15 de febrero de 2016

¿Qué espera Esperanza?

El título anterior no pretende ser un trabalenguas, sino la expresión de mis dudas ante las verdaderas intenciones que se esconden tras la dimisión de Esperanza Aguirre como presidenta del Partido Popular de Madrid. Ayer tuve ocasión de seguir en directo la rueda de prensa  en la que anuncio su renuncia y procuré no perderme ni una frase  ni una palabra ni un gesto, intentando averiguar sus intenciones, que procediendo de la veterana política conservadora hay que suponer que no son gratuitas.

Hace un par de años acudí a la presentación de un libro del genial Peridis, en realidad la recopilación de algunas docenas de sus viñetas de carácter político. En la mesa, junto al autor,  se sentaba doña Esperanza, uno de los personajes predilectos del dibujante. Se había prestado a participar en el coloquio posterior, muy segura de contar con recursos suficientes para salir airosa de la posible encerrona que pudieran tenderle sus contertulios. Como moderadora, y también formando parte de la mesa, se encontraba Pepa Bueno, la conocida presentadora de radio, incisiva y mordaz donde las haya.

Pues bien, la señora Aguirre no sólo salió airosa ante un público que se suponía poco afín a sus posicionamientos, sino que deleitó a la audiencia con su desparpajo, ironía y casticismo, características que tanto gustan a muchos de sus incondicionales. Recuerdo que en un momento determinado contestó a una pregunta capciosa de la moderadora con la frase “Pepa, que  no me chupo un dedo”, expresión que levantó las carcajadas de los asistentes, incluida la mía, que no tuve por menos que reconocer que osadía no le falta.

Pero en política hacen falta otras cualidades que vayan más allá de la gracia simpática, que no se limiten al sarcasmo, la mordacidad y la socarronería, aptitudes que tan bien maneja la señora Aguirre. Hace falta elegir con cuidado a tus colaboradores y vigilar después sus actuaciones, dos carencias en el comportamiento de la ex presidenta del PP madrileño, que doña Esperanza recalcó ante los medios como causa de su dimisión. Pero también  dos pretextos, porque al limitar su responsabilidad a estos temas, ella se quitaba de en medio, como si nunca hubiera estado al frente de los destinos de su partido en la Comunidad de Madrid.

Decía al principio que es difícil colegir las intenciones que se esconden detrás de esta dimisión, pero conociendo a Esperanza Aguirre lo que parece evidente es que entre ellas no está abandonar la política activa, sino todo lo contrario. Su “ejemplo” se vuelve en contra de la cúpula del PP, concretamente del señor Rajoy, rodeado como ella por todas partes de escándalos de corrupción, que van mucho más allá de representar la suma de algunos casos aislados, para convertirse en auténticas tramas organizadas de carácter delictivo. Las culpas in vigilando e in eligendo que se imputa a sí misma la política dimisionaria, pueden aplicarse también a su jefe de filas. No basta con estar limpio de pecado, hay que cuidar que tampoco se peque a tu alrededor. Y si se peca, expulsar  a los culpables inmediatamente, en vez de blindarlos en la Diputación Permanente del Senado.

Que a nadie le quepa la menor duda de que a Esperanza Aguirre le quedan todavía muchas horas de vuelo en la política activa de nuestro país, quizá como recambio del señor Rajoy. A no ser que la bola de la corrupción siga engordando al rodar y termine aplastándola.

1 comentario:

  1. Luis, a todos los calificativos que le has añadido a la Sra. Aguirre, condesa de Bornos (con grandeza de España) y condesa consorte de Murillo, le podrías añadir el de "cinismo" que empleó Gabilondo en su videoblog.
    Y suerte.
    Angel

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