23 de agosto de 2024

LGTBI plus

 

Para que no haya confusiones, empezaré diciendo que le tengo un respeto absoluto a las orientaciones sexuales de los demás. Jamás se me oirá decir una palabra pronunciada con la intención de herir la sensibilidad de una persona por razón de sus preferencias afectivas. Todo el mundo, en mi opinión, está en su perfecto derecho a vivir su sexualidad y sus afectos como le plazca, siempre que no haga daño a nadie. Pero es que, además, soy consciente de que, en el caso de los transexuales, su realidad personal suele esconder bastantes sufrimientos, por lo general desconocidos por la mayoría de la gente, dramas que los interesados procuran ocultar por razón de su índole.

Sin embargo, últimamente ha aparecido una nueva modalidad LGTBI, la de aquellos que, siendo varones y heterosexuales, dicen sentirse mujeres. En consecuencia, solicitan que a efectos administrativos se los considere como tales. No cambian de sexo, siguen con sus parejas femeninas si las tienen, visten como hombres, se dejan barba y no disimulan su masculinidad, ni en el habla ni en los gestos. En realidad continúan viviendo como antes, pero exigen que se les inscriba en el registro como mujeres.

A mí, lo diré con toda claridad, me parecen unos farsantes y unos impostores. Lo que pretenden es aprovecharse de determinadas circunstancias que dentro de sus entornos profesionales según ellos favorecen a las mujeres y continuar sus vidas como si nada hubiera cambiado. He conocido a través de la prensa algunos casos de militares que han solicitado que, después de haber ingresado en las Fuerzas Armadas como hombres, se los considere mujeres, convencidos de que su nuevo estatus les comportará ventajas. No sé hasta dónde habrán llegado en sus reivindicaciones, pero como vivimos tiempos de confusión no me extrañaría que hubieran tenido éxito.

A los primeros que perjudica esta nueva modalidad de falsa “orientación sexual” es a los verdaderos transexuales, porque la opinión pública propende a la confusión. Sin embargo, no se trata de lo mismo, porque mientras que los que se limitan a solicitar un “cambio administrativo” continúan viviendo como hombres, los verdaderos transexuales cambian de sexo, o física o mentalmente. En definitiva, viven de acuerdo con su nueva identidad. Sin embargo, una parte de la opinión pública mete a todos en la misma categoría, extendiendo a los verdaderos transexuales las críticas que hacen a los farsantes, perjudicando a aquéllos por agravio comparativo.

Soy consciente de que este tema es muy complejo y no se puede tratar con superficialidad. La humanidad en general ha vivido bajo la idea de que se es hombre o se es mujer y, como consecuencia, el comportamiento sexual debe corresponder a ese dualismo. Que la tolerancia hacia otras formas se vaya poco a poco abriendo camino es consecuencia de una larga lucha del colectivo afectado y de una paulatina aceptación social de la realidad. La lucha ha sido y sigue siendo contra el conservadurismo social, apoyado por determinadas religiones oficiales. La aceptación de la realidad procede de la imposición de la razón sobre los tabúes y fanatismos. Pero que ahora, al amparo de estos logros, unos cuantos caraduras se aprovechen de los avances hacia la tolerancia para arrimar el ascua a su sardina me parece un hecho denunciable. Por eso hoy lo traigo aquí, para decirlo alto y claro.

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