Fue curioso observar las contradicciones de los líderes del
PP al principio, cuando todavía no debían de haber recibido el argumentario
oficial de su partido. Mientras unos acusaban a Sánchez de abrir
conflictos estériles e irresponsables, otros aplaudían a la ministra de Defensa, una auténtica
contradicción. Todo vale con tal de zaherir, aunque se trate de un delicadísimo
asunto diplomático, de un conflicto que el sentido común -por no decir el
sentido patriótico que tanto les gusta invocar- aconseja desactivar
cuanto antes. Pero es que su estilo no se lo permite. En la guerra como en la
guerra.
Aunque estoy de acuerdo sin paliativos con las palabras de Margarita
Robles, creo que fueron inoportunas. Las relaciones diplomáticas no admiten
intromisiones de un representante del gobierno en el área de Exteriores. Fue una
irresponsabilidad, un dejarse llevar por los sentimientos y no por las razones
de estado. Lo digo de una ministra, pero también de una
oposición que critica las complejas decisiones en política exterior en beneficio de sus intereses electorales, sin tener la suficiente información. O teniéndola,
pero importándole un bledo los perjuicios que puedan causar a los intereses de su propio país.
En un artículo que publiqué hace unos días hablaba yo de las
convicciones y de los intereses, incluyendo en este último concepto los
colectivos, no los particulares. Pues bien, creo que estamos ante un claro
ejemplo de lo que entonces decía, que en muchas ocasiones es difícil entender los
mecanismos que guían a la diplomacia, porque no se tienen a mano datos
suficientes para comprender las causas. Yo tampoco los tengo, pero el sentido
común me dicta que en casos como éste hay que andarse con pies de plomo antes
de dar un portazo al presidente de un país al que nos unen fuertes lazos sentimentales y económicos.
Pero como no paran, ahora, tras las acusaciones del populista ministro de Interior venezolano en las que acusa a España de intervenir en un complot contra Maduro, ya han abierto la caja de los truenos, ya han vuelto a sacar los pies del plato pidiendo, nada más y nada menos, que la retirada de nuestro embajador en Venezuela, mientras se quejan de carecer de información porque el gobierno no se la ha suministrado. Vamos a ver, señores del PP: si la acusación es falsa como sostiene el gobierno, de qué les tenían que haber informado; y si hubiera algo de cierto, a quién se le ocurre quejarse porque no se haya informado de una operación que afectaría a la seguridad del Estado.
Lo dicho, siguiendo con el símil canino, son incapaces de soltar la presa.
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