Decía yo el otro día que deberían cambiar de estrategia. La antigua, la del "y tú más", no mueve conciencias, mucho menos la de los que están siendo bombardeados por pamplinas inverosímiles a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Han llegado a creerse de tal forma lo “derogar el sanchismo”, que en sus cerebros los ataque del mismo estilo pero en sentido contrario les parecen las pedradas de los pandilleros de enfrente.
Deberían desmarcarse de esa manera de hacer las cosas y centrarse en poner de manifiesto los logros alcanzados en esta legislatura y en los objetivos marcados para la próxima. Pero con pedagogía y sin demagogia. Tenemos en este momento la inflación más baja de Europa y nuestro crecimiento duplica el de los países de nuestro entorno. Las cifras de turistas en número de personas y en gasto realizado están alcanzando cifras récord. Las inversiones de capitales extranjeros, que habían bajado significativamente, suben como la espuma. Las exportaciones crecen. Cataluña, una región española que hace unos años estaba al borde de la rebelión contra el Estado, aunque algunos continúen con sus cánticos separatistas vive en paz y concordia con el resto del país. El terrorismo ha desaparecido y los independentistas vascos canalizan sus pretensiones a través de las instituciones del país. Hay paz social, el desempleo disminuye y los salarios mínimos suben. Las pensiones se han revalorizado y los empresarios se muestran razonablemente satisfechos. El déficit continúa descendiendo y el PIB ha alcanzado los niveles de antes de la pandemia. Etcétera, etcétera, etcétera.
Es cierto que hemos llegado a una situación de confrontación chabacana y macarra de la que es muy difícil desprenderse. No lo es menos que cuando se oye a un líder presidenciable decir que hay que derogar el sanchismo, como si ese fuera su único objetivo, entran ganas de mirar para otro lado. Pero, aún así, el PSOE debería desmarcarse de la intolerancia, de las malas artes políticas, de la lucha barriobajera. Es preciso distinguirse de los que así actúan, para lo cual sólo cabe una posición, la de explicar lo que se ha hecho y extrapolar a lo que queda por hacer. Y no es necesario proclamar que el adversario no lo hará, porque eso es algo que los ciudadanos conocen perfectamente. Como decía el otro día en otro artículo de este blog, el electorado no es estúpido.
Es complicado hacer buena propaganda cuando la mayor parte de los medios, no sé por qué razón, están a favor de la derecha, de estaclase de derecha. Cierto es que una persona medianamente culta puede escoger por qué medios informarse mejor; pero ¿hasta qué punto la gente es consciente de lo que realmente se juega? En España yo creo que los electores se rigen más por criteros pasionales que racionales.
ResponderEliminarFernando, yo creo que España no es una excepción en lo de primar la pasión sobre la razón. Lo que sucede es que las pasiones cambian de signo cada poco tiempo.
EliminarRespecto a la presión mediática conservadora, Sánchez dio un consejo en la entrevista con Évole que vi ayer: si quieres saber quién está detrás de las campañas, sigue la pista del dinero. Las oligarquías son muy reacias a que les toquen el bolsillo.