Sin embargo, últimamente ha aparecido una nueva modalidad LGTBI, la de
aquellos que, siendo varones y heterosexuales, dicen sentirse mujeres. En consecuencia, solicitan que a efectos administrativos se los considere como tales. No cambian de sexo, siguen con sus parejas
femeninas si las tienen, visten como hombres, se dejan barba y no disimulan su
masculinidad, ni en el habla ni en los gestos. En realidad continúan viviendo
como antes, pero exigen que se les inscriba en el registro como mujeres.
A mí, lo diré con toda claridad, me parecen unos farsantes y unos impostores.
Lo que pretenden es aprovecharse de determinadas circunstancias que dentro de
sus entornos profesionales según ellos favorecen a las mujeres y continuar sus vidas como
si nada hubiera cambiado. He conocido a través de la prensa algunos casos de
militares que han solicitado que, después de haber ingresado en las Fuerzas
Armadas como hombres, se los considere mujeres, convencidos de
que su nuevo estatus les comportará ventajas. No sé hasta dónde habrán llegado en sus reivindicaciones, pero como vivimos tiempos de confusión no me
extrañaría que hubieran tenido éxito.
A los primeros que perjudica esta nueva modalidad de falsa
“orientación sexual” es a los verdaderos transexuales, porque la opinión
pública propende a la confusión. Sin embargo, no se trata de lo mismo, porque mientras que los que se
limitan a solicitar un “cambio administrativo” continúan viviendo como hombres,
los verdaderos transexuales cambian de sexo, o física o mentalmente. En
definitiva, viven de acuerdo con su nueva identidad. Sin embargo, una parte de
la opinión pública mete a todos en la misma categoría, extendiendo a los verdaderos transexuales las críticas
que hacen a los farsantes, perjudicando a aquéllos por agravio
comparativo.
Soy consciente de que este tema es muy complejo y no se
puede tratar con superficialidad. La humanidad en general ha vivido bajo la
idea de que se es hombre o se es mujer y, como consecuencia, el comportamiento
sexual debe corresponder a ese dualismo. Que la tolerancia hacia otras formas
se vaya poco a poco abriendo camino es consecuencia de una larga lucha del colectivo afectado y de una paulatina aceptación social de la realidad. La lucha ha sido y sigue siendo contra el conservadurismo social, apoyado por determinadas religiones oficiales. La
aceptación de la realidad procede de la imposición de la razón sobre los tabúes
y fanatismos. Pero que ahora, al amparo de estos logros, unos cuantos caraduras se aprovechen de los avances hacia la
tolerancia para arrimar el ascua a su sardina me parece un hecho denunciable. Por eso hoy lo traigo aquí, para decirlo alto y claro.
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