Ni que decir tiene que no todas son buenas. Sin embargo, algunas, a pesar de la falta de calidad, las veo hasta el final, porque soy capaz de encontrar algo interesante en ellas. Pero, en otras ocasiones paro y borro la grabación nada más empezar a verla, porque, por mucho que lo intente, no puedo con ella. No tengo un estilo preferido y no me importa ver las antiguas que en mi opinión hayan resistido el paso del tiempo, algo que no descubro hasta que empiezo a verla. Hay un cine, el de los 40, los 50 y los 60, que me atrae profundamente, quizá porque me retrotraiga a mis años mozos. Pero también veo películas anteriores a esas fechas, siempre que la grabación se conserve con una cierta calidad de imagen y de sonido.
Para mí el buen cine es ante todo un buen argumento, aderezado con unos ingredientes que, debidamente mezclados, consiguen darle a la película mayor o menor calidad. Pero lo fundamental desde mi punto de vista es el guion. Si éste no me gusta, aunque haya buena interpretación, buena música, buena imagen y buen montaje, nunca conseguirá superar la barrera de mi exigencia estética. Es cierto, como ya he dicho, que en ocasiones soporto argumentos mediocres, porque los restantes componentes me compensan la deficiencia argumental. Pero será una película que se quedará en mi subjetiva catalogación como película mala.
Para mi el cine es como la
literatura. Si un libro está escrito con una calidad estética extraordinaria,
pero lo que narra no despierta mi interés, lo cierro y a otra cosa. Y un buen
argumento, tanto en el cine como en la narrativa, significa, entre otras muchas
cosas, cierto grado de sorpresa, de incertidumbre, de inquietud por lo que
pueda suceder. Los argumentos de final predecible son para mí malos argumentos,
tanto en el cine como en la literatura. Por eso, y no por otra razón, no me
atraen las series, en las que visto el primer episodio ya se sabe quién es quién
y, por tanto, lo que le va a suceder, sea cual sea el argumento del día. Las series para mí no son cine como yo lo entiendo, son otra cosa, dicho sea con el máximo respeto a los "seriéfilos".
Decía al principio que no soy un experto en cine y me mantengo en la apreciación. No obstante, creo que he conseguido desarrollar una cierta percepción sensorial hacia el conjunto de lo que supone una película, desde la música, pasando por la fotografía y terminando, cómo no, por el mensaje argumental, sin olvidar por supuesto la interpretación. Me meto tanto en sus entretelas, que durante el tiempo que paso frente a la pantalla me olvido por completo del mundo que me rodea, algo que sólo me sucede con la lectura de un buen libro.
Supongo que alguno se estará preguntando por qué he nombrado a la televisión y no a las salas de cine. Sencillamente porque desde hace un tiempo no voy a éstas, no porque no reconozca las ventajas de la pantalla grande y de la estereofonía, simplemente por comodidad. Qué le vamos a hacer si los años causan estragos.
Vaya Luis, una peli al día es mucha tela... Yo también veo de todo y el cine clásico tiene un lugar en mi memoria. A mi también me recuerdan a noches viendo las películas que tanto gustaban a mi madre, con esos doblajes...
ResponderEliminarPara mi es una cosa que aún está por superar. La calidad interpretativa de los actores de doblaje españoles de esos tiempos me parece la leche. Con una personalidad, un hacer castizo lo yanki... una maravilla.
Seguro que las conoces sobradamente, pero de los 50s y 60s, me alucinan Eva al desnudo y Quien teme a Virginia Woolf... Tienen más de 70 años y describen a las personas como lo son en la actualidad.
Siga usted hablando de cine clásico y aquí tendrá un ferviente lector.
Por cierto, soy Guillermo, tu sobrino político.
Guille, bienvenido a estas páginas.
EliminarSí, como tú bien dices, es tela. Lo que sucede es que se ha convertido en una costumbre que tiene sus ritmos y también sus ritos.
Pondré como ejemplo que el otro día vi "Cadenas rotas", una película que debí de ver por primera vez cuando tenía 8 años, y de la que naturalmente no recordaba casi nada, sólo algunas escenas tenebrosas que entonces me quitaron el sueño.
Me encanta tenerte como lector.
Hoy hay muchas formas de ver películas en TV sin necesidad de ir a las salas de cine. La última película que vi en una de estas salas fue hace más de diez años y era la película Gravity. Era tal el volumen ensordecedor que tenía el cine que mis oídos no lo podían soportar. Fue la última película que vie en pantalla grande, y eso que me gustaba a mí ir al cine de joven.
ResponderEliminarHoy día bajo las películas, todo tipo de películas, desde las más antiguas a las más recientes, con el emule, o las veo desde alguna plataforma como Amazon Prime o RTVE Play.
Elijo las películas normalmente por el argumento, pero también por director y actor/actriz, fundamentalmente.
Hay un aspecto que incide fudamentalmente en el gusto por una película y al que no has hecho referencia, que no es sólo el argumento, el director o las interpretaciones, sino además, tu estado físico y mental, porque no es lo mismo ver una película a las doce de la noche, cuando empiezan a entrarte los primeros síntomas del sueño, y entonces cualquier peĺicula te parece un rollo insoportable, o a las diez de la mañana, con la mente fresca recién despertado y desayunado. Claro que ¿quién se ve una películas a esas horas tempranas cuando hay tanto que hacer en la casa?
Fernando, dos comentarios que me sugieren el tuyo. Cuando veo cine utilizo unos cascos estereofónicos que graduo a mi antojo. En Gravity, que me gustó (la cienciaficción creible me gusta; la fantástica no la soporto), conseguí un tono que me hacía flotar en el espacio con Sandra Bullock.
EliminarMi hora de ver cine es después de cenar, en torno a las 9.30 o 10.00. A esas horas todavía estoy fresco, dentro de lo que cabe.
Comparto la afición por el cine, que me viene de muy antiguo. Lo explico: en mi casa vivía Doña Enriqueta, que era taquillera de los cines Alcalá y Salamanca, según los días. Esta señora, que me quería mucho, me llevaba al cine casi todas la semanas partir de los seis años. Me sentaba en alguna de las butacas laterales, siempre vacías, y le decía a un acomodador que me echase un vistazo. Fue así como adquirí una afición al cine que aún me dura. Por cierto veía el pase dos veces y en el Alcalá eran dos películas y un NODO. En la actualidad voy al cine todas las semanas con un grupo de amigos. Vemos una película y luego cenamos de tapeo. No todos tienen igual afición al cine, en algunos prevalece la cena sobre el cine, pero la cosa es verse y charlar. Se comenta la película aunque al final se acaba hablando de política - ¡qué le vamos a hacer! - sobre todo los varones, ellas tiene además otros temas.
ResponderEliminarAlfredo, entrañable lo de doña Enriqueta. Yo también recuerdo las sesiones continuas con dos películas y NODO. Y patatas fritas, chicle y caramelos. Aquí todavía no habían llegado las "palomitas".
EliminarEn la página 3 del ABC del sábado 15 hay un muy interesante artículo sobre cómo entender el cine.
EliminarGracias Alfredo. Voy a buscarlo.
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