18 de septiembre de 2024

Es que no paran


Dicen que los perros de caza cuando muerden no sueltan su presa porque el instinto se lo impide. Salvando las distancias, y dicho sea el símil anterior con absoluto respeto a las personas, los actuales líderes de la derecha de este país cuando encuentran cualquier pretexto real o inventado, venga o no a cuento, para atacar a Pedro Sánchez, no sólo no cesan en sus ataques, sino que además se ensañan. Todavía resuenan las críticas al no reconocimiento de Edmundo González como ganador de las elecciones venezolanas hasta que se den a conocer las actas -posición compartida por los miembros de la UE- y ya se han enganchado a la crisis diplomática que se ha abierto como consecuencia de las palabras de Margarita Robles acusando a Maduro de dictador.

Fue curioso observar las contradicciones de los líderes del PP al principio, cuando todavía no debían de haber recibido el argumentario oficial de su partido. Mientras unos acusaban a Sánchez de abrir conflictos estériles e irresponsables, otros aplaudían a la ministra de Defensa, una auténtica contradicción. Todo vale con tal de zaherir, aunque se trate de un delicadísimo asunto diplomático, de un conflicto que el sentido común -por no decir el sentido patriótico que tanto les gusta invocar- aconseja desactivar cuanto antes. Pero es que su estilo no se lo permite. En la guerra como en la guerra.

Aunque estoy de acuerdo sin paliativos con las palabras de Margarita Robles, creo que fueron inoportunas. Las relaciones diplomáticas no admiten intromisiones de un representante del gobierno en el área de Exteriores. Fue una irresponsabilidad, un dejarse llevar por los sentimientos y no por las razones de estado. Lo digo de una ministra, pero también de una oposición que critica las complejas decisiones en política exterior en beneficio de sus intereses electorales, sin tener la suficiente información. O teniéndola, pero importándole un bledo los perjuicios que puedan causar a los intereses de su propio país.

En un artículo que publiqué hace unos días hablaba yo de las convicciones y de los intereses, incluyendo en este último concepto los colectivos, no los particulares. Pues bien, creo que estamos ante un claro ejemplo de lo que entonces decía, que en muchas ocasiones es difícil entender los mecanismos que guían a la diplomacia, porque no se tienen a mano datos suficientes para comprender las causas. Yo tampoco los tengo, pero el sentido común me dicta que en casos como éste hay que andarse con pies de plomo antes de dar un portazo al presidente de un país al que nos unen fuertes lazos sentimentales y económicos.

Pero como no paran, ahora, tras las acusaciones del populista ministro de Interior venezolano en las que  acusa a España de intervenir en un complot contra Maduro, ya han abierto la caja de los truenos, ya han vuelto a sacar los pies del plato pidiendo, nada más y nada menos, que la retirada de nuestro embajador en Venezuela, mientras se quejan de carecer de información porque el gobierno no se la ha suministrado. Vamos a ver, señores del PP: si la acusación es falsa como sostiene el gobierno, de qué les tenían que haber informado; y si hubiera algo de cierto, a quién se le ocurre quejarse porque no se haya informado de una operación que afectaría a la seguridad del Estado. 

Lo dicho, siguiendo con el símil canino, son incapaces de soltar la presa.

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