Dicen los analistas políticos que la señora Meloni ha moderado su discurso en las últimas semanas, lo que para algunos significa un respiro. No para mí, que, aunque reconozca que en Europa nadie puede irse por los cerros de Úbeda, la presencia de neofascistas al frente de uno de los países de la Unión Europea me produce sarpullidos. Herederos, sin disimulos, del Movimiento Social Italiano, una formación política que se organizó después de la Segunda Guerra Mundial con los despojos del partido único de Benito Mussolini, por mucha moderación que ahora imprima Georgia Meloni a sus palabras, el partido que dirige no deja de ser un auténtico esperpento anacrónico dentro de Europa.
Como tengo mucha fe en que los difíciles equilibrios de la política europea acaben siempre con las veleidades de los populistas de uno u otro signo, confío en que, a pesar del vocerío, la sangre no llegue al río. Pero, aunque el fenómeno sea sólo momentáneo y posiblemente sin futuro, lo que más me preocupa es la repercusión que esta victoria fascista pueda tener en España. Los primos hermanos del trío italiano, Núñez y Abascal, ya han empezado a reunirse, aunque lo hagan de tapadillo, porque parece ser que a cara descubierta no le gusta al primero. Pero que a nadie le quepa la menor duda de que los dos líderes ultraconservadores españoles han puesto la primera piedra para tramar una estrategia conjunta pensando en las próximas elecciones.
Es verdad que España no es Italia. Las fuerzas progresistas en nuestro país, aunque muy divididas y heterogéneas, cuando se unen son muy fuertes, de manera que es muy posible que lo sucedido en el país transalpino mueva aquí conciencias adormecidas. No sólo las de ámbito estatal, también las nacionalistas y regionalistas, a las que un dúo como éste no puede gustarles nada. El señor González Pons, preclaro representante de la cúspide popular, dice en antena que cuando Vox gobierna con ellos modera el tono. Supongo que lo que en realidad quiere transmitir es que el PP se ajusta a las exigencias de los primeros, como vemos todos los días en Castilla y León, con lo que, al disminuir las diferencias, parece que los de ultraderecha se hayan moderado. Sólo con ver el comportamiento del vicepresidente de aquella comunidad, el señor García-Gallardo, uno se hace clara idea de lo que sucede cuando el PP y Vox gobiernan juntos.
Lo que sí está claro a estas alturas es que el Partido Popular para gobernar necesita a los fascistas españoles de nuevo cuño. Están tan aislados los primeros en el panorama político nacional, que es muy difícil que el señor Núñez, en solitario, llegue a la Moncloa. Ésta es una realidad que no se debe perder de vista nunca, ya que nos lleva a la inmediata conclusión de que la posibilidad de que en nuestro país se repita el esperpento italiano es muy alta. Además, con un factor agravante, porque mientras que en Italia la movilidad política -¿debería decir “chaqueterismo”?- permite rectificar pronto los entuertos, en España, una vez alcanzado el poder, es difícil mover durante los cuatro años de la legislatura a los que gobiernan.
Por eso hoy me permito aconsejar que convendría que pusiéramos nuestras barbas a remojar, dicho sea en un sentido estrictamente metafórico. Yo no me afeito la mía, ni siquiera con Abascal en la vicepresidencia del gobierno de mi país. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Parece mentira que, con la cantidad de medidas sociales buenas que está tomando el Gobierno y el buen proyecto de Presupuestos Generales expansivos, sigan las encuestas dando mayoría a la derecha. Está claro que el denominado Cuarto Poder tienen una fuerza que no la tienen el B.O.E. ni otros medios más progresistas y humildes.
ResponderEliminarMe decía el otro día una persona muy próxima a Vox que lo de los gritos histéricos del colegio mayor Elías Ahuja no hubieran transcendido si no fuera porque a Sánchez le interesaba el escándalo para sacar los presupuestos adelante. ¿En qué fuentes beberá? Sí, tienes razón, la prensa conservadora desinforma todo lo que puede.
EliminarEl progreso del populismo de derechas, aparte de perplejidad, debe provocar una reflexión sobre su causa y como variar esa tendencia. Algo se hace mal. El poder de los medios no es despreciable, pero no puede ser la causa principal.
ResponderEliminarPersonalmente creo que se trata de una cuestión de ritmo. Si un gobierno socialdemócrata trata de llevar a cabo las tareas necesarias para cumplir unos objetivos que son aceptados por casi todos, debe hacerlo pensando en el medio y largo plazo y dar pasitos que no creen rechazo en los votantes. Estoy seguro de que eso lo comparte Pedro Sánchez. Lo malo es que, para formar gobierno, PS ha tenido que unirse con otros que no cesan de espolearle. Salvando las distancias, algo simétrico a lo que ocurre en las autonomías en que el PP gobierna con Vox.
Podemos buscar las causas. Pero, entre ellas, no creo que esté la influencia de Podemos. Las medidas de carácter social que está poniendo en marcha el PSOE no necesitaban el espoleo de los otros. Otra cosa es que su influencia haya roto inercias.
EliminarLos poderes fácticos funcionan y el "bunker" ha resucitado. Ahora, como habrás visto, hasta cantan loas al "36".