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    1. Llegamos hasta Poncebos, pero no hasta Caín. No recuerdo que nos diera miedo, aunque sí que había que poner mucha atención en las curvas.
      No le dedico más tiempo, porque aquí no cabe.

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    2. Perdona Luis, ha sido un error de apreciación mía: creía que lo habíais hecho andando.
      Angel

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    3. Si lo hubiéramos hecho andando, estaríamos todavía allí.

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    4. Tu contestación, Luis, me ha arrancado la primera sonrisa del día. Gracias.
      Angel

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  2. Maravilloso viaje.

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    1. Sí, lo fue. Un poco rápido, porque quisímos abarcar demasiado.

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  3. Con retraso por motivos de viaje, envío mi comentario. A nosotros también nos gusta Asturias y de hecho desde los 1975 vamos unos pocos días cada año; antes aprovechando algún puente y ahora con estancias de una semana. Los Picos de Europa son incomparables. Por cierto respecto al Cares hemos hecho el recorrido de la garganta varias veces, tanto desde Puete Poncebos, como desde Posada de Valdeón. Siempre magnífico, pero cada año con más gente. Recuerdo que Ricardo Ruano, el de vuestra panda de Ibiza, iba allí en los años 60 y acampaba en Caín durante dos semanas, utilizando los servicios de gente local para llevar con un caballo todo el equipo de acampada, que en aquellos tiempos pesaba un montón y ¡por esa estrecha senda!

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  4. El Ricardo Ruano del que hablas tenía entonces 20 años, y a esa edad se puede hacer de todo, hasta locuras. Nuestros movimientos por aquellos parajes han sido en coche, con pequeñas incursiones a pie. Como dicen ahora, la edad es lo que tiene.

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    1. De esto de la edad no se salva nadie. Nosotros no hacemos ya largos recorridos, pero aún con esa limitación, vale la pena ir a Asturias y caminar lo que se pueda.

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