24 de octubre de 2022

Entre patán e infantil

Como soy un gran admirador del humor inglés, cuando oigo la chabacanería que utilizan algunos para provocar la risa de sus oyentes me quedo siempre algo triste. Quizá se trate de un reflejo condicionado por la comparación que hace mi subconsciente entre la sutileza, el doble sentido y la ironía que utilizan los británicos cuando quieren amenizar la conversación, con la descarnada utilización por parte de algunos humoristas -profesionales o simples aficionados- del lenguaje obsceno y la reiteración machacona de sus gracias o gracietas. El humor británico me produce alegría y buen humor, mientras que el de los segundos me deja siempre la sensación de estar oyendo chiquilladas.

He escogido el título de este artículo consultando los diccionarios de la lengua, no fuera a ser que no expresara lo que de verdad quiero decir. Patán es sinónimo de zafio y tosco, mientras que infantil es un adjetivo que indica pertenencia o relación con la infancia o con los niños. Pues bien, a mí me parece que el humor del que hablo está entre la tosquedad o la zafiedad y el jolgorio inmaduro de los niños. Ni me hace gracia ni considero que se trate de un humor propio de personas maduras. Es un producto de consumo, o un comportamiento mundano, que se basa en la incapacidad de ser gracioso. Decir una palabra procaz de vez en vez o citar los genitales de cuando en cuando demuestra que no se entiende en que consiste el verdadero humor, que se confunde la llamativa salida de tono con el arte de hacer reír. Reincidir en lo dicho, una y mil veces, pone de manifiesto falta de variedad y originalidad.

A Gila, uno de los humoristas que figuran en mi particular santoral del arte de hacer reír, jamás le oí una palabra malsonante ni una insinuación “genitosexual”. Cuando contaba que su padre era pobre y que tenía una vaca en el balcón, y que un día al abrir la puerta se encontró con un paseante que le había caído encima un cuerno del animal y que le preguntaba con expresión dolorida si aquella cornamenta era suya, la respuesta fue “y yo qué sé”. No necesitaba utilizar la zafiedad para hacernos reír. La ironía y el doble sentido con los que aderezaba sus guiones bastaban. Era humor en estado puro. Los humoristas que navegan entre la patanería y la tosquedad hubieran adornado el guion con tacos o expresiones escatológicas, porque son incapaces de utilizar la sutileza. Es un humor inmaduro dirigido a un público que sólo entiende la chabacanería.

Puede ser que se trate de un producto de nuestra época, en la que lo inmediato, lo tangible y sobre todo lo transgresor priva sobre la reflexión divertida y el esparcimiento inteligente. Es posible, quizá, que las preferencias de los consumidores de humor hayan pasado de la sutilidad y el ingenio a la chabacanería y a la vulgaridad. Puede ser, no lo sé, que estos tiempos de redes sociales y de exhibicionismo casposo haya convertido el verdadero humor en payasada. Porque a muchos de estos humoristas sólo les falta la nariz postiza y los zapatones para parecer auténticos payasos, dicho sea con el máximo respeto a los auténticos payasos.

Lo malo de la proliferación de este tipo de humor es el contagio, porque los medios de comunicación crean escuela. Por eso ahora es muy fácil encontrarse con graciosillos impertinentes, que, con actitudes de mayor o menor vulgaridad, pero sobre todo mediante la reiteración, creen que hacen reír, cuando en realidad dan pena. Son imitadores de los humoristas de turno, con el agravante de que ellos no se ganan la vida diciendo sandeces.

¡Ay!, admirado Gila, como echo de menos tu genial sentido del humor.

4 comentarios:

  1. Voy a terminar la frase de Gila que dejaste incompleta, Luis:
    Cuando el paseante le pregunta si la cornamenta es suya, el hombre le responde: "¡Y yo qué sé! ¡tengo tantas cosas en la cabeza!"
    ¡Cuánto nos hemos reído con Gila, sí señor!

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    1. Fernando, me alegra coincidir contigo en la admiración al humor de Gila. En cualquier caso, como hubo tantas versiones de sus intervenciones, la mía es como la recuerdo. No había nada que añadir, porque el mensaje era que el cornudo es el último que se entera.

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  2. Me he reído con Gila, con Tip, con algún chiste de Eugenio, con las películas de Berlanga, con las cómicas de Billy Wilder, con las de Mr. Beam, con la película "El Guateque", con "La Pantera Rosa", con los cuentos de Guillermo Brown y en general con las situaciones cómicas allí donde hay talento. Cuando no lo hay, miro para otro lado. Nada mas triste que fracasar al intentar provocar la risa de los demás.

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  3. Alfredo, totalmente de acuerdo. Pero mucho más triste es creer que haces gracia y provocar hastío. A ese humor ramplón me refiero.

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