18 de septiembre de 2023

Poner sobre la mesa

 

La expresión que he elegido hoy como título de este artículo suele utilizarse para indicar la idea de iniciar una negociación, no la de concluirla. Lo que están haciendo en este momento todos los partidos políticos sin excepción es poner sobre la mesa sus exigencias de máximos a cambio de prestar los apoyos que se les piden. No significa que las cartas que se enseñan sean las definitivas, porque la técnica o, si se prefiere, el arte de negociar, requiere de escaramuzas dialécticas iniciales como las que estamos viendo estos días.

Lo malo de estas exigencias es que, como inevitablemente transcienden a la opinión pública, contaminan el ambiente, crean incertidumbres y, lo que es peor, son aprovechadas por el adversario político para intentar desacreditar los posibles pactos que se estén fraguando. No digo que no sea verdad que los independentistas catalanes estén pidiendo lo imposible, lo que quiero decir es que saben muy bien lo que se les puede conceder y lo que no. Pero con exigencias desmesuradas tienen más posibilidad de conseguir acuerdos razonables.

Ahora ya se está hablando de dinero, algo que a nadie debería sorprender, porque al fin y al cabo la política lleva incluida la obligación de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, y sin dinero no es posible. Creo que fue Chamberlain, un político británico conservador, quien dijo en una ocasión que la única política que existe es la aprobación de los presupuestos, que todo lo demás son adornos prescindibles. Una reflexión muy cínica, pero no demasiado apartada de la realidad.

Por eso ha vuelto a salir a relucir el nunca bien resuelto asunto de la financiación de las comunidades, lo que al fin y al cabo es política en estado puro.  Lo que sucede es que la palabra dinero tiene mala prensa y da lugar a que, cuando se exige, se construyan relatos de insolidaridad, de egoísmo y de comportamientos espurios.

Sin embargo, éste es un asunto que hay que abordar, porque el reparto del dinero entre las comunidades y la contribución de cada una de ellas a la caja común nunca ha estado bien resuelto. Por tanto, que en plenas negociaciones políticas se haya puesto sobre la mesa este asunto a nadie debería sorprender. Otra cosa es que, una vez más, se esté pidiendo el oro y el moro, si se me permite la expresión coloquial. Pero que se exija resolver el problema de una vez por todas tiene pleno sentido.

Estamos asistiendo una vez más al triste espectáculo de la falta de discreción en las negociaciones. Lo que sucede es que en política los actores tienen detrás a sus votantes y como consecuencia aprovechan cualquier circunstancia para hacer méritos. Es por tanto inevitable. Ahora bien, nadie debería considerar una escaramuza negociadora como el resultado de la negociación. Tengo la sensación de que estamos todavía en los primeros capítulos y que queda mucha tela que cortar. Yo aconsejaría que contempláramos el espectáculo con frialdad, que no sacáramos conclusiones precipitadas y que esperáramos al resultado de los acuerdos para emitir un juicio.

Mientras tanto, dejemos que los negociadores negocien. España ha demostrado a lo largo de los últimos decenios madurez democrática y estabilidad institucional y, por mucho que algunos agoreros de vía estrecha amenacen, no va a desaparecer como nación. Es una cantinela tan repetida, tan estrambótica y desmesurada, que oírla en boca de algunos viejos y desfasados próceres produce hilaridad.

Menos lobos, Caperucita.

6 comentarios:

  1. A algunos no nos provoca hilaridad la posición de Felipe González, Alfonso Guerra, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Juan José Laborda, Elena Valenciano y Nicolás Redondo Terreros, entre otros. Lo que sí nos provoca indignación es la posición de Sánchez, en opinión de muchos dispuesto a casi todo para mantenerse en el poder, aunque sea a costa de desprestigiar PSOE. Una cosa es negociar y otra mercadear apoyos a cambio de cuestiones de estado. Lo de esperar a ver qué pasa me parece poco útil.

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    1. Lo que digo en mi artículo es que no se conocen los términos exactos que se están manejando en las negociaciones. Todo son suposiciones, interpretaciones interesadas y, en algunos casos, vaticinios proféticos.
      Te aseguro que si algunas de esas conjeturas anticonstitucionales se produjeran, yo seré el primero en denunciarlas aquí. Pero también que si gracias a esos acuerdos se mejora la convivencia entre los españoles no rectificaré ni una de mis palabras.
      Mientras tanto, aunque a algunos no les produzca hilaridad, a mí, el hecho de especular sin conocimiento, me hace gracia, dicho sea en un sentido figurado. Lo haga la oposición o lo hagan los viejos dirigentes del partido socialista.

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    2. Nos enteraremos de lo que ha acordado Sánchez con los independentistas cuando hayan firmado un compromiso y sea demasiado tarde para impedirlo. Hay que presionar ahora para que no vaya demasiado lejos.

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    3. Alfredo, en una democracia nunca es demasiado tarde para nada. Si los pactos fueran anticonstitucionales, intervendría el Tribunal Constitucional para frenar el intento. En mi opinión, presionar cuando no se sabe por qué, no tiene más sentido que el de armar ruido. Otra cosa es que a algunos no les guste la política con la que este gobierno pretende solucionar el problema del "encaje" de Cataluña en España. Pero para eso están las urnas.
      Nunca llueve a gusto de todos.

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  2. Siempre recuerdo a un catedrático de Derecho que nos decía en clase: el periódico más neutral: el BOE, y para saber realmente la política de un gobierno: Los Presupuestos generales del Estado.
    Yo quiero pensar, optimistamente, que tendremos unos próximos PGE progresistas publicados en el BOE.

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    1. Tu profesor tenía razón.A los políticos hay que juzgarlos por lo que legislan y no por especulaciones proféticas.

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