31 de enero de 2025

Los despropósitos de don Alberto

Se lo tienen dicho, pero él ni caso. Sus barones más centrados, o menos descentrados, le han advertido por activa y por pasiva que en política la coherencia es un valor que hay que preservar, porque de lo contrario se pierde credibilidad. Pero el señor Núñez Feijóo erre que erre, porque está convencido de que ya es mayorcito y no necesita consejos de nadie. Además, como unos le dicen una cosa y los otros la contraria, ha debido de pensar que lo mejor es hacer de su capa un sayo y aquí paz y después gloria.

Las explicaciones que dio el otro día para justificar el apoyo a la propuesta parlamentaria del gobierno, no las superaría en humor surrealista ni el mismísimo Groucho Marx. Si en vez de salir al estrado con el rictus marcado por el mal rato que debía de estar pasando por culpa de la indiscutible incoherencia, lo hubiera hecho con un puro en la boca y flexionando un poco las corvas, se le hubiera confundido con el inolvidable humorista. Pero naturalmente el peso de la contradicción era tan grande, que no debía de estar en ese momento para muchas bromas.

Después de haber votado en contra de la aprobación del decreto de revalorización de las pensiones hace tan sólo unos días, con el único y exclusivo propósito de castigar al gobierno, ahora, cuando se ha puesto de manifiesto que la ley sale adelante aun con su voto en contra, intenta justificar el cambio de criterio con argumentos contradictorios entre sí. Por un lado, invoca a los pensionistas, a los usuarios del transporte y a los damnificados por la DANA, de los que se había olvidado en la votación anterior, y por otro argumenta que si vota ahora que sí es para que Pedro Sánchez no se salga con la suya y lo acuse de antisocial. Pero, don Alberto, ¿no percibe usted en sus argumentos la más que evidente contradicción que observamos el resto de los mortales?

Lo cierto es que se ha puesto de manifiesto una vez más que el gobierno cuenta con resortes suficientes para seguir gobernando, y al mismo tiempo que a la oposición no le queda más recurso que el del pataleo, como les sucede a los niños cuando se les quita de la boca un caramelo que estaban a punto de saborear. La derecha de Feijoo se frotaba las manos y su satisfacción se ha convertido en patente decepción. Se han quedado con el culo al aire, permítaseme la expresión coloquial. 

Es verdad que los apoyos parlamentarios que sustentan al gobierno constituyen un batiburrillo difícil de manejar. Pero no lo es menos que la mezcolanza es consecuencia de los nuevos tiempos, en los que, al haberse acabado el bipartidismo, no es fácil formar mayorías sólidas. Pero Pedro Sánchez hasta ahora está manejando bien la situación, sin que sea cierta la acusación de la oposición sobre presuntas concesiones anticonstitucionales a los separatistas. A no ser que le llamen así al esperpéntico berrinche que les ha entrado con la devolución del palacete de París al gobierno vasco.

El próximo hito serán los presupuestos del Estado. Pero visto lo visto, a mí no me extrañaría que se terminaran aprobando por mayoría suficiente. Entonces vendrá el crujir de dientes de la derecha y de la ultraderecha, en su constante pugna para ver quien la tiene más grande.

27 de enero de 2025

Recuerdos olvidados 35. Las cuadras y el huerto abandonado

Supongo que algunos de los que leen mi blog se habrán preguntado que de dónde saqué en su día el título de “El huerto abandonado”. Como es una historia que a mí me parece curiosa, le voy a dedicar unas líneas. Pero antes necesito exponer algunos antecedentes para que se entienda mejor el relato, pensando sobre todo en aquellos que no conozcan Castellote.

Nuestra casa del pueblo, propiedad que compartimos los cuatro hermanos, dispone como la mayoría de las antiguas edificaciones de Castellote de cuadras, no en vano proceden casi todas de una época en la que la mayoría de sus habitantes se dedicaban al campo. Desde hace años, desde que desaparecieron las caballerías y los animales domésticos se concentraron en grandes granjas, las cuadras perdieron su utilidad como tales. Por eso, algunos de sus propietarios, entre ellos nosotros, las hemos reconvertido en estancias para la diversión y el entretenimiento. Las nuestras, de unos ciento cincuenta metros cuadrados, constan de bodega, comedor y cocina, tres estancias contiguas que hemos ido amueblando y decorando poco a poco con aportaciones de cada uno de nosotros, pero sin eliminar los pesebres, que permanecen como vestigios del pasado.

Pero de lo que no disponen la mayoría de las casas del pueblo es de un huerto como el nuestro, de cerca de mil quinientos metros cuadrados, al que se accede directamente desde la casa precisamente a través de las cuadras. Este huerto, que cuando yo era un niño constituía el escenario principal de nuestros juegos, estuvo siempre al cuidado de medieros, el último el bueno del “tío" Emilio, una auténtica institución en nuestra familia. Pero Emilio se jubiló hace ya muchos años y nadie entró para sustituirle, por lo que el huerto quedó abandonado y, poco a poco, se fue asilvestrando hasta convertirse en un lugar casi inaccesible o, al menos, poco atractivo para pasar ratos en él.

Una noche de hace más de treinta años -aquí empieza la historia que hoy pretendo relatar-, estaba yo con un grupo de amigos y familiares cenando en las cuadras de unos primos nuestros. Observé que entre los elementos de decoración habían colocado sobre las paredes unas celosías pintadas en verde, con macetas colgadas que contenían plantas artificiales, una manera muy ingeniosa y al mismo tiempo vistosa de quitarle aspereza a la visión de unas viejas estancias con poca prestancia. Me quedé con la idea, porque la decoración de interiores siempre ha llamado mi atención. 

Otro día, cuando esta vez la cena tenía lugar en nuestras cuadras, le comenté a una de las propietarias de la casa que acabo de mencionar que me había gustado mucho la solución de las celosías y que quería hacer algo parecido allí. Me miró con ojos sorprendidos y me dijo algo así como, "si nosotros tuviéramos un huerto como el vuestro, no habríamos colocado flores artificiales en las cuadras".

El mensaje estaba claro y encendió una luz en mis inquietudes, siempre en estado de alerta. Nuestro huerto no podía seguir abandonado, había que reconvertirlo en una zona ajardinada que nos sirviera de lugar de esparcimiento, como lo había sido hasta hacía poco. Las cuadras, cuya utilización ya estaba en marcha, seguirían su camino y el huerto empezaría su propia andadura.

Aunque tenía las ideas claras y como consecuencia el firme propósito de recuperar el huerto abandonado, lo cierto es que la tarea se me antojaba ardua, por no decir imposible. Algunos frutales se habían secado, las malas hierbas se extendían por todas partes y el suelo en verano estaba más seco que un secarral. Cuando lo recorría buscando por dónde empezar, se me caía el alma a los pies incapaz de decidirme.

Pero el relato de la historia de la recuperación del huerto tendrá que esperar a otro día, porque creo que merece un cierto detalle y porque aquí sobrepasaría la extensión que me he marcado para estos artículos Entonces, cuando le toque el turno, explicaré cómo dejó de estar abandonado.

22 de enero de 2025

Salir del fango

Cuando escribo estas líneas, ha transcurrido mucho tiempo desde que Sánchez, tras unos días de ausencia, anunciara que continuaba al frente del ejecutivo. Al principio, después de oír su intención de iniciar una nuevo estilo, cuando aseguró que iba a hacer todo lo posible por cambiar el ambiente de agresividad que inunda las instituciones, mi siempre desbordado optimismo me hizo pensar que entrábamos en una nueva etapa. También mi ingenuidad me llevó a imaginar que, si una de las dos partes rompía esta dinámica diabólica en la que nos encontramos, la otra acomodaría el compás a una nueva manera de hacer las cosas. Pero no sólo no ha sido así, sino que el ruido se ha recrudecido hasta convertirse en ensordecedor.

Hay una expresión figurada que consiste en decir que algo se ha pasado de rosca, y ya se sabe que cuando a un mecanismo le sucede algo así se convierte en inservible. La oposición se ha pasado de rosca y gira libremente como los tornillos sin fin. Ni encuentra el tope necesario ni quiere encontrarlo. Cuando se le ofrece lo rechaza, porque eso significaría tener que aceptar que Sánchez siga gobernando. Es más fácil hostigar que contemporizar. Resulta mucho más útil para sus intereses a corto continuar con el mantra de la falta de legalidad del actual gobierno, que ejercer de oposición. Si además llueve sobre el mojado que han ido creando durante los últimos años, mejor.

La polarización es cosa de dos. Uno sólo no puede romperla. De manera que, si una de las partes no quiere porque no le interesa, es imposible acabar con ella. Entonces la pregunta es qué hacer. La respuesta que se me ocurre no es otra que lamentablemente este gobierno tendrá que seguir navegando en aguas embarradas, no porque quiera, sino porque el otro no le deja salida. Así de fácil.

Ahora bien, navegar en aguas embarradas no implica echar más barro. No es fácil, por supuesto, pero sí posible. Este gobierno podría acabar la legislatura si se propone hacer las cosas de otra manera. No digo mejor, aunque todo es perfectible, digo de manera distinta. Ahora bien, para ello tiene que contar con sus socios de gobierno y con los partidos llamados de la investidura, porque si éstos continúan con el espectáculo al que nos tienen acostumbrados, no hay nada que hacer. Si no anteponen a sus intereses  electorales a corto plazo una inteligente visión de futuro, no habrá nada que hacer. Porque ya me dirán los señores de Junts qué pueden esperar de un gobierno del PP y Vox. Desde mi punto de vista, el amago de dimisión de Sánchez perseguía el objetivo de alertarles sobre esta posibilidad. Ahora bien, no estoy seguro de que, pasado el primer momento de estupefacción, el frente común que parecía haber renacido vaya a continuar.

Como no hay nada nuevo sobre la faz de la tierra, lo que está sucediendo ahora tampoco es novedad. La democracia resiste los embates más duros, porque, aunque a veces sus enemigos la hagan tambalearse, al final la inercia del progreso social vence los ataques. Prefiero pensar así, porque de otra manera tendría que empezar a entonar un réquiem por las libertades.

Para acabar con el barro en la política no se puede contar con esta oposición. Este gobierno tendría que hacerlo en solitario y con habilidad democrática. ¿Es eso posible? Mucho me temo que no.

17 de enero de 2025

No se puede ser más miserable en tan poco tiempo

 

La expresiva frase del título no es mía. La tomo prestada de un comentarista político, cuando hace unos días explicaba a su audiencia radiofónica que el ínclito Carlos Mazón había dicho en público que los palestinos de Gaza tenían mucha suerte, porque habían recibido 24 millones de euros del gobierno español para paliar la catástrofe humanitaria provocada por Netanyahu, mientras que Valencia no había recibido ni uno.

Yo quizá hubiera sido más suave y hubiera escogido otro, como por ejemplo “Se defiende como gato panza arriba”. Porque el ilustre presidente de la comunidad valenciana, acosado por todas partes, incluso por los de su propio partido, ya no sabe qué decir para librarse de las acusaciones de inepto que recaen sobre su persona. Ha escogido la estrategia de la burda mentira, olvidándose de que a un mentiroso se le coge antes que a un cojo.

¿Sabe el señor Mazón lo que ha costado y sigue costando la movilización de la UME? ¿Ignora a caso el desembolso del Estado en la reparación de las infraestructuras básicas, autopistas y ferrocarriles? ¿Nadie le ha dicho los millones de euros que el ejecutivo central está dedicando a ayudas directas a los damnificados, todas ellas perfectamente detalladas en el BOE?

Yo puedo llegar a entender que, cuando uno ha cambiado tantas veces de versión sobre su injustificada ausencia en los primeros momentos de la tragedia, esté desesperado y no sepa a qué clavo ardiendo agarrase. Pero acudir a la falsedad, a la falacia y al embuste manifiesto, sobre todo cuando todo lo que dice es muy fácil de desmentir, demuestra, no sólo su falta de talla política, sino también su carencia de principios morales.

Las hemerotecas desmienten sus acusaciones. No sólo las hemerotecas, sino también la ingente información gráfica que nos ha ido llegando a todos de las actuaciones de los recursos del Estado desde el primer momento. Pero Mazón, no sólo niega la mayor, sino que además mete a la tragedia humana de los palestinos por en medio, una comparación absolutamente improcedente, sólo digna de un político más torpe que donde los hagan.

Feijóo, consciente de la torpeza de su barón, lo defiende en público, lo arropa e intenta darle algo de oxígeno, por supuesto con la boca chica. Yo no creo que Mazón vaya a pasar la criba del próximo congreso del partido popular en Valencia, porque reelegirlo como presidente supondría someter al PP a un riesgo electoral innecesario. Los valencianos tardarán mucho tiempo en olvidar su ausencia injustificada en los primeros momentos de la tragedia, entre otras cosas porque, si hubiera estado desde el primer momento al frente de las medidas que había que tomar, es posible que se hubieran evitado muchas muertes.

Pensándolo bien, no voy a cambiar el título de este artículo, porque mucho me temo que el citado comentarista tenga razón: no se puede ser más miserable en tan poco tiempo.

13 de enero de 2025

Recuerdos olvidados 34. Mis múltiples colegios.


Creo que a lo largo de estos recuerdos olvidados he contado en más de una ocasión la circunstancia personal de que cursé las enseñanzas de primaria y secundaria hasta en seis colegios distintos. Supongo que también he dicho que ignoro si tanto cambio de centro escolar favoreció o perjudicó mi formación, pero eso es algo que ya a estas alturas de mi vida poco importa.

Mi primer colegio fue el de Nuestra Señora de El Pilar de Tetuán, ciudad en aquel entonces capital del Protectorado Español de Marruecos, en la que viví durante los nueve primeros años de mi vida. De este centro, en el que debí de estudiar dos cursos de primaria, conservo pocos recuerdos, más allá de un gran patio para el recreo y un árbol de morera del que cogíamos hojas para alimentar a nuestros gusanos de seda. Sin embargo, no se me han olvidado los traslados desde el colegio al centro de la ciudad, en filas de a tres en fondo, a través de unos descampados y unas cuestas endemoniadas, que las lluvias convertían en barrizales y que Google Earth me muestra ahora cubierto de urbanizaciones. Fue en aquel colegio donde aprendí a leer, a escribir y las cuatro reglas de la aritmética, pero lo cierto es que no recuerdo a ninguno de mis profesores y casi nada de mis compañeros, salvo a un tal Ángel Martínez de Velasco, con quien tuve una buena amistad y que luego, al cabo de muchos años, volví a encontrarme en un par de ocasiones. Como anécdota, interesante y curiosa en los tiempos que corren, contaré que cuando los alumnos católicos nos poníamos de pie para rezar en clase lo que procediera, los musulmanes, aproximadamente el treinta por ciento de la clase, permanecían respetuosamente sentados. Había un absoluto y total respeto entre las dos comunidades. Digo más, entre las tres, porque entre mis compañeros recuerdo algún hebreo.

El segundo fue un internado en las estribaciones de los Pirineos gerundenses, del que mantengo vivos recuerdo y en el que estudié el llamado entonces Ingreso al Bachillerato (curso 1951-52). De aquella experiencia, que compartí con mi hermano Manolo, si he escrito aquí varias anécdotas, porque mi memoria retiene bien el cúmulo de sensaciones derivadas del paso de la pasiva inercia infantil al desarrollo de la personalidad, que sin duda en mi caso se inició allí. Pero lo cierto es que sólo estuvimos en ese colegio un curso, porque la dureza de las condiciones me envalentonó para exigir a mis padres que no nos obligaran a repetir la experiencia. Esto último ya lo he contado en algún otro sitio de estos deslavazados recuerdos.

El tercero fue una academia seglar y mixta, la Cocuard, en la ciudad de Gerona. Como curiosidad diré que el director y dueño del centro era un antiguo republicano, de los pocos que se libraron de la represión franquista. Mi padre, militar y excombatiente en el otro lado, conocía la circunstancia; pero debía de ser tal el prestigio de aquel docente que no dudó en matricularnos a los dos. 

En ese colegio cursé el Primero de Bachillerato (curso 1952-53), y tengo la sensación -lo he confesado en varias ocasiones- que aquella experiencia escolar, niños y niñas juntos, y sobre todo una educación alejada de la influencia religiosa, me ayudó en gran medida a iniciar el uso de la razón, a confiar en la ciencia y a alejarme de fantasías indemostrables. Aunque sólo fuera el principio de un proceso no demasiado largo, creo fue allí donde empezó una profunda catarsis emocional, que luego continuaría hasta desembocar en la mentalidad librepensadora que me acompaña desde hace muchos años.

En el cuarto, el colegio de La Salle Josepets de Barcelona, estudié Segundo (curso 1953-54), y Tercero (curso1954-55) de Bachillerato. Volvía a la enseñanza segregada y religiosa, un cambio que a pesar de mi edad noté. Quizá una de las características más emblemáticas de aquel centro fuera el fomento del deporte que, dadas las características del pequeño espacio que disponía, se centraba en el baloncesto y en la gimnasia. Blume, el conocido gimnasta español que triunfó en los campeonatos internacionales de final de los 50 y principios de los sesenta, había estudiado en aquel colegio, razón por la que los hermanos de La Salle idolatraban su figura. Sin embargo, recuerdo muy poco a profesores -todos religiosos- y compañeros, más allá de algún apellido al que no soy capaz de poner cara. 

El quinto fue el Colegio Calasancio de Madrid (cursos 1955-56, 1956-57 y 1957-58) en los que cursé Cuarto, Quinto y Sexto de Bachillerato. De este centro si mantengo muchos recuerdos y sobre todo bastantes amigos, con algunos de los cuales me veo de vez en vez, unos encuentros que, aunque a todos nos haya llevado la vida por caminos muy distintos, nos permite rememorar juntos una época que sin duda fue la cuna de nuestras respectivas personalidades.

El sexto y último fue una academia seglar, pero no mixta, también en Madrid. Allí cursé el Preuniversitario (curso 1958-1959). Mantengo algunos recuerdos, pero sobre todo el del profesor de Lengua y Literatura, un hombre que despertó en mí el furor por la lectura. Yo en aquella época leía ya bastante, pero todavía no había salido de la lectura de los libros juveniles, Emilio Salgari, Julio Verne y otros de narrativa fácil y entretenida. El señor Casajús recondujo mi afición y me hizo saltar sin miedo a la literatura con mayúsculas, de la que no me he despegado hasta ahora. Nunca olvidaré sus palabras: lean ustedes todo lo que puedan, no hay placer mayor que el de la lectura. 

Seis colegios, seis experiencias y, como nada me impide pensarlo así, supongo que un cóctel enriquecedor, no sólo en el plano educativo, también en el aprendizaje de vivir la vida, la asignatura más importante y también la más difícil. Hay algunos que no la aprenden nunca.

9 de enero de 2025

Recuerdos olvidados 33. Mamá, quiero ser escritor

Pido disculpas por la broma del título, sólo un guiño a mi admirada Concha Velasco por su insistencia en que quería ser artista. Creo que siempre, desde niño, estuve enamorado de ella. Amores imposibles, que son los menos peligrosos  porque no comprometen. De esos he tenido varios.

Andaría yo por los 18 o 19 años y había empezado a estudiar la carrera, cuando leí una novela sobre la vida de un joven que se encerraba en un cottage, totalmente aislado en la campiña inglesa, para escribir su primera novela, porque quería ser escritor a costa de lo que fuera necesario. No recuerdo ni el título del libro ni el nombre del autor ni siquiera el final de la historia. Sólo se ha quedado grabada en mi memoria la secuencia de la machaconería con la que aquel personaje se enfrentaba a su obsesión.

Puede, no estoy seguro, que de aquella lectura naciera mi interés por escribir novelas. Yo también he querido ser escritor toda la vida, entre otras cosas porque siempre me ha parecido uno de los ejercicios intelectuales más interesantes a los que un ser humano pueda enfrentarse. Por consiguiente, como se trataba de una asignatura pendiente que quería aprobar, cuando ya rondaba los sesenta años me senté un día frente a mi ordenador y empecé a hilvanar palabras, sin esquema previo y sin más ayuda que el diccionario de la academia y un manual de sinónimos y antónimos. Pensé que lo demás, eso que llaman inspiración, sería consecuencia de mi trabajo. No tenía ni idea de lo que significaba todo aquello, pero en peores garitas había hecho guardia.

Inventé un título -por algún sitio hay que empezar-, me propuse sondear en mis recuerdos juveniles -por supuesto sólo a modo de inspiración y no de confesión- y empecé a redactar mis ocurrencias. Cuando acababa un párrafo no sabía cuál sería el siguiente y cuando cerraba el ordenador después de cuatro horas de sentada ininterrumpida no tenía ni idea de por dónde continuaría cuando volviera a abrirlo. Sin embargo, pocas veces volvía a revisar la secuencia argumental, quizá porque me asustara hacerlo, aunque sí corregía y corregía el estilo del texto hasta la saciedad. De aquel primer esfuerzo nació al cabo de un año de gestación “La voz de los almendros”, que guardé en un cajón, no sé si porque en aquel instante no sabía si deshacerme de él o esperar a otro momento.

Pero lo cierto es que, como ya le había cogido el tranquillo a la tarea, y también había empezado a saborear el placer de la escritura, inicié un segundo libro, esta vez una novela de carácter histórico, aunque apoyada en los recuerdos de un personaje actual, a la que titulé “El corazón de las rocas”. Cuando la acabé, tras otro año de aporrear el teclado y más envalentonado que la primera vez, encontré un anuncio de una empresa de autoedición, me fui con el borrador bajo el brazo a una oficina situada en la Glorieta de Quevedo, llamé a un timbre, me recibieron unas simpáticas, brillantes y guapísimas señoritas de la edad de mis hijos, me atendieron como si fuera el mismísimo Cela y me explicaron en qué consistía su colaboración.

Al cabo de unos días de inquieta espera, recibí una llamada de mi ahora amiga Minerva, la directora de la editorial, que me anticipó que les había gustado a quienes la habían leído, que era publicable y que fuera a verla. Yo no cabía en mí de satisfacción.

“El Corazón de las rocas” se publicó en 2006. Slovento, así se llamaba la editorial, organizó una presentación del libro en el café Libertad 8, en la calle del mismo nombre, un lugar de sabor bohemio y de ambiente recogido, en el que me acompañaron hasta cincuenta amigos y familiares. Se sentaron conmigo en el estrado una de las guapas editoras, y Pilar, mi gran amiga y consejera literaria. Cuando me tocó el turno, solté un discurso de unos quince minutos, notando tras cada palabra que el torrente de adrenalina se precipitaba en mis venas. Estaba empezando a disfrutar de un mundo totalmente desconocido para mí, el que rodea a los escritores. Puede que fuera en aquel momento cuando me convertí en un adepto a la escritura.

Después de aquel estreno me atreví a publicar la que había guardado en el cajón de mi escritorio. La corregí por enésima vez, la llevé a Slovento, me aconsejaron su edición y la presenté, esta vez en el café del Prado, un lugar que ya no existe. Como había hecho con la primera, inicié una gira de presentaciones -Teruel, Alcañiz, Castellote y otras localidades turolenses-, por aquello de que se trataba de historias localistas e imaginaba que allí mis ficciones podrían tener más interés que en otros lugares

Más tarde vino otra novela, “Las musas del asfalto”, una historia muy alejada de mis vivencias, porque quería probar mi capacidad creativa, imaginando tramas que nada tuvieran que ver con mis experiencias. Después un par de libros de viajes, “Las sombras del Nilo” y “Viaje al centro de la Historia”, con pretensiones de ensayos. Por último este blog y estos recuerdos olvidados, deslavazados y entrelazados con otras reflexiones, ocurrencias y paridas.

Ahora -a la vejez viruela- estoy metido de lleno en otro proyecto literario. Pero de éste de momento no voy a descubrir nada, porque pertenece al secreto del sumario. Espero que me queden fuerzas para airearlo en algún momento.



5 de enero de 2025

Recuerdos olvidados 32. Yo fui pregonero en las fiestas de mi pueblo

 

No recuerdo bien la fecha, pero teniendo en cuenta que lo que voy a relatar sucedió poco después de que hubiera publicado mis dos primeras novelas, creo que no me equivocaría demasiado si la situara en la primavera de 2007. Estábamos Ana Mary y yo pasando unos días en Castellote fuera de las temporadas para nosotros habituales, tomábamos unos vinos en la barra del Guarch -refugio de lugareños, forasteros, caminantes y andariegos- cuando se me acercó alguien cuya cara me resultaba muy conocida, pero que al principio no conseguía identificar. Era "el Montero", un amigo mío de los veraneos infantiles castellotanos.

“Luis” -me dijo con un atisbo de timidez en la mirada-, “no sé si sabes que soy el actual concejal de festejos. Ya que te he visto, quería pedirte en nombre del ayuntamiento que aceptaras dar el pregón en las fiestas de este año”. Me quedé tan perplejo, entre la ilusión que me hacía aquella propuesta y la duda de que yo fuera la persona más indicada, que empecé a contestarle, no con evasivas, pero sí con ciertas reservas. “Montero, te agradezco mucho el detalle, pero creo que esto de los pregones es cosa de gente joven. Lo que yo pueda contar no le interesa a nadie. ¿Quieres que les hable de mi vida a nuestros paisanos?”. Me miró sonriendo y me contestó que eso era precisamente lo que quería el alcalde y también lo que a él le gustaría. “De todas formas -añadió- puedes hablar de lo que te venga en gana”.

Naturalmente acepté, muy consciente de que cumplir bien con aquel compromiso no iba a ser tarea fácil. Durante los meses siguientes me devané el seso intentado encontrar un hilo argumental que pudiera tener un cierto interés para un colectivo en el que algunos, muy pocos, son de mi edad, pero la mayoría mucho más jóvenes. Tenía además el reto de conseguir darle al discurso un tono adecuado, alejado de retóricas alambicadas, pero sin caer en la vulgaridad. Al pan, pan y al vino, vino, pero a ser posible candeal el primero y de reserva el segundo.

Elegí contar mis experiencias en Castellote, desde que aparecí en el pueblo por primera vez cuando todavía no había cumplido los trece años, hasta la fecha. Rebusqué en la memoria algunos personajes que me hubieran dejado buenos recuerdos, describí someramente las precariedades en las infraestructuras de la época, sin agua corriente ni alcantarillas y con continuos cortes de electricidad. Pero sobre todo me centré en una época, la de los sesenta y parte de los setenta, cuando Castellote se había convertido en un auténtico pueblo minero. Hablé de la prosperidad de entonces, que evidentemente la hubo, pero también y sobre todo de los sacrificios de un oficio tan duro como es el de la minería del carbón.

No sé si atiné, pero agradecí los espaldarazos que recibí. Tengo la sensación de que hablar de los mineros emocionó a algunos –para otros era un tema del que apenas conocían detalles-. El alcalde se me acercó después y me dijo que recogía el reto que le había lanzado desde el atril sugiriendo que se instalara un pequeño monumento o lápida en algún lugar del pueblo, para que el recuerdo de aquella época no se perdiera. La verdad es que hasta ahora no se ha hecho nada, pero es que los presupuestos son los presupuestos.

Recuerdo cuando bajaba en la comitiva desde el ayuntamiento a la plaza de “El caballón” del brazo de una guapísima maja -cómo me gusta lo de maja- que me preguntó qué tal bailaba el vals, porque después los concejales y el pregonero tenían que iniciar el baile. Creo que le contesté que prefería la salsa, pero que haría lo que pudiera. Los nervios y la excitación provocan chistes fáciles.

Cuento todo esto porque, aunque haya pasado ya tanto tiempo, mantengo un recuerdo inolvidable de aquel día, en el que me sentí muy orgulloso al contemplar que se había contado conmigo para un evento anual que tiene más importancia de la que suele dársele. Cuando hablas desde una tarima y tras un atril en la inauguración de las fiestas de algún lugar, estás representando la inteligencia colectiva de los que te oyen.

Ahí queda mi satisfacción y mi agradecimiento a quienes me propusieron.

1 de enero de 2025

Sí, claro que hay lawfare

 

Empezaré confesando que he tenido que buscar en "fuentes generalmente bien informadas" -Internet- el significado de la expresión inglesa lawfare. Parece ser que se trata, si lo he entendido bien, de un juego de palabras entre law (ley) y warfare (relativo a la guerra). Así que, con un poco de imaginación estaríamos hablando de juego sucio en la administración de justicia. Pues bien, como digo en el título, existir, existe, no digo en general, pero sí en determinadas ocasiones.

No pretendo  entrar en casos concretos. Los tengo en la cabeza, pero precisamente como estoy convencido de que no se puede juzgar sin pruebas me los callo. Además, si no quiero adentrarme en detalles es porque no creo que el problema sea de individuos aislados, sino de estructura política. De los colectivos profesionales que sucedieron a los que existían durante la dictadura, estoy convencido de que el de la judicatura ha sido el más inamovible y el más maleable por los intereses políticos.

Se trata de uno de los llamados poderes del Estado, junto al ejecutivo y al legislativo. Pero como el ejecutivo, en sus distintas etapas, contando con el legislativo cuando ha gozado con mayoría suficiente, ha intentado hacer de su capa un sayo con la justicia, nos encontramos en una situación que me parece francamente preocupante desde el punto de vista del correcto funcionamiento democrático de un estado de derecho. Creo que hay que decirlo alto y claro, no para cargar las tintas, que ya bastante cargadas están, sino para tomar conciencia de que se deben corregir los entuertos, por supuesto con los procedimientos que brinda la democracia.

Como todos los días se aprende algo nuevo, he intentado y supongo que conseguido entender qué es una investigación prospectiva. Copio: es aquella que se produce cuando no hay un hecho delictivo claro, por lo que no debería hacerse. Como ejemplo, la fuente que he consultado añade: casos que se conocen a través de los medios de comunicación y que un juez decide investigarlos sin denuncias previas. En esta categoría están aquellos que se inician "para ver si se encuentra algo".

A mí este asunto me recuerda a los procedimientos de la Inquisición. Entonces no había medios de comunicación como ahora los entendemos, pero sí mentideros en las villas. Los inquisidores aceptaban sin mayor consideración las difamaciones del populacho y así le fue durante aquel triste periodo de la humanidad a los países que tuvieron que soportar las hogueras, entre otros mi querida España como cantaba Cecilia.

No voy a negar que haya corrupción en la clase política, porque desgraciadamente la tendencia al robo, al enriquecimiento ilícito y la propensión al pelotazo está en el ADN del ser humano y, lamento decirlo, nunca desaparecerán. Los presuntos corruptos a los tribunales cuando existan pruebas suficientes y, si se demuestra fehacientemente su culpabilidad, que paguen sus delitos. Pero meter al adversario político de la mano de ciertos jueces en acusaciones no demostradas sólo para debilitarlo, es propio de la Inquisición y hay que acabar con ello.

Ya está bien de andarse con rodeos en un asunto tan preocupante.