22 de enero de 2025

Salir del fango

Cuando escribo estas líneas, ha transcurrido mucho tiempo desde que Sánchez, tras unos días de ausencia, anunciara que continuaba al frente del ejecutivo. Al principio, después de oír su intención de iniciar una nuevo estilo, cuando aseguró que iba a hacer todo lo posible por cambiar el ambiente de agresividad que inunda las instituciones, mi siempre desbordado optimismo me hizo pensar que entrábamos en una nueva etapa. También mi ingenuidad me llevó a imaginar que, si una de las dos partes rompía esta dinámica diabólica en la que nos encontramos, la otra acomodaría el compás a una nueva manera de hacer las cosas. Pero no sólo no ha sido así, sino que el ruido se ha recrudecido hasta convertirse en ensordecedor.

Hay una expresión figurada que consiste en decir que algo se ha pasado de rosca, y ya se sabe que cuando a un mecanismo le sucede algo así se convierte en inservible. La oposición se ha pasado de rosca y gira libremente como los tornillos sin fin. Ni encuentra el tope necesario ni quiere encontrarlo. Cuando se le ofrece lo rechaza, porque eso significaría tener que aceptar que Sánchez siga gobernando. Es más fácil hostigar que contemporizar. Resulta mucho más útil para sus intereses a corto continuar con el mantra de la falta de legalidad del actual gobierno, que ejercer de oposición. Si además llueve sobre el mojado que han ido creando durante los últimos años, mejor.

La polarización es cosa de dos. Uno sólo no puede romperla. De manera que, si una de las partes no quiere porque no le interesa, es imposible acabar con ella. Entonces la pregunta es qué hacer. La respuesta que se me ocurre no es otra que lamentablemente este gobierno tendrá que seguir navegando en aguas embarradas, no porque quiera, sino porque el otro no le deja salida. Así de fácil.

Ahora bien, navegar en aguas embarradas no implica echar más barro. No es fácil, por supuesto, pero sí posible. Este gobierno podría acabar la legislatura si se propone hacer las cosas de otra manera. No digo mejor, aunque todo es perfectible, digo de manera distinta. Ahora bien, para ello tiene que contar con sus socios de gobierno y con los partidos llamados de la investidura, porque si éstos continúan con el espectáculo al que nos tienen acostumbrados, no hay nada que hacer. Si no anteponen a sus intereses  electorales a corto plazo una inteligente visión de futuro, no habrá nada que hacer. Porque ya me dirán los señores de Junts qué pueden esperar de un gobierno del PP y Vox. Desde mi punto de vista, el amago de dimisión de Sánchez perseguía el objetivo de alertarles sobre esta posibilidad. Ahora bien, no estoy seguro de que, pasado el primer momento de estupefacción, el frente común que parecía haber renacido vaya a continuar.

Como no hay nada nuevo sobre la faz de la tierra, lo que está sucediendo ahora tampoco es novedad. La democracia resiste los embates más duros, porque, aunque a veces sus enemigos la hagan tambalearse, al final la inercia del progreso social vence los ataques. Prefiero pensar así, porque de otra manera tendría que empezar a entonar un réquiem por las libertades.

Para acabar con el barro en la política no se puede contar con esta oposición. Este gobierno tendría que hacerlo en solitario y con habilidad democrática. ¿Es eso posible? Mucho me temo que no.

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