9 de septiembre de 2024

La matraca de la amnistía

Nota previa: El artículo que viene a continuación está escrito antes de que se celebraran las elecciones autonómicas catalanas y, por consiguiente, antes de que los independentistas perdieran la presidencia del gobierno catalán. No obstante me atrevo a publicarlo hoy por dos razones: la primera, porque lo que digo aquí resulta premonitorio de lo que luego ha sucedido; la segunda, porque mis ideas no sólo no han cambiado desde entonces, sino que se han fortalecido con la llegada de Illa a la presidencia de la Generalitat.


Empezaré confesando que me da mucha pereza dedicarle tiempo a escribir sobre el manido asunto de la Ley de Amnistía. Siempre me ha resultado incómodo, pero ahora que el asunto ha bajado en intensidad desde el punto de vista mediático mucho más. Si el ruido ha disminuido ha sido por dos razones, una, porque los detractores se han dado cuenta de que pinchaban en hueso y han empezado a dirigir sus dardos en otras direcciones; dos, porque los defensores de la propuesta legislativa, conscientes de que es éste un asunto muy difícil de digerir por una parte de la opinión pública, prefieren poner sordina. Pero los irreductibles siguen dando la matraca. Son aquellos que consideran que la iniciativa sólo puede traer desgracias a nuestro país y, como consecuencia, no cesan en gritar su desacuerdo en todas las direcciones de la rosa de los vientos.

A mí la amnistía siempre me ha parecido un asunto muy poco estético, porque sus beneficios abarcarán a políticos como Puigdemont, un personaje que, desde mi punto de vista, políticamente deja mucho que desear. Sin embargo, hecha esta consideración, nunca he visto en la iniciativa del gobierno actual grandes riesgos, mucho menos los que pregonan algunos, la ruptura de España. Todo lo contrario, creo sinceramente que los intentos de suavizar tensiones suelen dar buenos resultados, sobre todo si con ellos se logran acuerdos admisibles por las dos partes, lo que en este caso significaría disminuir la tensión separatista de muchos catalanes, por un lado, y respetar sin prejuicios las singularidades históricas de Cataluña, por el otro.

Respecto a la acusación de donde dije digo, digo Diego, yo no creo que en política no haya que rectificar. Todo lo contrario, estoy convencido de que es un oficio que obliga a cambiar de vez en vez de criterio y a adaptarse a las circunstancias constantemente. Es cierto que el PSOE estaba en contra de la amnistía hace un tiempo y no lo es menos que ahora la defiende. Pero si al juzgar este cambio no se tiene en cuenta que las circunstancias han cambiado por completo, se estará cometiendo un error. En la Cataluña de 2017 había una mayoría de separatistas, y muchos de ellos lo eran como consecuencia de las torpezas cometidas por los gobiernos conservadores. En la de 2024 el panorama ha cambiado por completo. Sigue existiendo por supuesto un catalanismo muy arraigado -que por cierto nunca desaparecerá-, pero mucho menos separatismo del que había entonces, aseveración que respaldan las encuestas de opinión. Si esta realidad social no se reconoce, se corre el riesgo de errar en cualquier juicio político que se haga.

Vamos a ver qué sucede en las próximas elecciones autonómicas, porque puede que haya sorpresas. Junts y ERC, las dos formaciones nacionalistas catalanas más importantes, están enfrentadas como no lo habían estado nunca. Las acusaciones que se cruzan son demasiado llamativas como para que después pueda haber componendas entre las dos formaciones. Pero es que además está el PSC de Illa, que con unos buenos resultados puede cambiar por completo el equilibrio. Los independentistas irredentos seguirán hablando de autodeterminación, porque es la única arma que les queda. Pero, lo más importante no es lo que reclamen esos líderes, sino lo que opine la mayoría de los catalanes que hasta ahora los votaban.

La pregunta que hay que hacer es si el independentismo ha bajado en intensidad porque hubo represión o porque ha cambiado el estilo del gobierno central. Yo tengo mi respuesta. Los demás que contesten a la pregunta como quieran, pero que no se hagan trampas en el solitario. 

2 comentarios:

  1. Mi respuesta es que ha cambiado el estilo.
    Fernando

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  2. Gracias, Fernando. Coincido contigo, pero ya sabes que son muchos los que siguen insistiendo en lo de caña al mono.

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