Creo que se trata de un inmenso error colectivo. Para los centralistas a ultranza, porque al negar la existencia de razones que fomentan los movimientos centrífugos, no sólo no hacen
absolutamente nada para corregirlos, sino que además los exacerban. Para los
separatistas irredentos, porque al intentar romper unilateralmente los lazos de la
realidad política española frenan los avances hacia el autogobierno y provocan la reacción centralista. Nadie gana, todos pierden.
Los políticos, conocedores de esta realidad social, navegan al ritmo que le marcan sus caladeros de votos. Es decir, no sólo son los líderes los que van impartiendo doctrinas centralistas o separatistas,
sino que los ciudadanos los llevan en uno u otro sentido. Los
partidos políticos, en vez de hacer pedagogía e intentar conciliar posiciones, se adaptan a lo que le pidan sus votantes, porque al fin y
al cabo son los que les dan de comer.
Muy pocos dirigentes políticos reconocen este diabólico movimiento de placas tectónicas, que cuando están en equilibrio inestable dan un respiro, pero cuando se ponen en marcha amenazan con destruir la convivencia. La mayoría de ellos, aunque conozca perfectamente la profundidad de la quiebra, en vez de tomar medidas para evitar el choque prefiere mirar para otro lado. Incluso algunos se aprovechan de esta dicotomía para hacer electoralismo, tanto en el bando de los centralistas como en el de los separatistas.
Por eso yo aplaudo cualquier iniciativa política encaminada a poner sobre la mesa esta realidad social, analizarla en profundidad y buscar soluciones pactadas, que, como en cualquier disyuntiva social, nunca satisfarán del todo a las dos partes. Estoy convencido de que, sin vulnerar el mandato constitucional, existe un amplio campo legal para reconciliar las posiciones de unos y de otros.
Si el actual gobierno continua con el proceso que ya ha iniciado de llegar a acuerdos, como espero y deseo, habrá roto esta malévola dinámica, porque significará que es consciente del problema, que no le asusta enfrentarse a él y que está dispuesto a intentar solucionarlo. No es fácil, porque le van a caer pedradas desde uno y otro lado. Pero habrá dado los primeros pasos para resolver el mayor problema político que tiene España, el de la falta de entendimiento entre las distintas partes que componen nuestro país. Habrá avanzado hacia la federalización del Estado, a mi juicio la única solución viable.
El Estado de las Autonomías es bastante semejante a un Estado Federal. No son tantas las competencias que quedan por transferir. Pero lo que muchos independentistas pretenden es algo parecido a un estado confederal, en el que, en cualquier momento, una de las naciones que integran el Estado puede amenazar con abandonarlo. Entiendo que las oligarquías que apoyan al PNV o Junts pretendan una cierta confederación mas o menos confesada, pero que lo apoyen IRC o el PSOE es difícil de justificar, salvo por razones puramente electorales.
ResponderEliminarDe lo que yo hablo en mi artículo es del avance hacia el federalismo, no del Estado Confederal. Dicho de otra manera, de continuar transfiriendo competencias, porque aún quedan muchas pendientes de transferencia. En cualquier caso, no se trata de ceder por ceder, sino de legislar en beneficio del encaje de todos los territorios que componen el estado español. Desde mi punto de vista, es lo más conveniente para garantizar la unidad de España.
EliminarQue hay muchos que opinan lo contrario, lo sé perfectamente.
Por cierto, lo que no quieren las oligarquías que mencionas es la ruptura. No hay más que ver cómo han huido las empresas importantes de Cataluña tras la ilegal declaración de independencia.