El problema de los pactos entre PP y Vox es que pueden no ser coyunturales, sino convertirse en permanentes. La derecha tradicional española, el PP, que durante años demostró su capacidad para gobernar en solitario, ahora es incapaz porque no cuenta con los apoyos suficientes. El fenómeno no es difícil de entender, porque sus bases, o al menos una parte de sus bases, nunca aceptaron la democracia de buen grado. Durante la transición se dieron cuenta de que los nuevos tiempos requerían vestirse de demócratas para entrar a formar parte del mundo occidental, pero lo hicieron a regañadientes. De manera que la presión de esas bases descontentas explotó un día, los díscolos se salieron del cascarón que los protegía y se fueron despavoridos a Vox, un partido que nunca ha disimulado su querencia franquista, su añoranza del autoritarismo.
Lo peor de este asunto es que, aunque a los estratos más sensatos del conservadurismo español no les guste nada la deriva hacia Vox, necesitan su apoyo. De momento creen que pueden controlarlos dándoles algún caramelo que otro, con lo cual en vez de contribuir a su aislamiento les están dando alas. Cría cuervos y te sacarán los ojos, dice el refrán.
Yo me temo que lo que pueda ocurrir es que se produzca una especie de ósmosis entre los dos partidos, de tal manera que poco a poco las ideas se vayan fusionando, los programas pareciéndose cada vez más y los objetivos identificándose. Es decir, transformándose en uno solo. Ya ni siquiera será una alianza conservadora, sino un gran movimiento reaccionario. Porque creen que de esa manera quizá tengan asegurada la mayoría absoluta.
Es ahí donde está el peligro, en el nacimiento de un gran partido populista y antisistema, reaccionario y de corte autoritario, lo que sería el preludio de una gigantesca involución, no de un cambio coyuntural, sino de una mutación permanente. Este gigantesco frente mediático que se ha formado para intentar cambiar el gobierno no es casualidad, es el motor que está llevando a esta situación, a la vuelta a unos tiempos que ya creíamos superados.
Aunque lo que estoy diciendo pueda parecer una exageración, basta con navegar por las redes, analizar los mensajes, diseccionar los argumentos que se esgrimen para entender que el peligro está ahí. Mucho se habla de cambio de ciclo, de alternancia, de relevo democrático, pero tal como se están produciendo los acontecimientos deberíamos poner las barbas a remojar. La ola ultra avanza y la derecha tradicional está presa de los populistas.
Ojalá me equivoque.