Una de las causas de este declive se basa en que los
pequeños empresarios se jubilan sin que sus descendientes estén dispuestos a
seguir sus pasos, a mantener los negocios de sus padres abiertos. Suelen haber estudiado
carreras universitarias, porque la situación económica de la familia lo ha
permitido, y prefieren ejercer sus carreras en las grandes o pequeñas ciudades,
donde no sólo se les ofrecen mayores oportunidades, sino que además encuentran
un estilo de vida más acorde con sus aspiraciones. Renuncian a unos negocios
que a sus padres les ha permitido vivir con holgura y eligen emprender una trayectoria distinta.
Bastantes de estos negocios terminan en manos de inmigrantes,
muchos de ellos procedentes de la Europa del este. En Castellote no es difícil
encontrar a rumanos o a ucranianos al frente de restaurantes, bares, panaderías
y supermercados. Menos mal, porque de otra forma esos negocios se hubieran
cerrado, ayudando a la despoblación del pueblo. En qué estarán pensando los
furibundos enemigos de la inmigración. Pero éste es un asunto muy distinto, que hoy no cabe
aquí.
Como digo en el título de hoy, en mi pueblo hasta el cura es
inmigrante. En este caso la causa es distinta, porque se trata de la creciente falta de
vocaciones entre los españoles, de manera que los obispos se ven en la necesidad de contar con hispanoamericanos para no cerrar sus iglesias. Yo no he oído las
prédicas del nuevo párroco, pero me dicen que su acento resulta muy llamativo a los
oídos de los creyentes que acuden a sus celebraciones religiosas, acostumbrados al soniquete aragonés de los curas anteriores. No las he
oído, pero puedo imaginármelas con facilidad. Eso sí, ahora se oyen todos los
días los toques de campanas anunciando la misa de las diez y media, un sonido que durante bastante tiempo había dejado de oírse a diario.
Mucho me temo que sólo estemos asistiendo al inicio de un
futuro nada prometedor para el mundo rural. Quizá la inmigración sea nada más
que un parche momentáneo, porque a los hijos de los que en estos momentos se están
haciendo cargo de los pequeños negocios del pueblo les sucederá lo mismo que a
los de sus predecesores. Estudiarán carreras universitarias, emigrarán a las ciudades
y dejarán a sus padres solos en la estacada.
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