Hay una expresión figurada que consiste en decir que algo se
ha pasado de rosca, y ya se sabe que cuando a un mecanismo le sucede algo así
se convierte en inservible. La oposición se ha pasado de rosca y gira
libremente como los tornillos sin fin. Ni encuentra el tope necesario ni quiere
encontrarlo. Cuando se le ofrece lo rechaza, porque eso significaría tener que
aceptar que Sánchez siga gobernando. Es más fácil hostigar que contemporizar.
Resulta mucho más útil para sus intereses a corto continuar con el mantra de la
falta de legalidad del actual gobierno, que ejercer de oposición. Si además
llueve sobre el mojado que han ido creando durante los últimos años, mejor.
La polarización es cosa de dos. Uno sólo no puede romperla.
De manera que, si una de las partes no quiere porque no le interesa, es
imposible acabar con ella. Entonces la pregunta es qué hacer. La respuesta que se me ocurre no es otra que lamentablemente este
gobierno tendrá que seguir navegando en aguas embarradas, no porque quiera,
sino porque el otro no le deja salida. Así de fácil.
Ahora bien, navegar en aguas embarradas no implica echar más barro. No es fácil, por supuesto, pero sí posible. Este gobierno podría acabar la legislatura si se propone hacer las cosas de otra manera. No digo mejor, aunque todo es perfectible, digo de manera distinta. Ahora bien, para ello tiene que contar con sus socios de gobierno y con los partidos llamados de la investidura, porque si éstos continúan con el espectáculo al que nos tienen acostumbrados, no hay nada que hacer. Si no anteponen a sus intereses electorales a corto plazo una inteligente visión de futuro, no habrá nada que hacer. Porque ya me dirán los señores de Junts qué pueden esperar de un gobierno del PP y Vox. Desde mi punto de vista, el amago de dimisión de Sánchez perseguía el objetivo de alertarles sobre esta posibilidad. Ahora bien, no estoy seguro de que, pasado el primer momento de estupefacción, el frente común que parecía haber renacido vaya a continuar.
Como no hay nada nuevo sobre la faz de la tierra, lo que
está sucediendo ahora tampoco es novedad. La democracia resiste los embates más
duros, porque, aunque a veces sus enemigos la hagan tambalearse, al final la inercia del
progreso social vence los ataques. Prefiero pensar así, porque de otra manera
tendría que empezar a entonar un réquiem por las libertades.
Para acabar con el barro en la política no se puede contar con esta oposición. Este gobierno tendría que hacerlo en solitario y con habilidad democrática. ¿Es eso posible? Mucho me temo que no.
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